Opinión

Opinión

Antropología Industrial

Incels

Un sentimiento que comenzó de manera online se ha transformado en un movimiento social animado por la misoginia y el odio. Sociólogos como Durkheim, Marx o Weber pueden arrojar algo de luz sobre cómo resolver este problema

Publicado: 18/10/2025 ·06:00
Actualizado: 28/10/2025 · 13:41
  • Adolescencia
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

El término incel (involuntary celibate), se refiere a individuos que son, o se sienten, incapaces de establecer relaciones románticas o sexuales a pesar de desearlas. Aunque puede pensarse que esta situación existe desde que hay vida en la tierra, la era digital ha transformado y propagado un sentimiento que comenzó en comunidades online, donde se desahogaban frustraciones, hasta transformarse en un movimiento social, animado por la misoginia y el odio, con implicaciones políticas y sociales preocupantes.

El incel es un fenómeno casi exclusivamente masculino y, aunque no existe una edad o perfil psicológico único, se caracteriza por un sentimiento de fracaso personal y aislamiento social de los que responsabilizan a las mujeres y a su independencia. Culpan al feminisno, a la hipergamia y a las sociedades igualitarias por su exclusión, en un discurso lleno de rabia. Esta narrativa crea una identidad de víctima que justifica el odio y la hostilidad hacia las mujeres y hacia los hombres que consideran exitosos (o blandengues, que diría el Fary), así como hacia las instituciones y la cultura que promueven la igualdad sexual o étnica, que denominan despectivamente como woke.

Miles de usuarios en redes sociales se identifican con esta ilusión, cuya manifestación es fácil de observar en foros de poca cultura y alto nivel de pseudonimia. Su influencia, aunque minoritaria, es significativa, debido a la radicalidad de sus posturas y a la idiosincrasia anónima del ámbito digital, que, en este caso, se conoce como la manosfera.

El resentimiento de los incel y su visión del mundo encajan malignamente bien con las narrativas del populismo de extrema derecha. Los incel encuentran en estos movimientos políticos una validación a su odio, al tiempo que alimentan su creencia en que la sociedad es injusta y refuerzan sus posturas misóginas y antidemocráticas. Del odio se pasa a la violencia, lo que ha llevado a agresiones y atentados terroristas, lo que supone una curiosa similitud con movimientos yihadistas, formados por hombres jóvenes adoctrinados en el islam más radical, paradójicamente uno de los objetivos del odio de los incel de occidente.

La principal causa de este surgimiento proviene de la fractura de la sociedad que existió desde mediados del siglo XX. Las sociedades occidentales antaño dominantes se han desindustrializado en oleadas de crisis económicas y globalización; cada una de las cuales ha dejado el tejido social más roto. El empoderamiento femenino, muy distante aún del masculino, ha acompañado naturalmente este proceso de transformación social y cultural, lo que no ha sido aceptado por quienes se sienten fracasados. En su desconcierto y angustia surge la pulsión de apuntar como culpables a otros grupos, etnias o ideas: un clásico.

Y clásicos también pero de la sociología, como Durkheim, Marx o Weber, pueden darnos luz sobre cómo resolver este problema. Las personas deben poder vincularse a un grupo coherente que les nutra y les proporcione energía y justificación, un papel que llevó a cabo la religión o el nacionalismo durante siglos. También desempeña el mismo papel la ciencia, la cultura y cualquier otra conexión social que proporcione pertenencia y autoestima, como el deporte, el arte o las fiestas populares, temas de los que por aquí somos expertos.

Los seres humanos tendemos a la felicidad, al menos al bienestar, mientras el odio es un sentimiento que nunca lleva a ningún sitio bueno y por un camino muy penoso, además. La mejor recomendación es que la sociedad manifieste toda la comprensión, libertad y amor posible. Este ha sido el objetivo deseado durante siglos, pero no está de más tenerlo siempre presente.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 130 (octubre 2025) de la revista Plaza

 

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo