València

EL CALLEJERO

La Dana afiló el colmillo de Xavi Castillo

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Picanya se levantó. Como todos los pueblos. Con sus heridas y sus traumas. Aún queda ese filtro marrón que ha tintado l’Horta Sud entera, pero la gente ha regresado a la calle, un tipo se dobla un cubata en la terraza de la plaza del pueblo y los vecinos vuelven a llevar a los perros para que se desahoguen. El puente militar sobre el Poyo le da un toque apocalíptico y duelen los mensajes que resisten ahí arriba. Xavi Castillo, humorista cáustico, lo perdió todo en la Dana. El agua y el barro barrieron su taller y un año después la compañía aún anda con las ayudas y los laberintos burocráticos, pero el cómico presenta buen ánimo.

Xavi es de esas personas que hablan a voces. Quizá sea por deformación profesional, por cómo se tiene que comunicar encima del escenario, mientras tritura al personaje público de turno. Ahora, en el centro de la diana, le toca a Carlos Mazón, y el espectáculo que el actor pasea por todas partes se llama ‘El Ventorro’. Sobran las palabras.

Xavi Castillo nació en Onda, pero sus orígenes, en realidad, están en Alcoi. Su padre trabajaba en el ‘taulell', en la potente industria azulejera de Castellón, como todo el mundo, pero comenzó a aprender el oficio de zapatero y en Alcoi, cuando se mudaron, ya se dedicó a eso. “Jo soc el fill del sabater i la sabatera”, cuenta con un punto de nostalgia. Como muchos hombres de la época, su padre compaginaba este oficio con otro, en su caso el de celador en el Hospital Civil Oliver. Su hermano Toni, que fue capitán del Alcoyano, continuó con la zapatería. “Mi hermano, en Alcoi, es una institución, Mucho más que yo”.

  • Foto: KIKE TABERNER

El joven Xavi no fue un buen estudiante y durante el COU nocturno ya empezó a trabajar en el teatro con Pep Cortés, Juli Cantó, la compañía Cassola… “Al principio hacía de todo, incluso de tramoyista, y luego acabé como actor”. Su vida ya estuvo siempre ligada a las tablas. A él siempre le gustó expresarse a través del humor, pese a que nunca había sido el gracioso del grupo. “Eso es un mito y mucha gente me dice que soy muy serio. A mí siempre me ha gustado el teatro social, un teatro cañero”. Es la influencia de Els Joglars, Pepe Rubianes, El Tricicle… Y ese es el teatro que hacen en Pot de plom, su compañía. “También hice algo de teatro serio un tiempo, en València, pero no es lo mío”.

La compañía germinó en un pub de Alcoi que se llama ‘L’Escenari y tiene cerca de 40 años. “Ahí, en 1992, hacíamos sketches”. Después, hace 18 años, se mudó a Picanya. Al local actual se trasladaron un mes antes de la Dana. “Estaba todo lleno de cosas y lo perdimos todo”. No ha sido fácil recuperarse. “Ha sido duro. Da la sensación de que todo cuesta mucho y ha sido posible gracias a Adela, mi compañera, que es quien ha gestionado todo el papeleo. Ha sido muy laborioso. El otro día hicimos una fiesta de inauguración”.

No quiso la ayuda de Juan Roig

Xavi Castillo pidió muchas ayudas, pero descartó la de Juan Roig.“Es una ayuda que preferimos no pedir porque en mi oficio hago parodia de muchas cosas y no me apetecía que en mis espectáculos apareciera que habíamos recibido su ayuda. Y, además, ya nos estaban entrando ayudas más relacionadas con la cultura y el teatro. Yo nunca me he metido con él, pero me pareció coherente no pedirle ayuda”.

  • Foto: KIKE TABERNER

El comediante no estaba en el taller el fatídico 29 de octubre. “Menos mal porque lo que hubo aquí fue un tsunami”. El barranco está muy cerca y el agua llegó con toda la fuerza. “Entró como un río y no tenía por donde salir. La puerta estaba destrozada. Por suerte aquí no había nadie. Los vecinos me iban informando. Estaban muy asustados porque el agua no paraba de golpear todo lo que había dentro contra las paredes. Mi casa está tres o cuatro calles más allá.  Yo estaba en un primer piso con mi hija, Olivia, y unas amigas. El Ayuntamiento no había suspendido las extraescolares, pero nosotros decidimos no llevarlas”.

Desde su casa veía cómo subía el agua y cómo pasaban los coches flotando, arrastrados por la corriente, como si fueran de plástico. De vez en cuando se asomaban a la escalera y veían que el nivel iba subiendo. Xavi, pese a todo, lo cuenta como si fuera un sketch. Da la sensación de que ha levantado un dique para contener todas las emociones de aquel día y que, pasado un año, no tiene la menor intención de derribarlo. Así que cuenta la inundación de su pueblo como si fuera un chiste. Con respeto, pero sin dramatismo. Luego se pone más serio para contar que le dijeron a las niñas que no se asomaran. Recuerda también la alarma “dels collons” de las 20:11 horas. “Eso fue una barbaridad. Desde las 12 del mediodía ya tenían muy claro lo que estaba pasando en los barrancos y no fueron capaces de convocar el Cecopi por la mañana ni de mandar la alerta mucho antes. Por eso es tan grave lo que ha pasado: porque hay una responsabilidad política muy grande, una responsabilidad delictiva”.

Hace unos días, como si le persiguiera una maldición, se quedó atrapado por el temporal de Tarragona. Venía de vuelta y, llegando al Delta del Ebro’, la alerta ya era roja. Se quedaron atrapados en un área de servicio. “Estaba todo el mundo acojonado y cuando sonaron las alertas todo el mundo se asustó mucho. Pero la alerta sonó cuando tenía que sonar. La gente volvió a sufrir grandes pérdidas, pero la gran diferencia es que no hubo muertos”.

  • Foto: KIKE TABERNER

El cómico ha sido capaz de pasar todas esas experiencias traumáticas por el filtro del humor y crear un espectáculo donde convertir el llanto en risa. Xavi lo ha llamado ‘Veriueu-ho Especial El Ventorro'. “Mi teatro está entre la indignación y el cachondeo. Hay mucha risa. Yo llevaba otros espectáculos, pero la gente me pedía El Ventorro y no les podía fallar”. El transito de la desgracia a la comedia lo define como “orgánico”. También tiene algo de terapéutico. Al principio grabó unos vídeos que calaron hondo en las redes sociales y eso le dio una pista.

Atrapado por otro temporal

Su sorpresa fue que un día estaba en el local arrasado por la Dana y, de repente, vio entrar a una gente que gritaba “¡Cristo vive!”. Xavi, anticlerical, se giró sorprendido y preguntó que quiénes eran. “Me dijeron que eran los evangelistas de Elche. También había otra gente de una parroquia de Torrent. Yo tenía aquí una misa. Pero les estoy muy agradecido porque lo que había aquí era muy bestia con todas las escenografías convertidas en una pasta. Sin esos voluntarios aún estaría aquí sacando el fango. Todo eso lo cuento en el teatro y hace mucha risa, pero era muy buena gente”.

El espectáculo, como en otros que ingenió antes, le sale de la mala leche. “Yo hago un tipo de humor que tiene mala hostia. Y es verdad que hay días que te vienen bajones o días que te da ganas de dejarlo e irte a trabajar a casa. Luego vas cambiando la actitud y es verdad que me afectan las cosas, como a todos, pero no soy muy sentimental”.

  • Foto: KIKE TABERNER

A sus 58 años, Xavi Castillo ha renacido en Picanya y ahora pasea su inundación camuflada de broma por todas partes. Lo han perdido todo pero poco a poco va recuperándolo. Luego va al teatro y abre su Ventorro particular. No hay manera de cerrarlo. “Llevo desde noviembre sin parar”. Humor, sátira, parodias y mala uva. Una combinación que, en estos tiempos, es un triunfo.

Xavi tiene tres hijos y Olivia, la pequeña, de ocho años, es la que estaba con él en Picanya el día de la Dana. Meses después, cuando volvían de Tarragona, le tocó revivir esa mala experiencia: se fue la luz, sonó la alerta, coches de bomberos… Y se asustó pese a que su padre trataba de hacer broma. Por suerte no llegó el agua porque el área de servicio estaba en una zona un poco elevada.

El local de la compañía va recuperando prestancia. Las paredes vuelven a ser blancas. El teléfono suena de vez en cuando. Y hay que seguir. No queda otra. “Yo con poca cosa puedo volver a hacer teatro”. Xavi prefiere no pensar que el barranco sigue ahí al lado. “Si estuviera pensando en eso todo el rato, no hubiera vuelto aquí. Pero no se puede vivir así”.

  • Foto: KIKE TABERNER

El Ventorro es un misil contra Carlos Mazón. Xavi Castillo fantasea sobre qué pasaría si se lo encontrara por la calle. “Le diría: vente aquí que te voy a pegar una ‘escolteta’. Es muy heavy. La gente no entiende cómo puede dormir ese tío. Yo voy deduciendo cosas y creo que ahí tiene muchos negocios. Además de que, quedándose, se blinda económicamente”.

-¿Y cree que él le diría algo a usted?

-Me la suda. A los políticos les da rabia el humor, pero a ellos sí que les gusta ir de campechanos.

Xavi Castillo no mide. Dice que nunca ha tenido la sensación de haberse pasado con una parodia o mofándose de un facha. Su referencia siempre ha sido el gran Pepe Rubianes (1947-2009). “Me daba igual lo que contara, yo me moría de risa igual. Y también voy siguiendo a los de ahora, gente como Buenafuente o Berto, pero mi suerte es que cuando empecé a hacer teatro pude ver cosas muy chulas y muy buenas: Els Joglars, Dagoll Dagom, Vol Ras, Leo Bassi, Tricicle… Eso me aficionó al teatro. Pero mi referencia es el Rubianes. Luego también he ido conociendo cómicos americanos como Geroge Carling, que es muy bestia. O lo que hacen en ‘Polònia’, en TV3, que para mí es un 10. Aquí ha sido imposible. Ni siquiera cuando estuvo la izquierda, que tampoco quería nada que pudiera ofender a nadie”.

El taller de Xavi Castillo ha recuperado la buena cara. Vuelve a haber vestuario colgado de las burras, caretas, cabezones y al fondo resiste un ninot que le hicieron en la falla Na Jordana. El humor ni se ha ido ni falta ahora. Eso es lo único que no le pueden quitar al cómico de Alcoi, el cómico con el colmillo más afilado.

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