El esplendor del antiguo reino de Birmania, hoy Myanmar, late en este conjunto de estupas y pagodas milenarias
VALÈNCIA.- Las cosas están cambiando a toda velocidad en la antigua Birmania. El triunfo de la líder pacifista Aung San Suu Kyi en las elecciones democráticas de 2015, las primeras tras casi medio siglo de dictadura militar, ha supuesto la definitiva apertura de Myanmar al mundo. La llegada de viajeros atraídos por el único país del sudeste asiático que aún conserva gran parte de su autenticidad crece exponencialmente año tras año. El reino de la eterna sonrisa aguarda multitud de sorpresas. Unas de las más gratas son los templos de Bagan, relativamente desconocidos pese a ser uno de los sitios arqueológicos más importantes de Asia.
Se trata de un conjunto de nada menos que 3.300 templos budistas, pagodas y estupas de múltiples formas y tamaños repartidos en una llanura de apenas 42 kilómetros cuadrados en el corazón de Myanmar. Llegó a haber alrededor de 10.000 estructuras, pero las que sobreviven en pie desde su construcción entre los siglos XI y XIII están razonablemente bien conservadas. En los últimos años han sido objeto de sucesivas restauraciones para reparar los daños ocasionados por los terremotos y el paso del tiempo. El más reciente tuvo lugar en 2016 y causó desperfectos en decenas de templos.
A diferencia de otros complejos comparables –quizá el referente más próximo en monumentalidad sean los de Angkor en Camboya– los templos, monasterios y pagodas de Bagan están perfectamente integrados en el paisaje. El acceso a la zona arqueológica, dentro de la cual se encuentran quince aldeas, es libre. No hay límites espaciales ni temporales. Los templos y estupas diseminados por todas partes están perfectamente integrados con el paisaje físico y humano. Por eso, la mejor forma de descubrirlos es deambulando por la zona en bicicleta, ya que apenas existen desniveles y las distancias entre los principales templos se pueden cubrir perfectamente en un día. La pauta es perderse por las pistas de tierra y sumergirse en la atmósfera del lugar para descubrir cómo fluye la vida de campesinos, ganaderos o niños que juguetean alrededor de los templos.
*Lea el artículo completo en el número de julio de la revista Plaza
A diferencia de otros complejos comparables –quizá el referente más próximo en monumentalidad sean los de Angkor en Camboya– los templos, monasterios y pagodas de Bagan están perfectamente integrados en el paisaje. El acceso a la zona arqueológica, dentro de la cual se encuentran quince aldeas, es libre. No hay límites espaciales ni temporales. Los templos y estupas diseminados por todas partes están perfectamente integrados con el paisaje físico y humano. Por eso, la mejor forma de descubrirlos es deambulando por la zona en bicicleta, ya que apenas existen desniveles y las distancias entre los principales templos se pueden cubrir perfectamente en un día. La pauta es perderse por las pistas de tierra y sumergirse en la atmósfera del lugar para descubrir cómo fluye la vida de campesinos, ganaderos o niños que juguetean alrededor de los templos.
Para organizar la visita, un buen punto de partida es localizar alguno de los grandes templos con escalinatas para subir a sus terrazas y obtener una perspectiva general de la zona, como los de Buledi o la pagoda de Shwesandaw, la más famosa y también la más concurrida al final de cada jornada. Mire donde mire verá despuntar entre la vegetación templos de todas las formas y tamaños.
Bagan se divide en tres zonas: Nyaung U, el sector donde se concentran la mayoría de hostales y restaurantes; New Bagan, zona de menor interés arquitectónico en la que la junta militar reubicó a la población que vivía en la parte antigua, y Old Bagan, en la que se concentran los templos más famosos.
Uno de ellos es el de Ananda Pahto, sin duda uno de los más interesantes y mejor conservados abierto al culto. El remate dorado con forma de paraguas (hti) se eleva hasta los 52 metros en contraste con sus muros de piedra blanca y actúa de imán para atraer a centenares de fieles y visitantes. En su interior alberga cuatro estatuas de Buda hechas de teca maciza y de 9,5 metros de altura orientadas a los cuatro puntos cardinales. Las que dan al lado norte y sur son originales, mientras que las otras dos son réplicas de las que quedaron destruidas en un incendio en el siglo XVII.
el templo de ananda pahto, ubicado en la zona antigua de old bagan, es uno de los más interesantes y mejor conservados abierto al culto
Del templo budista de Bupaya solo queda la estupa dorada reconstruida a orillas del río Ayeyarwady, pero merece la pena acercarse para ver esta enorme ‘pipa’ de oro recortada sobre el cielo azul. A apenas cinco minutos hacia el sur desde Bupaya, el Gawdawpalin Pahto se eleva imponente con sus sesenta metros de altura y muros blancos. Lamentablemente las escaleras para subir a la terraza están cerradas, pero en su interior alberga varias figuras doradas de Buda de considerable tamaño donde los fieles depositan sus ofrendas.
Thatbyinnyu Pahto es el templo más alto y visible desde casi cualquier punto del viejo Bagan. Está construido sobre dos plantas cuadradas blancas ennegrecidas por el paso de los siglos con terrazas escalonadas y rematadas con varias agujas doradas. Casi al lado está Shwegugyi Pahto, mucho más pequeño pero interesante por las esculturas del interior y porque se puede subir para tener una buena perspectiva de los templos de Thatbyinnyu y Ananda.
Algo más retirado, fuera de la zona del Bagan antiguo, está el enorme templo de Dhammanyangyi Pahto, famoso por su muralla y por la leyenda que lo envuelve, que relata que el rey Narathu encargó su construcción tras asesinar a su padre, su hermano y una de sus esposas. En Nyaung U, la principal atracción es la pagoda de Shwezigon con su impresionante cúpula dorada. El mejor momento para visitarlo es tras la puesta de sol para sentarse tranquilamente a observar a los monjes mientras rodean la estupa iluminada.
*Este artículo se publicó originalmente en el número 37 de la revista Plaza
Madrid como capricho y necesidad. Me siento hijo adoptivo de la capital, donde pasé los mejores años de mi vida. Se lo agradezco visitándola cada cierto tiempo, y paseando por sus calles entre recuerdos y olvidos.