Más allá de titulares, ¿qué necesita València para ser proclamada oficialmente Capital Mundial del Diseño?
VALÈNCIA. València, en los últimos años, ha sido distinguida en diferentes períodos como capital de la innovación, de las telecomunicaciones, capital internacional de la libertad de expresión, Valencia Capital Sostenible o del sector que estuviese ocupando en ese lapso de tiempo las instalaciones de Feria Valencia o albergando algún congreso internacional. Y como cada año llega Habitat Valencia al recinto ferial y la ciudad se convierte en escaparate internacional del diseño de mobiliario, iluminación, textil y decoración, la Valencia Disseny Week paralelamente salpica las calles de eventos para diseñadores y muchos le añadimos la etiqueta gratuita de “capital del diseño” en titulares, notas de prensa y tuits.
Durante este 2017 la ciudad es, además, Capital Mundial de la Alimentación. Una titularidad otorgada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de la que València puede sentirse orgullosa para mostrarse al mundo, una representación que además viene ligada al compromiso de trabajar por un cambio en las costumbres de la alimentación hacia hábitos sanos y sostenibles.
Lo cierto es que, por distintos motivos, València es un buen punto de reunión, estratégicamente ubicada para desplazamientos internacionales, bendecida con el tópico del buen tiempo, consabida gastronomía y con atractivo turístico de sobra. Ah, y talento. Porque históricamente y al igual que ocurre con el tema de la alimentación y agricultura, València ya tiene ganado por honores un humilde título de referencia en cuanto a creatividad internacional se refiere.
Porque a nivel creativo somos referente. No es baladí decir que València ha sido cuna de diseñadores desde antes incluso de que el diseño se llamase diseño. Grafistas, cartelistas, dibujantes publicitarios, ilustradores, pintores, artistas… y más recientemente, durante las tres últimas décadas, algunas de las generaciones más potentes de diseñadores gráficos e industriales se formaron en la Comunitat Valenciana como narra el documental Cuarto Creciente de 2011 producido por la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana (ADCV).
Precisamente la ADCV es, como consecuencia de su recorrido histórico, referente a su vez entre el asociacionismo nacional. Esta semana preisamente se celebra en València el 5º Encuentro Nacional de Asociaciones de Diseño organizado por la Red Nacional READ, entidad cuya presidencia rotatoria es ahora de ADCV, y la valenciana es a menudo tomada como ejemplo a seguir. Haber sido catalizadora e impulsora de actividades de gran impacto para el diseño como la propia Valencia Disseny Week, el Congreso Internacional de Tipografía o centenares de exposiciones y eventos desde su fundación en 1985 y con gran parte de su recorrido con el viento institucional en contra es una buena medalla que colgarse. La consecuencia de una ADCV tan activa durante décadas es maravillosa, pero no ha de dejarse llevar por la inercia de unos valores fundacionales que treinta años después quedan desactualizados.
Ahora vivimos un momento bastante dual en lo que al diseño valenciano se refiere. A nivel global, no sólo aquí, el asociacionismo ha de ser más potente que nunca, ya que muchas de sus funciones se han trasladado de forma natural al entorno de las redes sociales donde no todas las organizaciones han sabido cohabitar. Por otro lado, a nivel individual hay más talentos visibles que nunca que no sienten la necesidad de remar unidos, y esto genera cierta confrontación entre la utilidad básica de asociarse. Concretamente en nuestra Comunitat, ADCV navega en este mar con la relativa tranquilidad de que las tornas polítias cambiaron hace un par de años y ahora las instituciones están de su lado, pero no olvidemos que el propio centro que alberga la asociación valenciana, Las Naves, busca ahora salir de la deriva en la que lleva años por culpa de no mantener un rumbo. Rumbo y estrategia a largo plazo que es lo que la ADCV debería fijar, levar anclas e izar velas.
Hay una organización no gubernamental a nivel internacional, la World Design Organization, que lleva sesenta años dedicada a promover la profesión del diseño. Nació como una sociedad internacional de organizaciones de diseño de distintos paises, y esa ICSID cambió este año su nombre a WDO, con más de 40 nacionalidades representadas.
Esta organización es impulsora, entre otros, del Día Mundial del Diseño Industrial o de la Capital Mundial del Diseño, un reconocimiento bienal que es otorgado a una ciudad por su uso del diseño como conductor del desarrollo económico, social y cultural.
En efecto, hay una capitalidad “oficial”, más allá de la que usamos de forma gratuita en titulares, y conlleva que la ciudad escogida plantea no una semana sino todo un año de programación de eventos para demostrar cómo las políticas en diseño e innovación mejoran la calidad de la vida de sus ciudadanos. Para ser Capital Mundial del Diseño, una ciudad debe demostrar que sus instituciones relacionadas con industria y educación van de la mano de un gobierno sensibilizado y de los diseñadores para trabajar en el desarrollo urbano, y que ha dado sus frutos.
La primera ciudad en poseer este título fue Torino, que en 2008 albergó casi 400 actividades en torno al diseño con un ambicioso programa anual de iniciativas, exposiciones, conferencias, congresos y ferias que generaron una repercusión mundial y ejercieron de aglutinante, a lo largo de todo un año, para crear redes profesionales que actuaron sobre la administración pública y empresas pero también en escuelas y asociaciones de diseñadores.
Como las semanas del diseño que vivimos en València pero a lo largo de un año, atrayendo figuras e instituciones internacionales que hicieron mella en la ciudad italiana. El impacto no era inesperado. La fórmula funcionó y ayudó a reconducir conversaciones entre diseñadores, políticos y ciudadanos.
Tras Torino vino Seúl en 2010, una capitalidad que ayudó a empujar el desarrollo de esta ciudad; Helsinki en 2012, en territorio nórdico ya aclimatado al diseño como factor dentro de la sociedad con lo que la población se volcó masivamente con unas actividades que no le eran ajenas y fue determinante para surgir la figura ciudadana del Chief Design Officer; Ciudad del Cabo en 2014, donde las cifras avalaron un resultado que superó todas las expectativas; Taipéi en 2016, cuyo caso de éxito radicó en el que las ciudades pueden adaptarse a las demandas de la gente a partir de la función de mejora de la calidad de vida que proporciona el buen diseño, y en 2018 tomará el relevo Ciudad de México.
Una de las grandes expectativas puestas en la capitalidad de una urbe de la envergadura de Ciudad de México es cómo podrá inspirar a otras megaciudades para utilizar el diseño como herramienta para el cambio social. El proyecto allí para el año que viene es abrumador, donde plantean que el diseño moldee desde programas del gobierno local al desarrollo de espacios de uso público.
Distintos alcaldes han reconocido descubrir a través de esta disciplina parte del patrimonio de sus ciudades, que fueron construidas precisamente gracias al diseño como herramienta cultural que desarrolló industria, empresa y también soluciones de uso social. Unos testimonios bajo el denominador común de reconocer que ser declarada “ciudad del diseño” fue un factor que ayudó a mejorar en cifras sus municipios (la política siempre necesitada de rendir cuentas en cifras).
Para 2020 aún no está anunciada cuál será la Capital Mundial del Diseño. Las candidaturas se cerraron y competirán la francesa Lille y la australiana Sídney, y la ganadora se conocerá seguramente en pocas semanas.
Hacia el último trimestre de 2018 se abrirá el plazo para presentar candidaturas para 2022. No es mal aliciente para que València se pusiese las pilas en madurar su posición respecto al diseño, no sólo bajo el discurso del valor competitivo que puede aportar a las empresas, sino como un motor básico para el desarrollo social y cultural.
Las buenas prácticas en el diseño valenciano de los últimos meses son buena cuenta de cómo pueden ayudar a dar un giro de 180º a la comunicación institucional con el caso de éxito del cartelismo público, promover la innovación o revitalizar zonas urbanas con eventos como la Valencia Disseny Week. A nivel cultural, talón de Aquiles, València tiene una gran oportunidad de poner luz y estrategia, pero también un bagaje gráfico a reivindicar. ¿De qué no podría esta ciudad ser capaz si salieron adelante tantas cosas con gobiernos indiferentes y descuidados con el diseño como factor cultural e innovador?
El apoyo local desde la administración y Alcaldía es clave para el calado del diseño en una ciudad, pero una propuesta así necesitará del soporte del gobierno autonómico. Y la situación en estos momentos es más que cordial y participativa, hay sintonía y es un tren que no habría que dejar pasar para recuperar un organismo público que gestione las competencias del diseño.
Preparar una candidatura para València sería el acicate necesario para sentarse los actores necesarios para desarrollar las políticas de diseño que la Comunitat Valenciana necesita. Las ciudades declaradas Capital Mundial del Diseño fueron capaces de focalizar inversiones, generando a la ciudad una visibilidad que no tenían. Para València, ser declarada WDC supondría
una reivindicación a la vez que una demostración, un premio también, una oportunidad sin duda para el colectivo pero, sobretodo, para una ciudad que al fin está en el mapa por méritos propios y no por corruptelas.
Una vez una ciudad envía su candidatura, avalada por el gobierno local, hay un proceso de evaluaciones antes de ser recogida oficialmente como candidata, que para la capital de 2022 sería mediados de 2019. A partir de ahí, visitas, reuniones y deliberaciones para, en octubre de 2019, ser finalmente anunciada con todo el trabajo de desarrollo de un programa anual por delante. Mucho, mucho, mucho trabajo, que es como se consiguen las cosas.
El proceso está abierto a cualquier ciudad, independientemente de su tamaño, donde lo realmente importante es un portfolio que muestre su trayectoria involucrada con y desde el diseño, un documento que hable de capacidades e iniciativas, de promoción internacional y, sí, un presupuesto para afrontar todo un año de actividades. La propia Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana sería capaz de presentar candidatura a nivel burocrático, pero como hablábamos antes, hay que trazar una sólida estrategia interna para, posteriormente, sentar a todas las partes relevantes interesadas a trabajar en ello. Es viable. Sería increíble. ¿Seríamos capaces?
En mi cabeza esta candidatura sería una oportunidad para dinamizar la comunidad de diseñadores valencianos y colaborar con las instituciones en un plan estratégico del diseño que vertebre total la Comunitat. Aglutinar diseñadores, empresas y también políticos, lo cual no sería complicado ya que parece que todas las partes han dado pasos en diferentes proyectos para remar a una.
València, además, lo merece como reconocimiento al diseño valenciano. La importancia de ampliar el campo de visión del empresarial al cultural y social podría acuñar la madurez del diseño de aquí. Así que más allá de hacernos preguntas sobre capacidades, y estando todos de acuerdo en que algo así sería bueno y es realizable, pongámonos a trabajar.
El Ayuntamiento impulsará un concurso de ayudas por 150.000 euros "para organizar eventos relacionados con la Capitalidad Mundial del Diseño de 2022"