La lluvia me dejó sin tema del 9 d'Otubre para este domingo, así que me veo obligado a echar mano de una de mis neuras, que, como saben todos aquellos que siguen este billete dominical, son los dineros públicos y, más concretamente, cómo se reparten.
La semana pasada, sin ir más lejos, terminaba la columna con un “encara ens passa poc”, que se quedó corto a la luz de las comprobaciones que he hecho posteriormente. Aún nos pasa poco a los valencianos, pagafantas y meninfots una y otra vez.
¿Cómo se explica, si no, que el Gobierno haya estado al menos desde 2018 subvencionando las academias de las lenguas cooficiales y se haya dejado fuera a la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL)?
(Inciso para Mazón, que quiere cambiarle el nombre: la mayoría de academias de la lengua no llevan el adjetivo detrás de la palabra "lengua", sino delante, o no lo llevan: así, la Real Academia Española y otras diecisiete academias de la lengua (española), la Académie Française, la Academia Alemana de Lengua y Literatura, la Real Academia Gallega...)
Más de dos millones de euros habría ingresado la AVL desde 2018 si alguien se hubiera acordado de la Comunitat Valenciana, empezando por los ministros encargados de repartir el dinero, primero el astronauta Pedro Duque, a la sazón diputado por Alicante, y ahora Diana Morant, diputada por Valencia y secretaria general del PSPV-PSOE.
Curiosamente, ha sido después de que Mazón le ha recortado el presupuesto a la AVL y Morant ha salido al rescate con dinero estatal, cuando nos hemos enterado de que estábamos en babia, financiando con los impuestos de los valencianos todas las academias vascas, catalanas, gallega y hasta la asturiana sin que nadie más que nosotros financiara la valenciana.

- Imagen de archivo de la presidenta de la AVL, Verónica Cantó, y Diana Morant.
- Foto: PSPV
Pongo en plural las vascas y catalanas porque los catalanes tienen dos –la del catalán y la del aranés– y los vascos tienen cuatro academias, cuatro, que este año han recibido un total de 799.160 euros. Casi 800.000 euros, que salen de los impuestos de todos los españoles excepto de los vascos y navarros.
Y aquí hay que abrir otro paréntesis para preguntarse por qué el Estado español subvenciona a estas cuatro academias vascas con 800.000 euros. Un dinero que sale de un presupuesto en el que los vascos no ingresan ni un céntimo porque la educación, la cultura y la promoción del euskera son competencias exclusivas que no entran en el Cupo. Para estas competencias, ellos recaudan y ellos se lo gastan, sin aportar nada a la caja común, ya que solo aportan al presupuesto de España para las competencias contempladas en el Cupo, como Defensa, Asuntos Exteriores o Casa Real.
Es como cuando la ministra Cristina Garmendia, natural de San Sebastián, pagó a dedo con el dinero de todos los españoles, menos de los vascos y navarros, la mitad del Basque Culinary Center, 7 millones de euros, en plena crisis de 2009, mientras recortaba las subvenciones a la investigación y obligaba a los institutos tecnológicos de toda España a competir por las migajas.
El caso es que Morant ha decidido este 2025 incluir a la AVL en las subvenciones a las academias, pero se ha puesto en evidencia una vez más al otorgarle un 40% menos de ayudas que a las academias de la lengua de Cataluña, País Vasco y Galicia. Recibe incluso menos que la Sociedad de Estudios Vascos (Eusko Ikaskuntza), que es la segunda de las academias vascas que más recibe.
¿En qué se diferencian un vasco y un valenciano cuando tocan poder? Pues que uno barre para casa y el otro no se acuerda de dónde está su casa.
Pero no se vayan todavía, que lo de los catalanes también es para que nos lo hagamos mirar.
El otro día asistí a la inauguración de la exposición Obras maestras del Museo Sorolla, organizada por la Fundación Bancaja, con la que su presidente, Rafael Alcón, ha dejado en evidencia a la Generalitat, demostrando que se puede montar una excelente muestra de nuestro pintor señero sin necesidad de gastarse 20 millones de euros. Tal vez por eso no acudieron a la inauguración Mazón ni su conseller de Cultura. Tampoco estuvo la alcaldesa, María José Catalá.
Ha sido tan fácil como aprovechar que el Museo Sorolla de Madrid se encuentra en obras para para pedir en préstamo una selección de 59 pinturas. Eso sí, y es a lo que iba, la exposición la sufraga enterita la Fundación Bancaja: transporte, seguro, montaje, catálogo, inauguración, publicidad... hasta los viajes y estancia del personal del Museo Sorolla lo tiene que pagar la Fundación Bancaja, que no recibe un euro del Ministerio de Cultura a pesar de la gran labor de divulgación cultural que viene haciendo los últimos años con exposiciones de gran nivel, como las variadas de Sorolla en su centenario, Genovés, Lita Cabellut, Oteiza y Chillida, Úrculo…

- Exposición Obras maestras del Museo Sorolla en la Fundación Bancaja. Foto: MARGA FERRER
¿Y por qué tiene que subvencionar el Ministerio de Cultura a una fundación privada?
Pues buena pregunta, que se responde con un detalle poco conocido, un detalle de 20 millones de euros al año, que es la subvención que el Ministerio de Cultura otorga a una cosa llamada “capitalidad cultural de Barcelona”, que consiste en que el Gobierno reparte esa cantidad entre entidades culturales públicas y privadas de la ciudad condal, a algunas de las cuales no tiene nada que envidiar la Fundación Bancaja.
Por poner tres ejemplos de 2024, a la Fundación Antoni Tàpies, para la conmemoración del nacimiento de Antoni Tàpies, 350.000 euros; al Consorci Mercat de les Flors para la producción artística de seis proyectos, 300.000 euros; a la Fundación privada Taller de Músics para el proyecto Nodo de Creación y Difusión Musicales 2024, 290.000 euros… Aquí la lista completa para poner los dientes largos a Rafael Alcón y al resto de gestores culturales valencianos.
Esto de la capitalidad cultural de Barcelona para siempre se lo compró Zapatero a Jordi Hereu en 2006, aunque Rajoy se lo cargó en 2011 por la crisis y los recortes. En 2020 lo rescataron Sánchez y Ada Colau, siendo ministro de Cultura nuestro paisano José Manuel Rodríguez Uribes. Y hasta hoy.
A esta ayuda de 20 millones anuales hay que añadir, como ya publicó este periódico, el predicamento que tienen los catalanes para conseguir que sus eventos culturales y deportivos sean considerados por el Ministerio de Hacienda acontecimientos de especial interés público, lo que implica desgravaciones fiscales para los organizadores y los patrocinadores. En 2025, trece eventos catalanes y cero valencianos.
El acondicionamiento del Palau de les Comunicacions para la exposición de los sorollas de Nueva York nos va a costar, precisamente, 20 millones. La historia nos dice que lo vamos a pagar los valencianos a pulmón mientras contribuimos a sostener la Eusko Ikaskuntza y el Mercat de les Flors, entre otras entidades catalanas y vascas. No estaría de más que el Consell pidiera al Ministerio de Cultura que eche una mano. Aunque solo sea para no dar a Ernest Urtasun la excusa de que ni siquiera se lo hemos pedido, que es la cruda realidad.
Da la impresión de que los valencianos en Madrid no se enteran de nada ni frecuentan los despachos donde se reparte el dinero. Siento tener que repetir que la culpa es nuestra y que aún nos pasa poco.