VALÈNCIA. Si a Susana Lloret (Alicante, 1966) le das a elegir entre ser feliz y estar en paz, elige lo segundo. A esta doctora en Psicología reconvertida en empresaria y filántropa le delata el blanco nuclear de su indumentaria que, asegura, le aporta una armonía que le es primordial. Durante la entrevista, su atuendo níveo no desentona con el muro impoluto de la rehabilitada naveañ industrial de los años treinta donde se aloja la fundación, nacida en 2014, que comanda: Per Amor a l’Art. Desde su cargo de directora general aprecia la consideración brindada por los grafiteros de la ciudad durante los cinco años en los que esta iniciativa privada apoyada en tres patas (el arte, la investigación y la obra social), se viene alojando en el edificio. No hay huella de aerosol en la fachada, tan solo el nombre del centro, Bombas Gens, en letras mayúsculas de un brioso azul klein.
«Comprendo lo que ese respeto significa y lo agradezco infinitamente», valora Lloret sentada ya para conversar en el jardín diseñado por el paisajista Gustavo Marina en el patio trasero. Al runrún del riachuelo que, en realidad, es una escultura trampantojo de Cristina Iglesias, desgrana los retos pasados y los planes para afrontar el incierto futuro con un poso incontestable de su pasado como analista de la conducta humana.
— Te defines como humanista, que no mecenas, ¿dónde está el matiz?
— El mecenas impulsa el arte, mientras que yo, desde la Fundación, abarco un abanico de intereses mucho mayor. Per Amor a l’Art es un paraguas que impulsa el arte y lo acerca al público, como también la investigación de enfermedades raras y la acción social. En lo que se refiere a investigación, hemos conseguido avances en la enfermedad de Wilson y ahora una serie de terapias se encuentran en fase de ensayos clínicos. En cuanto al aspecto social, nos preocupaba mucho hacer una aportación al barrio en aquello que más falta hiciera. Por eso, lo primero que hice fue entrevistarme con los colegios e institutos de Marxalenes. Yo quería centrarme en los niños pequeños, pero al final el hueco estaba en la ESO, en chavales de entre doce y dieciséis años. Así que utilizo la palabra humanista porque recoge intereses y actividades que revierten a la sociedad desde muchos y diferentes campos.