VALÈNCIA.- Hay pocas cosas que motiven más a un periodista que la oportunidad de bautizar a una generación de artistas y de englobarla bajo un mismo techo creativo. Ser el visionario que definió y llamó por su nombre al grunge, la nueva ola, la indietrónica, la Generación X o, ejem, la Explosión Naranja es una condecoración indeleble, un salvoconducto a la posteridad, aunque sea en boca de unos pocos. Y, admitámoslo, el actual ecosistema del cómic y la ilustración en València se muestra totalmente propicio a unir la línea de puntos. A saber: un puñado de celebradísimos y, sobre todo, celebradísimas, artistas nacidos entre mediados de los ochenta y principios de los noventa. Casi todos ellos provenientes de facultades de Bellas Artes y que han crecido en un momento en el que el cómic empezaba a ser un sector cultural con una mayor consideración y accesibilidad. También, dicho sea de paso, son hijas e hijos de una incipiente diversidad en las estanterías de las librerías, lejos de lo que, durante mucho tiempo, había sido poco más que un cómic europeo versus superhéroes norteamericanos. Así, la llegada y posterior consolidación durante la década de los noventa en España del manga —el cómic alternativo norteamericano— o los diversos intentos de revitalizar el tebeo español desde lo independiente crearon un caldo de cultivo en el que, más que nunca, un preadolescente o adolescente podía asumir el cómic como un medio que le contase historias de su interés y, al mismo tiempo, le permitiese contarlas.
Hoy, la envidiable madurez de grandes nombres de aquella nueva escuela valenciana de Daniel Torres, Mique Beltrán o Miguel Calatayud, que estableció la línea clara como símbolo de sofisticación y elegancia durante los años ochenta, la presencia en la ciudad de nombres en la primera línea de la historieta nacional e internacional como Paco Roca, Salvador Larroca, Cristina Durán o Miguel Ángel Giner Bou y la existencia de un núcleo de artistas entre los veinte y los treinta cargados de energía y relevancia apunta a que lo que ocurre hoy en València alrededor del cómic se queda corto si lo circunscribimos a una sola generación.
Porque sí, se podría darle un envoltorio generacional al conjunto de autores que encabezaría Ana Penyas, ganadora del Premio Nacional de Cómic con su excelente Estamos todas bien (Salamandra Graphic, 2017). Penyas publicó en 2021 la no menos destacada Todo bajo el sol (Salamandra Graphic), año en el que también publicaron obras reseñables Núria Tamarit (Giganta, para Norma Editorial) o Laura Pérez con su segunda novela gráfica Tótem (Astiberri).
Tan solo dos años antes, Nuria Pérez había publicado Ocultos (Astiberri, 2019), su primera novela gráfica en solitario, que recogió excelentes críticas y un buen puñado de premios, entre ellos el primer Premio El Ojo Crítico de Cómic 2020, el Ignotus 2020 al mejor tebeo nacional y el Splash Sagunt al mejor álbum nacional de 2019.
La dibujante valenciana no acaba de ver un componente unitario en el hecho de que coincidan tantos artistas de una horquilla de edad próxima que viven en la misma ciudad: «Conozco a Ana Penyas de encontrarnos en algún sitio. Con Pau Valls coincidí en el máster de Ilustración Profesional de Barreira A+D, y con Núria Tamarit lo mismo», cuenta. Asimismo, concluye: «No sé muy bien cuál puede ser el vínculo entre ellos, pero la verdad es que no tengo mucha más relación que las coincidencias accidentales». Preguntada por posibles paralelismos entre la actual hornada de autores valencianos, Laura Pérez razona que «hay una línea que permanece y otra que busca nuevos referentes y maneras de expresión. Las referencias de diferentes generaciones siempre van a enriquecer las actuales».
Un vínculo que sí se ha mantenido desde los años ochenta es la versatilidad de autores de cómic a la hora de trabajar en el ámbito de la ilustración comercial. «Los encargos dentro del marco de la ilustración, en mi caso, me permiten tener un poco de tiempo para poder dedicarlo al cómic», cuenta Pérez, quien explica cómo ambos trabajos requieren dinámicas distintas: «los encargos suelen ser a corto plazo y con pocas imágenes, lo que permite poder compaginar ambas cosas, mientras que un cómic va a requerir meses o años para poder terminarlo».
Llevar el cómic a la calle y convertirlo en punto de encuentro, ya sea a través de exposiciones, de jornadas y festivales como Truenorayo o Tenderete: «Son impulsores al conocimiento de nuevos y conocidos talentos, así como puntos de unión entre artistas y entusiastas; creo que son eventos necesarios que permiten una actividad directa».
Sacar el cómic de las casas y las tiendas es también una de las obsesiones de Álvaro Pons desde hace varias décadas. Al más puro estilo superheroico, Pons compagina su día a día como profesor titular del Departamento de Óptica de la Universitat de València con una intensísima labor como divulgador de cómic que le ha llevado a convertirse en una firma de referencia en medios de comunicación. También a impulsar la integración sin complejos del cómic tanto en el entorno universitario, a través del Aula de Còmic y la Cátedra de Estudios del Cómic de la Fundación SM y la Universitat de València, como en el ámbito de las Bellas Artes, abriendo las puertas de museos como el IVAM o el Muvim a la historieta, como es el caso de la actual muestra dedicada a Ortifus que se puede visitar en estos momentos en la Nau.
Álvaro Pons no cree que haya una nueva-nueva escuela valenciana del cómic. «Sí creo que hay una nueva generación que está teniendo más repercusión. Si te fijas, desde los años ochenta, la presencia de autores y autoras valencianas ha sido continuada», reflexiona.
Una de esas afortunadas sinergias es la exposición itinerante Mujeres al borde de un ataque de viñetas, impulsada por el Vicerrectorado de Cultura y Deporte a través del Aula de Cómic Cátedra de Estudios del Cómic de la Fundación SM y la Universitat de València, en gira por diversas facultades de la Comunitat Valenciana, que ha sido comisariada por las profesoras de la Universitat de València Adela Cortijo y Noelia Ibarra, junto al propio Álvaro Pons. En ella, se analiza la autoría de la mujer en la historieta poniendo el foco en una generación joven que asume el lenguaje del cómic desde nuevas miradas y que ha cosechado una merecida atención nacional e internacionalmente. La muestra exhibe obras de autoras valencianas de nacimiento o adopción como Anabel Colazo, Silvia Ferrer, María Herreros, Amelia Navarro, Ana Oncina, Luna Pan, Ana Penyas, Laura Pérez, Núria Tamarit o Xulia Vicente.
Precisamente este excelente momento del cómic valenciano del que son motor fundamental tan amplio número de autoras es el mayor motivo de celebración para uno de los integrantes de la Nueva Escuela Valenciana, Mique Beltrán: «Lo que más me interesa y me parece más importante durante los últimos diez o quince años es la incorporación de voces femeninas al cómic. Pienso en Cristina Durán, Julia Cejas, Núria Tamarit, Laura Pérez, Xulia Vicente, Mireia Pérez, Paula P y muchas más», afirma el dibujante valenciano. De hecho, insiste en que «nunca había visto algo parecido» y pues, en sus inicios, «solo había dos mujeres que dibujasen: Ana Juan y Ana Miralles. Ana Juan se dejó el cómic muy pronto y se dedicó a la ilustración y a la pintura, y la única que siguió era Ana Miralles; en aquella época esto era un páramo». El creador de Cleopatra, la heroína más famosa del cómic español, sí que admite sentirse identificado con el espíritu rompedor y el atrevimiento formal de muchas de estas autoras. Nosotros, la llamada Nueva Escuela Valenciana, también teníamos la pretensión de romper con lo que era el esquema de siempre del cómic en los temas y a nivel gráfico y yo esto lo veo en ellas», rememora.
Álvaro Pons piensa que lo que hay ahora es el resultado de un crecimiento exponencial y reflexiona que «sí puede ser que haya habido elementos catalizadores de ese movimiento: por una parte, la actividad alrededor del cómic que se percibe en el entorno de la facultad de Bellas Artes desde principios de los años 2000, que generó un gran movimiento con los grupos de trabajo de cómic que ha habido siempre allí». Ello, según añade el divulgador, «ha favorecido que haya habido mucha continuidad. Es prácticamente toda una generación ligada al entorno de Bellas Artes, pero creo que lo que tenemos ahora es un crecimiento continuado. Sí que es verdad que hay una gran cantidad de autores y autoras, pero no se puede hablar de escuela, puesto que no hay coincidencias estilísticas».
Para el profesor titular del Departamento de Óptica de la Universitat de València, mirar al pasado reciente de la profesión de la viñeta en la capital de la Comunitat revela cómo, desde los años ochenta del siglo pasado, ha habido en València una presencia casi ininterrumpida de creadores de cómic que llega hasta nuestros días. «Prácticamente desde los años ochenta podemos encontrar la presencia continuada de autores valencianos», recuerda Pons. Al respecto, relata que «si tomamos como punto de partida la generación de la mal llamada Nueva Escuela Valenciana de Línea Clara, después llegó la generación alrededor de la revista Marca Acme, con Ana Juan, Ana Miralles o Carlos Ortin, y más allá de ellos han venido muchos otros, así que podemos hablar más bien de un continuo, auspiciado de alguna manera por esa primera generación de los Torres, Sento y Calatayud».
Álvaro Pons extiende el hilo invisible de los autores y autoras valencianos recordando a otros colectivos de dibujantes de los noventa y primeros dosmiles, como 7 Monos o los representantes valencianos de la cooperativa de fanzines Epicentro.
El colectivo 7 Monos reunió a un grupo de amigos de la facultad de Bellas Artes de València unidos por su interés por el cómic y la cultura popular. Manuel Bartual, Sergio Córdoba, Víctor Santos o Jordi Bayarri, entre otros, funcionaron durante años como colectivo editorial. Algunos de ellos (Bayarri) han hecho de la autoedición una salida profesional, mientras que otros, como Víctor Santos, compaginan trabajos para el mercado estadounidense con obras publicadas primero en España. Bartual, por su parte, colaboró con El jueves, fue cocreador de la revista Orgullo y Satisfacción y compatibiliza su trabajo como diseñador y packager en la editorial Astiberri con diversos proyectos transmedia.
El colectivo Epicentro se extendió durante la primera década de los dosmil y contaba con participantes en Madrid, Aragón, Galicia y diversos puntos de la Comunitat Valenciana. En València, su actividad se centraba en la tarea del fanzine de Flascinder y Studio Kat. Los segundos emprenderían el camino de la profesionalización creando la editorial Fandogamia, que actualmente presenta una variada oferta que incluye cómic español, licencias norteamericanas o manga.
«Ha llegado la generación que se ha formado en el manga, la generación que se ha formado con el cambio audiovisual que han traído las series de televisión y animación», destaca Álvaro Pons. Un paraguas en el que se pueden incluir a algunos de los autores jóvenes antes citados, pero también a creadores que se empeñan en buscar su propio camino experimentando con el gekiga (cómic alternativo japonés), la lucha libre o el lirismo de Jim Jarmusch, así como a otros más cercanos a la sensibilidad del underground norteamericano, como César Sebastián o Adrián Bago. Y todo ello, recuerda Pons, sin pasar por alto a los autores y autoras que participan en Camacuc, decana revista de cómic infantil en valenciano, o a los jovencísimos fanzineros que llevan sus autoediciones al festival Tenderete.
«Lo que vemos es una aparente explosión, que no lo es tanto; es algo que está aquí en los primeros veinte años del siglo XXI y los últimos del XX», recuerda el divulgador valenciano. Álvaro Pons destaca cómo, en este momento, València disfruta de una serie de autores y autoras que son referentes a nivel nacional en los que la coincidencia es intergeneracional. «El foco del cómic nacional está en València —apunta—; tenemos tres Premios Nacionales de Cómic (Paco Roca, Ana Penyas y Cristina Durán). El cómic valenciano lo que tiene ahora es protagonismo, eso lo veo más que el hecho de que haya una escuela o una generación. Lo que hay ahora nuevo es la ausencia de líneas, límites y fronteras; hay una diversidad buenísima»
Como muchos otros eventos presenciales, la covid-19 impidió que se realizase la 19ª edición del Tenderete Fest, que sí pudo volver el pasado mes de enero. El encuentro de fanzines y autoedición de València se acerca a la veintena convertido por méritos propios en uno de los eventos del cómic punteros a nivel nacional, demostrando que, en ocasiones, mantener una personalidad definida sí es garantía de longevidad.
Tenderete está impulsado por la asociación Vendo Oro y se celebra en València desde el 2011 dos veces al año (en enero y en junio). Los dos días de festival dan para mucho, y así se sucede una completísima programación compuesta por charlas, exposiciones, conciertos, talleres y feria de publicaciones, además de actividades no oficiales de diverso pelaje. Más allá de eso, este encuentro de fanzines y autoedición es un punto de encuentro e intercambio entre autores de cómic, ilustración y músicos que supone un espacio de libertad y un punto de entrada al mismo tiempo. Lejos de las colas interminables de los macroeventos y del reclamo de las superproducciones superheroicas, los grandes lanzamientos o las celebridades de Youtube, Tenderete ha sabido crear una manera de funcionar que no requiere un crecimiento constante ni se rige por la rentabilidad a cualquier precio. Y el resultado no solo es que ha conseguido atraer cerca de medio millar de proyectos y propuestas independientes de toda España, pero también de Portugal Francia, Italia, Reino Unido, Alemania, Colombia, México, Brasil, Perú o China, sino que ha servido para convertirse en vivero y refugio de talentos locales.
Eventos de cara al público y escala modesta como las Jornadas de Cómic de València, Flama Hama o el Truenorayo Fest favorecen a ampliar el mapa de actividades que contribuyen a que el cómic y el fanzine sean una fuerza viva de la ciudad y no solo un ejercicio íntimo y doméstico de trabajo y disfrute.
La fanzinoteca del IVAM, la primera biblioteca de fanzines de cómic en la historia de España, es la extensión perfecta en forma de espaldarazo institucional a todas estas iniciativas artísticas. La donación de Álvaro Pons de casi cuatro mil fanzines a esta biblioteca supone un importantísimo vértice de estudio e investigación de un material por definición efímero y difícil de rastrear con el paso de los años. El fondo incluye ejemplares de los años sesenta, fanzines históricos como La piraña divina o El Gat Pelat, referentes como NSLM (Nosotros somos los muertos) de los dibujantes Max y Pere Joan y ejemplos notables del fanzine valenciano de los ochenta. El proyecto de fanzinoteca del IVAM tiene acceso libre de consulta para investigadores e interesados, y supone una apuesta perenne que acompaña proyectos expositivos en su programación artística como las muestras VLC. Línea Clara, Caso de estudio Daniel Torres, Fanzination! Los fanzines de cómic en España o El Dibujado. Paco Roca. El impulso del fanzine en València alcanza lo vertiginoso y, así, Alejandro Álvarez y EIXA, los responsables del blog Fanzineología e impulsores del Flama Hama, anunciaban en 2021 la creación de un museo fanzinero abierto al público a partir de su colección de 2.500 ejemplares que aún no ha abierto sus puertas. El cielo es el límite.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 88 (febrero 2022) de la revista Plaza