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'MEMORIAS DE ANTICUARIO'

Valencia en la encrucijada: el factor sorpresa

22/05/2016 - 

VALENCIA.Valencia significó una sorpresa para Victor Hugo cuando subió los 207 peldaños del Miguelete afirmando que desde allí podía divisar hasta 300 campanarios. Y es que Valencia, aunque el bosque no nos deje ver los árboles, es una ciudad de torres y cúpulas, sin parangón en nuestro país, y esta es una de las muchas cosas sobre las que se sabe poco ahí fuera.

Cada vez está peor visto ser turista y mejor, viajero. Cada vez somos más los que no nos gusta que nos traten – o nos maltraten - como un turista allá donde vamos. Los imanes en forma de paella para la nevera, la mítica figura de la flamenca, o esas postales todas de color negro con la leyenda “Valencia (o cualquier otro lugar) by night” están de capa caída. Buena parte de los turistas quieren ser percibidos como viajeros. El mundo se empequeñece, todo se iguala y se torna aburrido; los destinos sorprendentes son cada vez más escasos y el desarrollo digital es tan extraordinario que hay lugares que, de antemano, ya se conocen visualmente a la perfección. Sin embargo todavía hay lugares que pueden deparar numerosas sorpresas. Hay una palabra recurrente que en relación con Valencia pronuncian muchos de los extranjeros que visitan mi galería: sorpresa. Nuestra ciudad es una sorpresa virtuosa para quienes nos visitan. No creo que empleen tanto esta palabra quienes visitan Madrid o Barcelona.

Hoy en día, como visitante, hay dos formar de percibir las ciudades a las que uno viaja: aquellas que su visita, un tanto adormecedora, es una especie de checking para confirmar o no las expectativas previas que se tenían en ella depositadas; ciudades que se visitan pero que no se descubren, pues “existen” previamente en nuestra retina mental antes de haber ido siquiera. Barcelona, Praga, París, Florencia pertenecen a esa nómina. Aprovechando esto se me ocurre un símil-consejo: es un pecado “descubrir” visualmente la  Basílica de San Pedro aproximándose a ella por Vía Conciliazione (abierta por Mussolini derribando para ello decenas de edificios), puesto que la cúpula de Miguel Ángel la divisarán desde lejos cada vez un poco más cercana y cuando lleguen a la enorme plaza, siempre con la visión de la cúpula al frente, las sensaciones serán de cierto dejá vù. Mejor, lleguen callejeando por los laterales de esa inmensa avenida apareciendo, casi de improviso en la inmensa columnata de Bernini y admirase ante la sorpresa que supone la aparición tras las columnas de la mole miguelangelesca. Es el factor sorpresa. Algo muy parecido sucedía con la portada barroca de nuestra catedral. El efecto teatral de su aparición cuando se llegaba a ella callejeando debía ser muy potente. Ahora con la apertura en su día de la Plaza de la Reina, tras el derribo de los edificios el efecto es adormecedor. El factor sorpresa es esencial y Valencia puede todavía jugar con ello. Hay un libro excelentemente escrito de Paco Pérez Puche con título bastante ilustrativo: Valencia, secreto a voces. ¿Porqué no dejar que Valencia sea un permanente secreto a voces?

Creo que los errores del pasado reciente debemos emplearlos para tomar un impulso nuevo. Lo grande a veces no funciona. Yo no se si la política turística de una ciudad como Barcelona es un error. Posiblemente sus hitos arquitectónicos sean tan mediáticos que solo cabe “la vía de la cantidad”, que desde hace décadas le supone una gran fuente de ingresos. Una política que ,sin embargo, ha supuesto una merma en la calidad de vida de los ciudadanos de buena parte de la ciudad. Hace un tiempo, de paso por el mercado de la Boquería, inevitablemente se me venía a la mente nuestro Mercado Central al comprobar que, frente al nuestro, muy poca de la gente que compraba en el mercado barcelonés era del barrio. En Barcelona el éxito y el fracaso van cogidos de la mano. Valencia está todavía a tiempo de saber gestionar sus virtudes. 

Por conversaciones que tengo con compañeros del sector tanto anticuarios, galerías de arte, e incluso artistas, existe un aumento de contactos comerciales con viajeros y a penas con turistas “los de los cruceros a penas tienen tiempo de pararse”. La informática en estos casos es una herramienta que el viajero emplea para informarse e investigar sobre dónde encontrar comercios especializados acordes con sus gustos artísticos. El viajero me pregunta por artistas locales; el turista no lo haría. El primero se interesa por la cerámica valenciana antigua; el turista se conforma con la reproducción en el mejor de los casos o en el peor un recuerdo de la ciudad producido en un país oriental. El viajero es probable que acabe una tarde en un café o una galería de Ruzafa; el turista es difícil que salga del sota, caballo y rey turístico. ¿Estamos seguros que la apuesta por el turismo de cruceros es el camino adecuado? ¿debemos obsesionarnos con las cifras de visitantes o con el tipo de visitante que queremos? ¿debe seguir obsesionándonos la cifra?.

Una de las virtudes que destacan los visitantes con los que hablo, a parte del descubrimiento arquitectónico y cultural que supone Valencia para ellos, es el encanto hecho de poder perderse por una ciudad poco masificada turísticamente y sentirse, volviendo al principio, como un viajero más que como un turista. No creo que tenga nada que ver la percepción de una ciudad como la nuestra que es más de perforarla y levantar el telón de sus numerosos rincones, que tiene el turista de crucero que el viajero curioso.

La Asociación para laProtección del Patrimonio Históricohabla de que los ingresos por turismo cultural crecieron un 13,4% entre 2009 y 2013. En este último año  el retorno fue de 22,3 euros por cada euro invertido y los puestos de trabajo relacionados con el patrimonio cultural crecieron un 184%, y el número de empresas un 241% entre 2009 y 2013. Es lo que viene a llamarse el “petróleo cultural".

Percibo un rumbo positivo en este sentido. Todavía hay mucho por hacer tanto política como socialmente, pero está calando una filosofía de ir poco a poco, aprovechando lo que ya tenemos, y asentando un nuevo modelo de ciudad con los riesgos que ello supone. Hablar de un nuevo modelo de urbanismo, por ejemplo, es algo que asusta, pero creo que es algo por lo que hay que apostar. Estamos en el momento clave para resolver la encrucijada en la que se encuentra la ciudad; al contrario, hay destinos ya no pueden resolver muchos de los problemas, algunos muy graves, que vienen aparejados a un modelo turístico que apostó por el número de visitas. La semana pasada entró un viajero de Viena a la galería, parecía que hacía la visita en solitario y era la primera vez que visitaba Valencia aprovechando un vuelo directo de una compañía austriaca. Tras comprarme unos dibujos le pregunté por la ciudad: ¿le ha gustado Valencia?, ¿que si me ha gustado?, respondió enfáticamente, “Valencia es mi ciudad, ha sido una verdadera sorpresa”.  

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