Cuando la adopción se hace eterna, cuando los tratamientos de fertilidad no dan los resultados deseados y las parejas, ya agotadas, están a punto de tirar la toalla, se abre una nueva y polémica vía: la gestación subrogada, una técnica de reproducción que ha abierto un debate que próximamente llegará al Congreso
VALÈNCIA.-Faltan adjetivos para describir lo que sienten las parejas hacia la mujer que gestó a su hijo. A esa persona que dio a luz al bebé que hoy crece en una familia que durante años lo buscó y sufrió para tenerlo. Palabras como «ángel» o «salvadora» vienen a sus mentes e incluso se emocionan al recordarla. Saben que sin ella hoy no serían una familia y no se escucharía la risa de su pequeño en la casa. «No es una mujer vasija, como algunos dicen, es una mujer con una grandiosa generosidad que ha hecho por nosotros lo que nunca antes habían hecho», comenta emocionada Antonia, hoy madre de Mateo. «Ha puesto su cuerpo en riesgo por mí y ha hecho lo que yo no pude», comenta Etelvina con una entereza envidiable. Ambas, con sus respectivos maridos, recurrieron a la gestación subrogada —popularmente conocida como ‘vientre de alquiler’— porque era la única vía para tener hijos. También lo hicieron Lucas y Pablo (nombres ficticios) o Carles y Dani, quienes recurrieron a ella porque la adopción internacional para parejas homosexuales no es posible en casi ningún país, y también por la espera en las nacionales.
Precisamente la figura de la gestante es la que más controversia y debate genera. Está dispuesta a someterse a tratamientos hormonales para embarazarse de un bebé con el que no tiene vínculo genético y al que se compromete a entregar después del parto. Un proceso que se alarga como mínimo año y medio y con el que algunas empresas han empezado a ganar dinero. «Si lo piensas en frío es un negocio, pero también lo son las clínicas de fertilidad», resalta Antonia, mientras denuncia que en el camino interviene una industria que «a costa de nuestro sueño de ser padres se lleva una importante cuantía».
Una opción que tienen sus detractores. La Iglesia católica se refiere a esta práctica como ‘vientre de alquiler’ y considera que se explota a la mujer y al niño que va a nacer. Para el movimiento feminista No Somos Vasijas es un negocio «degradante para las mujeres al rebajarlas a meras máquinas reproductivas». Aunque comprenden la situación de esas familias, sostienen que no se pueden poner los deseos por encima de los derechos y que «el cuerpo es el límite de lo que se puede comprar y vender».
El Comité de Bioética de España va más allá y sugiere «la prohibición universal de la maternidad subrogada internacional». Sostiene que para mantener la protección de los niños, basta la «doctrina establecida por el Tribunal Supremo», que alega que hay otras vías, como la adopción y el acogimiento, para que un niño sea protegido en su relación con su «familia de facto».
Como en España no es legal —aunque sí se puede registrar a los bebés como españoles—, las parejas que quieren ser padres por maternidad subrogada tienen que viajar al extranjero. «Estados Unidos y Canadá son los únicos países que permiten la gestación subrogada a parejas del mismo sexo. En Ucrania, Rusia o Grecia solo es posible en el caso de parejas heterosexuales», explica Pedro Fuentes, presidente de la Asociación Son Nuestros Hijos.
Eso sí, a cambio de un desembolso económico. La cuantía en Ucrania y Rusia oscila entre los 45.000 y 60.000 euros y puede llegar hasta 120.000 en California, uno de los catorce estados que lo permiten en Estados Unidos. «Cuando decidimos iniciar el proceso fuimos al banco para pedir otro préstamo pero nos cerraron todas las puertas; nadie quería ofrecérnoslo. Fue gracias a la ayuda de nuestras familias que pudimos iniciarlo», explican Etelvina y Javi, quienes resaltan que «la gestación subrogada no es solo cosa de famosos, es de gente humilde que después de intentarlo todo decide optar por esta vía». Pablo lo corrobora: «La subrogación no es una moda, es la única opción para ver cumplidos nuestro sueño, pues durante años intentamos la adopción y no tuvimos suerte».
Esta familia no es un caso aislado. Pedro Fuentes calcula que un millar de niños españoles nacen al año en el extranjero gracias al auge de la gestación subrogada. Además, subraya que esta técnica ya supera a la adopción, un camino que muchos descartan por ser más largo y tortuoso (no hay garantías y la espera es de unos ocho años). Precisamente por esa tardanza, Lucas y Pablo decidieron buscar otras vías por internet y descubrieron la gestación subrogada. Era 2006 y en España ni se conocía. «La primera vez que lo escuché me extrañó y pensé ¿por qué lo hacen? Así que para tener una mejor idea acudí a una conferencia en Londres», recuerda Pablo, sin obviar las dudas que les asaltaron antes de iniciar los trámites. La pareja viajó hasta Los Ángeles para conocer mejor el proceso: «Teníamos cierto miedo así que nos informamos bien y optamos por la agencia que más confianza nos generó».
Después de ver perfiles de futuras gestantes y de escoger los óvulos —en EEUU es posible seleccionar a la donante de entre una base de datos— el match lo tuvieron con Carolina. Ella, madre de dos hijos, quería ayudar a una pareja homosexual a formar una familia, y ellos fueron los elegidos. Así se convirtieron en ‘padres de intención’. «Hablábamos con Carolina todos los días y realizamos dos viajes —el dinero no daba para más— a Los Ángeles para ver la evolución del embarazo», comentan. Para ellos, es la amiga que les ayudó a tener a su pequeña. Para Carolina, una oportunidad para vivir una experiencia y estar junto a su familia. «Lo vi como una manera de ayudar a otra familia, a la vez que me permitía estar en casa cuidando de mis hijos. Además, sabía que a otras gestantes les había enriquecido mucho y eso me ayudó a decidirme».
Carolina, americana con ascendencia brasileña, explica que nunca tuvo la sensación de que el bebé que llevaba dentro era suyo. «Nunca me sentí unida a mis hijos hasta que nacieron y estuve con ellos, lo que me ayudó a saber que podía ser una gestante», afirma. Para ella fue una «experiencia increíble» pero solo lo recomendaría a las mujeres que «están preparadas para gestar a un bebé que luego deben dar». De hecho, al margen de cumplir con una serie de requisitos, como haber sido madre, en EEUU deben pasar pruebas y test psicológicos. Un proceso donde el papel de la familia es esencial. «Antes de iniciar el proceso hablé con toda mi familia y desde un principio me apoyaron», explica Carolina.
Tanto es así que Carles y Dani cuentan cómo Jessica, su gestante, les contó que en la escuela le llamaron porque su hijo mencionó que su madre iba a tener un bebé que no iba a ser su hermano. «Se lo explicaron a la profesora y enseguida lo entendió porque allí está todo más normalizado», explica la pareja, que lamenta la «falta de sensibilización» en España y recuerda comentarios como «son niños comprados».
Precisamente, convertir a los niños en mercancías es uno de los principales temores de movimientos y asociaciones, que consideran que la inexistencia de una regulación puede conllevar el surgimiento de una modalidad comercial no regulada. En muchos casos, la gestación subrogada se convierte en un mercado: los servicios de gestación dependen exclusivamente de la demanda y la patria potestad se convierte en un contrato. Un punto de vista compartido por el Parlamento Europeo que, en diciembre de 2015, llegó a rechazar la práctica porque «mina la dignidad humana de la mujer, puesto que su cuerpo y sus funciones reproductivas son usados como una materia prima». Es más, para el movimiento No Somos Vasijas la regulación no garantiza que no haya dinero o sobornos implicados en el proceso. «No somos incubadoras, ni vasijas, ni úteros o vientres de alquiler. Somos mujeres, vidas humanas con las que pretenden montar un nuevo negocio que lucrará al más fuerte y someterá a las más débiles», señalan.
Por otro lado, resaltan que la gestación subrogada se ha incrementado en países con altos índices de pobreza femenina —como en Camboya— y que incluso en algunos de ellos su auge ha conducido a su regulación. Es el caso de Vietnam, Tailandia o la India, que en 2012 se convirtió en la ‘capital mundial’ de la gestación subrogada —la Confederación de la Industria India (CII) indica que creció 2,3 mil millones de dólares—. Asimismo y según recoge el informe elaborado por el Comité de Bioética de España, en los países más pobres existen menos garantías para las gestantes, pues la desigualdad económica coloca en situación de especial vulnerabilidad a estas mujeres y convierte esta práctica en explotación, independientemente de que sea legal o no.
Por su parte, el movimiento feminista remarca que la maternidad por sustitución niega a las mujeres gestantes el derecho a decidir durante el proceso de embarazo y en la posterior toma de decisiones relativas a la crianza, cuidado y educación del menor o la menor.
No daban crédito a aquello, pues ponía fin a años de sufrimiento y también a un proceso que se alargó más de lo esperado
Con Carmen en brazos, recalcan que «son ellas las que definitivamente eligen a los padres y toman decisiones que conciernen a su salud y a la del bebé». De hecho, Carles y Dani recuerdan con cariño el día que Jessica les aceptó. También cómo solicitó un Skype de «urgencia» y al iniciar sesión les esperaba con un cartel que ponía: «I’m pregnant (estoy embarazada)». No daban crédito a aquello, pues ponía fin a años de sufrimiento y también a un proceso que se alargó más de lo esperado. Jessica no lograba quedarse embarazada y cada nuevo intento suponía más gastos e incertidumbres. «Hubo un momento en el que estuvimos a punto de renunciar, pero decidimos volver a intentarlo», recuerdan con la felicidad de aquella decisión.
No solo las parejas homosexuales deciden optar por esta vía. Según Pedro Fuentes, más del 80% de esos bebés son hijos de parejas de distinto sexo pero les cuesta más admitirlo por «el estigma que les supone». Etelvina lo corrobora: «Conozco casos en los que la mujer ha fingido marcharse lejos y que incluso en los últimos meses se ha puesto un cojín para simular un embarazo pero es un error porque ese pequeño tendrá que saber la verdad». Comprende ese temor al qué dirán y le pesa no haber sido ella pero, al igual que Antonia, no lo oculta porque «puede ayudar a otras mujeres que están pasando por la misma situación».
De hecho, los problemas de fertilidad son una de las principales razones. Eso les ocurrió a Etelvina y su marido Javi, que optaron por ella después de realizar numerosos tratamientos de fertilidad y de pasar por el dolor de un aborto. Lo intentaron hasta que ya vieron que no podía quedarse embarazada y la vida de Etelvina estaba en riesgo. Un caso similar es el de Antonia, a quien el deseo de ser madre casi la consume por dentro. «No tenía fuerzas, estaba agotada psicológicamente. Era mi salud o el deseo de ser madre», coinciden ambas.
VALENCIA.- Uno de los episodios más controvertidos fue el caso Gammy: una pareja australiana (David y Wendy Farnell) rechazó, supuestamente, a uno de los gemelos que su gestante tuvo porque nació con síndrome de Down y problemas fisiológicos. La pareja se llevó al bebé sano y abandonó a su hermano. Los Farnell negaron tales acusaciones pero lo cierto es que tardaron meses hasta que finalmente los gemelos estuvieron otra vez juntos. Además, las autoridades de Australia están investigando a David Farnell, pues en 1990 fue condenado por abusar de niñas
Casualidades de la vida, ambas parejas marcharon a Ucrania y tuvieron a sus respectivos hijos con tan solo nueve días de diferencia. «En el avión de vuelta éramos unas siete parejas con nuestros hijos recién nacidos», explican, dando visibilidad a un fenómeno casi invisible en nuestro país hasta hace poco. Sus historias son muy distintas entre sí pero ambas tuvieron un proceso complicado y se sintieron engañadas. Etelvina sufrió ser de las primeras que inició el proceso en Ucrania con una agencia «poco ética». «Pagué la novatada», confiesa. Lo contrató a través de un intermediario de Madrid, que le ayudó cuando «la agencia de Ucrania intentó aprovecharse» de su situación. «Cada vez me pedía más y más dinero sin un motivo aparente», denuncia con el corazón encogido al pensar que podría haberse quedado sin sus mellizos Darío y Luis.
Por su parte, Antonia pagó el oportunismo de una agencia catalana con varias sentencias firmes a favor de padres de intención. «Nos cobró una cuantía en la firma del contrato sin saber exactamente sus fines», relata. Y añade: «Nos aseguraron unas condiciones y un servicio jurídico que ni prestaron». En cambio, su experiencia con la agencia de Ucrania fue «excelente» y tramitó todo directamente con ellos. Según explica, la clínica tiene unas casas propias y unos servicios profesionales: «En el último mes de embarazo trasladan a las gestantes a unas casas donde viven y están muy bien atendidas». Un lugar que otros, como recuerda Antonia, «critican como si fuera una granja de pollos». Ella lo desmiente tajantemente: «Estas mujeres son de familias humildes que recurren a esto para ayudar en casa o tener un dinero extra. Durante todo el proceso están muy bien atendidas y no les falta de nada». Eso sí, cree que no están suficientemente bien remuneradas por el esfuerzo que realizan.
Para evitar este tipo de situaciones, la Asociación Son Nuestros Hijos recomienda «no fiarse de intermediarios que no permitan a las parejas conocer a la gestante, ni de los paquetes del todo incluido, ni de aquellas que garantizan resultados». Como explican, «hoy es más fácil recopilar la información necesaria y hay formularios que incluso los puedes obtener a través de asociaciones». Una de ellas es la Asociación valenciana de Familias Homoparentales (Galesh), que entre otras actividades realiza encuentros para que pequeños y padres se reúnan e intercambien opiniones. Igualmente, sostienen que la legalización en España evitaría este tipo de problemas. «La solución para que no haya abusos es legislar. Es como en los trasplantes: al regular, evitas el tráfico de órganos», explica Pedro Fuentes. Opción que el movimiento No Somos Vasijas descarta rotundamente: «Ninguna legalización puede controlar la presión ejercida sobre la mujer gestante y la distinta relación de poder entre compradores y mujeres alquiladas».
Todas las familias coinciden al afirmar que la legalización tardará en llegar a España pero saben a ciencia cierta que no ocultarán la verdad a sus hijos. Contarán que una amiga les trajo al mundo y quizá leerán el libro Esperando a Pingüi —primer cuento infantil sobre la gestación subrogada—. Algunos incluso se la presentarán algún día. Lo harán porque creen que es lo mejor para sus hijos y porque la gestación por sustitución es una realidad en los colegios y en los nuevos modelos familiares. Y lo hacen, sobre todo porque saben que el debate sobre su ética y su regulación estará siempre sobre la mesa.
VALENCIA.- El debate sobre la gestación subrogada está a la orden del día en toda Europa: de los 28 países de la Unión Europea, solo Grecia, Reino Unido y Portugal lo permiten —a parejas heterosexuales y de modo altruista—, mientras que Francia y Alemania lo prohíben expresamente. En España el debate sobre su legalización lo puso sobre la mesa Ciudadanos, que propone una ley que limitaría esta práctica como un acto de altruismo y no mercantil. «La gestación subrogada es una realidad que ya existe y ante la que no se puede cerrar los ojos. Los legisladores tenemos el deber de poner soluciones a los problemas y retos de la sociedad», explica a Plaza la portavoz de Igualdad de Ciudadanos, Patricia Reyes.
De hecho, el partido de Albert Rivera ha presentado una Proposición de Ley para regular la gestación subrogada —altruista, para mayores de 25 años y solo dos veces por mujer—. Por ahora, está solo. «Nos sorprende que tantas fuerzas políticas hayan cambiado de postura en tan poco tiempo, pues hasta hace no tanto PSOE y Podemos eran favorables a estudiar la regulación. En otros partidos, como el PP, hay voces que reclaman abrir el debate. Sabemos que hay posturas contrapuestas, pero los enfrentamientos ideológicos no pueden suponer que sigamos mirando hacia otro lado en lugar de afrontar la situación», comenta la portavoz, que confía en que «los partidos recapaciten y pongan el interés de las familias y las gestantes por delante de sus batallas ideológicas internas».
Mientras no cambie la norma, en España sigue sin ser legal. Así se establece en el art. 10 de la Ley sobre Técnicas de Reproducción Humana Asistida. No obstante, sí se reconoce a los bebés nacidos por gestación subrogada. Para ello, los interesados deben presentar, entre otros documentos, un certificado de nacimiento en el que figuran como padres junto con una sentencia que dice que la mujer que gestó al bebé y su marido no son sus padres. Una vez presentado en el consulado español, entregan el libro de familia y emiten un certificado de nacimiento español.
*Lea el artículo completo en el número 42 de la revista Plaza