Suena Andrea Bocelli de fondo, la tenue luz de las velas ilumina las amplias mesas del salón, en las paredes se entrevén tramos de la antigua muralla árabe de la ciudad. Todo está cuidado al detalle, desde el suelo de maderas nobles al trono de los reyes aragoneses de la entrada. Te acompañará a la mesa Antonia Sulipano, una napolitana enamorada de València, casi tanto como Vincenzo Pucci ellos forman la pareja detrás del restaurante Casa d’Aragona. Lo dejaron todo en Nápoles -familia, amigos, trabajo fijo-, y se vinieron a “la mejor ciudad del mundo” afirma convencidísimo Vincenzo. Tras un año creando el concepto, hace casi un mes que han abierto un restaurante donde “hacer evidente lo que nos une, nuestro pasado conjunto como parte de la Corona de Aragón, donde está el origen de la cocina italiana”, esta vez, en forma de rercetario tradicional. Y para ello, apuestan por dos valores seguros: un chef y un pizzaiolo, que rozan la perfección en todas sus creaciones.
“No es un negocio al uso, aquí hemos puesto nuestra alma, es un proyecto de vida”, sentencia Antonia, que tenía un dossier de más de 100 páginas sobre cómo quería que fuera su Casa d’Aragona. Y para ello una premisa “máxima calidad, porque una paella que está hecha con productos valencianos siempre estará más buena que una con arroz o verduras de baja calidad. Con la cocina italiana pasa igual, traemos quesos de Occelli, harina Caputo, hicimos una cata de tomates de San Marzano y nos quedamos con Strianese, que es quizá la marca más cara del mercado, las anchoas de la pizza Marinara son de Santoña”. Buscan un público que aprecie esa calidad, que note la diferencia y “que sepa que en cada bocado se está comiendo lo mejor de lo mejor”. Y no han escatimado en gastos a la hora de crear el negocio de su vida.
Pero para competir en la champions de la pizza en la ciudad, no basta con ofrecer buena materia prima, tener un buen local y una masa bien fermentada. Hay que buscar la excelencia, y en el mercado de fichajes se han traído al Maradona de la fermentación, el Messi del amasado, el Ronaldo de la pizza napolitana, al pizzaiolo Cristiano Tommaso. Vigente mejor pizzero de España, sexto del mundo, sus pizzas son tan adictivas como veneradas por aquellos que las prueban. Tras ganar fama y premios en Albal, en Il Cammino dei Briganti, Tommaso ha dado el salto a la primera división, a jugar contra los mejores en la big city, y para ello se ha rodeado del mejor equipo. Un horno artesanal napolitano montado pieza a pieza in situ, los mejores ingredientes del mercado, y una receta de masa mejorada que fermenta durante 72 horas.