VALÈNCIA.- “Con la seguridad no hay que obsesionarse, hay que preocuparse. Lo que no hay es que asustarse sino informarse y saber exactamente cuáles son los riesgo, hay que aprender a pensar en seguridad igual que si vas por una calle oscura es más fácil que te atraquen que si está iluminada. Lo más importante es tener sentido común”, asegura Katizia Rodríguez, directora de Derechos Internacionales de la Electronic Frontier Foundation (EFF).
Nacida en 1990, cuando internet funcionaba a pedales, la EFF es una de las organizaciones que mejor representa el espíritu del Internet Freedom Festival(IFF), la mayor reunión internacional de defensores de los derechos digitales y la libertad de información, y que se celebra esta semana en Las Naves de València. Los pasillos de este centro cultural son una pequeña ONU en el que cada día varios centenares de activistas de 130 países acuden para hablar de cualquier tema que permita hacer realidad el lema “uniendo fuerzas para luchar contra la censura y la vigilancia”.
En realidad”, añade esta latina afincada en EEUU, “no hay nuevo bajo el sol. Los derechos digitales son los derechos fundamentales de toda la vida aplicados en la era digital”. Desde su punto de vista, el panorama ha mejorado mucho en los últimos años ya que “cada vez hay más consciencia y gracias, por decirlo de algún modo, a todos los problemas de seguridad que se han ido produciendo a lo largo de estos años, no solo se preocupa sino que cada vez busca más como proteger su información”.
Para Rodríguez en el mundo de la seguridad digital no hay una receta única sino que “la gente debería saber hacer un ‘modelo de amenaza’ y ver qué quiere proteger, de quién lo quiere proteger porque si quieres proteger todo de todos todo el tiempo vas a acabar viviendo en una isla”. El profesor que no quiere que un alumno le hackee el ordenador y le robe una copia del examen, el empresario que intenta que la competencia no aceda a sus datos, “o incluso la persona que se ve con su amante y no quiere que su pareja se entere”, apunta, “necesitan seguridad, pero de distinto tipo”.
Solidaridad internacional
Pero no todas las organizaciones que acuden al IFF son ONGs globales dedicadas, entre otras cosas, al costoso mundo de los ‘litigios estratégicos’ (los que crean jurisprudencia). Algunas son más modestas como ciberseguras.com, un proyecto que comenzó a gestarse hace cuatro años y que ya lleva uno online. Es un página que aspira a feministas de todo Latinoamérica. “En nuestros países las mujeres están en situaciones de mucha vulnerabilidad, no se respetan sus derechos, viven situaciones de violencia muy normalizadas y las políticas publicas son muy pobre”, explica Constanza (que prefiere no dar su apellido).
De momento, ciberseguras.org ya tiene voluntarias en Chile, Guatemala, Brasil, México, Bolivia… y de ahí esta naciendo una nueva generación de formadoras en materia de seguridad digital. “Hay que pensar en la tecnología que usamos como si fuera una extensión de nuestro cuerpo”, añade. “Cuando aprendes algo nuevo rompes una barrera te vuelves más fuerte y contagias a las demás. Así es como se hace comunidad”, concluye. Y dónde mejor para hacerlo en el IFF, el encuentro de nuevas tecnologías al que más mujeres acuden del mundo: representan el 53% de las asistentes a este encuentro cuya máxima responsable es Sandra Ordóñez.
De Manhatan a Ecuador
El IFF es también un lugar excelente para conocer historias interesantes, como la de Jaime Cardona, de Huridocs, una ONG que se ocupa, explica, “de aplicar el big data a la cooperación internacional”. Hace cuatro años, Cardona vivía en Manhattan y se dedicaba a realizar auditorias en nuevas tecnologías para un gran banco. “Un día me di cuenta de que eso no era para mi y me fui a Ecuador”.
Poco a poco, Cardona fue conociendo a gente que —como él— quería luchar por un mundo mejor aun sabiendo que sería una batalla larga y sin un claro ganador, “pero no me arrepiento. Ahora me dedico a facilitar tecnología a ONGs de todo tipo para ayudarles sobre todo en materia jurídica. Llevo cuatro años y creo qu estoy empenzando, pero no me arrepiento de mi decisión”.
Periodismo bajo amenaza
La formación de los periodistas en materia de seguridad (no solo digital) es desde su nacimiento hace cuatro años uno de los ejes más importante de la cita. El miércoles hubo un taller a cargo del mexicano Javier Garza —una referencia mundial en su campo— y el jueves le tocó a Sally Fitton, especialista en Análisis de Riesgo de la BBC. Fitton, como muchos en este encuentro prefiere no ser fotografiada por motivos de seguridad. Una de las leyes de oro del IFF es que no se puede hacer una foto (ni tuitear un nombre, por ejemplo) sin pedir permiso. Algunos ponen problemas para darse pisto; otros, porque les va la vida (o la cárcel) en ello.
Para Fitton, lo primero que hay que hacer es preguntarse: ¿la recompensa merece el riesgo? Y si la respuesta es afirmativa “no hay que dejar nada al azar. Hay que tener u plan de actuación y otro alternativo y contar con un equipo bien entrenado”. En este equipo todos tienen que ser voluntarios —a ningún periodista se el debe obligar a ir a una zona en conflicto— y tener conocimientos incluso de primeros auxilios. Hasta la asistencia legal o el plan de evacuación tiene que estar claro antes de llegar a la zona de conflicto.
Pero la BBC es una gran corporación y sus periodistas son “la aristocracia”. La afirmación no le gusta, e insiste: “es cierto que la BBC invierte mucho dinero, pero no es solo cuestión de dinero”. Levanta la mano Owais Aslam, secretario general de la Pakistan Press International. Confirma que la emisora británica trata muy bien a los colaboradores locales (en salarios, apoyo, formación…) pero que la mayor parte de los conflictos no suceden en las ciudades, sino en zonas alejadas donde los periodistas escriben sin red.
Por supuesto, la situación de cada país es diferente, y a veces hay sorpresa. Aunque Afganistán es uno de los países más peligrosos del mundo (junto a Siria, Yemen o Irán) podría acabar convirtiéndose en el modelo a seguir. Así lo explica la finlandesa Susanna Inkienen, portavoz de la International Media Support, que está ayudando a crear una red nacional de periodistas locales. Se encargan de todo: desde la formación académica, hasta de sacarlos del país para ser atendidos en un hospital indio si son víctimas de un atentado.
“Lo importante es que se sientan protagonistas de este cambio”, apunta. Su modelo de trabajo, que ha cristalizado en el Afghan Journalist Safety Committee recibió el año pasado el premio Free Media Pioneer Award de la prestigiosa International Press Insitute. “Algún día”, explica Inkienen, “lo que hemos hecho srá el modelo de cómo actuar en otros países en conflicto a la hora de evitar los riesgos para los periodistas”