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top gun: maverick

Tom Cruise que estás en los cielos

La secuela de Top Gun, Maverick, asoma este viernes a las pantallas en equilibrio entre la aventura trepidante y la nostalgia

25/05/2022 - 

VALÈNCIA. Este año se cumplen dos aniversarios en Cannes, uno oficial y otro oficioso. El primero hace recuento de los 75 años cumplidos por el festival internacional de cine y se celebra en chapas y cartelería. El segundo quedó subrayado con estelas de humo en rojo, blanco y azul dejadas atrás en el cielo de La Croisette por la Patrulla Acrobática de las Fuerzas Aéreas Francesas para arropar el regreso de Tom Cruise, ausente de la cita cultural desde hace tres décadas. 

Cabe destacar que los jet Dassault Alpha se exhiben en contadas y sonadas ocasiones en el país vecino, caso del 14 de julio, Día Nacional. Cabe destacar también que Cannes se comprometió el año pasado a reducir su impacto ambiental, “un compromiso a largo plazo muy importante que requiere que todos pongan su granito de arena”, como se transmitió a la prensa días antes de inaugurarse la presente edición en un comunicado. Pero en la coherencia de su incoherencia, el festival de festivales, que es feria de las vanidades al tiempo que muestrario del cine grande, mediano y pequeño de todas las esquinas del mundo, excepto Rusia esta edición, Cruise llegó en helicóptero a Cannes y un despliegue militar arropó el estreno de Maverick (Joseph Kosinski)que llega a nuestros cines este viernes, 25 de mayo.

Porque como otra vez reza el correo eco del festival “todos y cada uno de nosotros tenemos la capacidad de generar cambios demostrando un comportamiento ecológico”, pero no todos espolear con una película el reclutamiento de toda una nueva generación de pilotos y por extensión, esperanzar a las salas con un peregrinaje masivo de nostálgicos de Top Gun (Tony Scott, 1986) para ver su secuela.

Porque, a qué negarlo, a pesar del runrún mediático por su pertenencia a iglesia de la cienciología y los titulares estrafalarios y perturbadores acerca de cómo la secta ha influido en sus relaciones personales, pocos actores en Hollywood tienen la presencia, la profesionalidad y el magnetismo de Cruise. Durante su veni, vidi, vici en la Costa Azul no solo promocionó su último título, sino que ofreció una clase magistral y recibió una Palma de Oro sorpresa a toda su carrera. 

Pensar a lo grande

“Hago películas para la pantalla grande. Mis largometrajes nunca se estrenarán directamente en las plataformas, porque el cine constituye una experiencia compartida, sea cual sea nuestra cultura o nuestro idioma. Siempre voy a los estrenos y me calo una gorra para poder sentarme entre el público. Me gusta ver los trailers”, compartía el actor ante un millar de personas en ovaciones encadenadas. 

El suyo es un cine comercial de autor. Si el espectador quiere ver a Tom Cruise ha de pasar por taquilla, porque no protagoniza publicidad ni series, evita eventos y alfombras rojas.

La pasión por su oficio afloró a los cuatro años con el cine de Buster Keaton, Harold Lloyd y Charles Chaplin. “A esa edad quería hacer películas, volar aviones, vivir aventuras... Incluso cuando fracaso con un proyecto, trato de abandonar la vivencia con algo aprendido. Siempre es mejor intentarlo”, desarrolló.

Su segunda película fue fundamental a ese respecto. En 1981 participó en Taps, más allá del honor (Harold Becker, 1981), protagonizada por George C. Scott y Timothy Hutton. Empezó a interesarse por el trabajo en todos los departamentos. Nunca fue a una escuela de cine. “ Pensé que si no volvía a hacer otra película, al menos entendería de qué se trataba.Nunca he tenido miedo de no saber algo”.

Si Gene Kelly baila, Tom salta de un puente

Sí respeto, en cambio, a precipitarse en sus decisiones. De ahí el encuentro largamente diferido con Pete Mitchell, ese alter ego arrogante y temerario, ataviado con gafas de sol y chaqueta de aviador, a lomos de su Kawasaki o propulsado a las nubes en un avión supersónico. En Maverick vuelve a haber insubordinación, vértigo, romance, misión suicida y coreografías aéreas. La cinta de acción es altamente disfrutable, con sus dosis espolvoreadas de nostalgia y su mirada actualizada a un presente nublado por la sustitución de los vuelos tripulados por drones militares.

“La gente me ha estado preguntado por qué he tardado 36 años en embarcarme en la secuela. Querían que hiciera una segunda película de inmediato, pero necesitaba crecer como artista,  entender qué es el cine”, dijo. De hecho, al hacer nuevas entregas en Misión: Imposible he aprendido que puedo mantener un diálogo con la audiencia”.

Como en anteriores superproducciones, a sus 59 años, el actor asume las secuencias de acción en Maverick. "Es como preguntarle a Gene Kelly por qué baila. De niño, con poco más de cuatros años, tenía un paracaídas de juguete. Quise hacer lo mismo y me construí uno con mis sábanas, me subí al techo y me tiré. En la caída pensé que no había sido una buena idea y que me iba a matar. De hecho, al caer me golpeé tan fuerte contra el suelo que vi las estrellas por primera vez a plena luz del día. Pero en último término me pareció divertidísimo", compartió entre risas.

El fulgor de su estrella fugaz eclipsó toda polémica, con una entrevista en público donde se soslayó la religión, y un repaso audiovisual a toda su carrera proyectado antes de cada uno de los pases de Maverick en el que no hubo rastro de Nicole Kidman en ninguno de los fotogramas que ilustraban las tres películas que compartieron: Días de trueno (Tony Scott, 1990), Un horizonte muy lejano (Ron Howard, 1992) y Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999). Controversias ensordecidas por el sonido de los cazas.

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