Cuando el amor viene de Italia, a todos alcanza

Spaghetti mediterránea o por qué todos los caminos conducen al amor (en italiano)

“Cerrado los domingos”. Leí esta frase en la puerta de un comercio e inmediatamente me imaginé que me pasaba toda la mañana en la cocina, cuidándome y cuidando a los míos. Hagamos la prueba este fin de semana, cerremos por amor y pongámonos a cocinar como lo hacía la mamma

| 12/02/2021 | 6 min, 58 seg

Subo las escaleras con una botella de vino siciliano en la mano. Mi mujer y el anfitrión van delante. Su piso está en la segunda planta. No presto atención a lo que dicen porque me fijo en las paredes y la barandilla, que necesitan una buena restauración; en las puertas de las casas, que a duras penas amortiguan las voces de niños con pantalones cortos, costras en las rodillas y tirachinas en un bolsillo. Decorados como ese se pueden ver en películas de Vittorio de Sica. Pero echemos atrás la cinta.

Quince días antes fui al videoclub que regenta el anfitrión a por una película de amor, y terminamos hablando de los spaghetti mediterránea y de las mamma del cine italiano. Cupido tiene el pelo rizado y la piel como la de las mujeres de una isla. He llegado a esta receta después de romper un corazón, amar a otra persona, mudarme de ciudad y retomar la costumbre de alquilar películas en DVD. Aquí es cuando aparece Dani Gascó, propietario del videoclub Stromboli y quien comparte conmigo la receta infalible para una cita amorosa. Él, a su vez, para conseguir que este plato le salga perfecto, ha trabajado durante quince años en la hostelería, y siempre se lo ha cocinado a las mujeres que amó. Puede que amar y cocinar sean la misma cosa. Aunque hay quien no lo tiene claro. Solo cuando se cocina con molto amore sale buena la comida. Fijémonos en Rocco y sus hermanos, o en Amarcord. En todas esas mamma que cocinaron para muchos. Tengo una tía en Madrid que es como una mamma, y cuando voy a su casa cocina para quince, para las vecinas, para sus hijos, para nosotros, para los táper. Uno siempre ha amado a las mamma de los filmes y esa forma que tuvieron de anticipar el poliamor.

En “La donna scimmia”, (traducido el título aquí por Se acabó el negocio), de Marco Ferrari, un pretendiente se le acerca a la protagonista para invitarla a ir a bailar, ella reacciona de la manera más natural y le contesta algo como “pero si aún no hemos ido a comer”, nos cuenta Dani. La comida antes que el amor.

“La comida, en una cinta romántica, ha de ser digestiva, sencilla, que quite el hambre, pero que deje espacio para el amor"

Dani trabajó en varios restaurantes, el último de nombre inolvidable: La Vita é Bella. Allí fue camarero y medio celestino —ahora se diría “coach gastronómico-sentimental” —. Así, cuando las parejas hacían el pedido, que incluía entrante y dos platos contundentes, si él veía que uno de los dos era de digestión pesada, les aconsejaba que descartasen uno. “La comida, en una cinta romántica, ha de ser digestiva, sencilla, que quite el hambre, pero que deje espacio para el amor”, nos dice en la cocina de su casa, donde acaba de formarse un triángulo muy de película, entre la salsa que borbotea en la sartén, las tres copas de vino y la luz que nos llega a través del enorme ventanal, y que ilumina una de las cocinas más hermosas que he visto en mucho tiempo. Dani es una persona tranquila, que habla sin alterarse y que, cuando sonríe, me recuerda a Ryan Gosling, un actor al que, seguramente, no le hace falta cocinar. Cocinar te da belleza. Si no lo creen, hagan la prueba el próximo domingo —y no solo porque este domingo coincida con la celebración de San Valentín—. Tomemos la cocina a media mañana, pongámonos un delantal, que el aroma de la comida al fuego atraiga a los gorriones y al gato de los vecinos.

Dani Gascó preparó los spaghetti mediterránea mientras nos contaba algunas anécdotas relacionadas con el cine. Como que le pasa películas inesperadas, “raras y difíciles de encontrar, los tesoros del Stromboli”, al director Fernando Trueba. O aquella de cuando vino Concha Velasco a La Vita é Bella y le preguntó si recordaba el título de “esa película de Billy Wilder en la que el protagonista es un borracho” y Dani le contestó que era The lost weekend, traducido aquí en España por Días sin huella. Dani lo cuenta sin perder ojo al guiso. Aunque esta preparación, lo van a ver enseguida, es tirando a fácil —como el amor; el amor debería ser igual de fácil, pero dicen que es doloroso, y lo que duele es que no haya amor del mismo modo que duele que no haya comida—.

Basta con abastecerse de tomates, olivas negras y anchoas. Se arranca vertiendo el contenido de los botes de anchoa (100 gr.) en la sartén. Se sofríen con su propio aceite. Lo haremos con cuidado, el necesario para que podamos contemplar cómo poco a poco se van deshaciendo los filetes y se convierten en una pasta. Cuando alcance esa textura, añadimos el tomate rallado (abundante, 7 u 8 tomates de la pera). Removemos de vez en cuando durante 20 minutos. Agregamos las olivas negras sin hueso, cortadas a rodajitas. Dejamos que todo se haga otros 25 minutos más. Y, por último, dos preceptos: que la pasta sea fresca y no añadir nada de sal en todo el proceso (ni a la salsa ni al agua para cocción).

La botella de vino tinto que nos bebimos la compré en una tienda de productos italianos, Delizie di Sicilia. La inauguraron Daniela Trupia y Antonino Foderà en 2019, en el número 51 de la calle de Salamanca. La casualidad ha querido que el Stromboli y Delizie di Sicilia estén a menos de un kilómetro de distancia.

Delizie de Sicilia es una tienda cautivadora, no solo por su nombre. El producto que tienen es cautivador, por calidad y por diseño. “Se empieza a comer con la vista”, me cuenta Daniela. La comida italiana es un Ferrari. Tienen vinos, pasta, dulces, quesos, café… Hay mucha luz y una exposición muy ordenada. Me invita a un caffè espresso. La forma en que lo dice es el envoltorio de diseño, la seguridad de que va a ser un café excelente. Antonino, mientras, guarda cajas en el almacén, comprueba albaranes. “En esta época uno no sabe si van a entrar muchos o pocos clientes a la tienda, pero tenemos que ir hacia adelante”, añade Daniela. El local tiene, además de una zona de venta, otra muy amplia, a modo de showroom. “Teníamos previsto hacer degustaciones, mostrar y hablar de sus productos. Todo esto está parado”. Pero ellos lo mantienen impoluto, listo “para cuando se pueda volver a celebrar”.

Le pregunto a Daniela por un menú romántico. “De entrantes, una tableta con quesos (pecorino con guindilla y curado), con mermelada de frutos rojos; de principal unos spaghetti aglio, olio e peperoncino. Ah, que no falte el postre, por ejemplo unos cannoli sicilianos, ni el vino, un nero d’Avola o un Marsala”.

Me he acordado de una noticia en clave satírica, como todas las de El Mundo Today, cuyo titular decía: “El Gobierno prohíbe durante las próximas dos semanas liarse con italianos por muy románticos, sexys y elegantes que sean”. Este artículo fue escrito al principio de la pandemia, pero yo seguiría sin tomármelo en serio. Liémonos este fin de semana con el italiano o la italiana que llevamos dentro, saquemos a la mamma de nuestra memoria cinematográfica y cocinemos para las personas a las que queremos. Imprescindible cerrar el domingo y no tener vergüenza de cantar mientras andamos entre fogones, no sé, por ejemplo “Il cielo in una stanza”, en versión de Battiato.

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