VALÈNCIA.- Lunes 28 de marzo de 2022. Llega a las redacciones de los medios de comunicación un texto de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE): «la Junta Directiva de AVE lamenta profundamente que el Ayuntamiento de València y la Generalitat Valenciana no se hayan implicado lo suficiente para conseguirlo (la Copa América de Vela, que se queda Barcelona), pese al apoyo mostrado por la sociedad civil en general y el mundo empresarial en particular». Es lo que se llama en el argot periodístico pegar un palo, en este caso a Ximo Puig. ¿Gratuito? ¿Contrastado? Contrastado: no se implicaron lo más mínimo, en la misma medida que los empresarios tampoco pusieron encima de la mesa la pasta. Pero vayamos por partes.
Es cierto que la Generalitat y el consistorio no han mostrado ni una pizca de entusiasmo a la hora de querer acoger la competición. En ningún momento se lo han creído. A su favor: por el camino se han encontrado ofertas ridículas, inconcretas, faltas de rigor y alguna con aroma a estafa, sobre todo con las que se topó la concejala Pilar Bernabé en su primer contacto con dos conseguidores extranjeros. Pero había otros actores más serios, como el Real Club Náutico de Valencia. El tiempo fue desbrozando la madeja y acabaron los representantes de esta institución reunidos en el Palau con el elegido por Ximo Puig para quitarse de encima lo que Presidencia consideraba un marrón de los buenos. El representante era Joan Calabuig después de sustituir a Jorge Alarte, que fue el primero en comerse la historia.
Cuando ya disponían del contacto directo con el mandamás del Team New Zealand, cuando se habían superado barreras por encima de intereses comerciales, Presidencia tampoco se volcó. Puig no tocó a rebato para que el personal se arremangara de cara a ver si eso era factible o no. No. Pidió informes a consellerias y no es que se los cerraran como con la ATE del Valencia CF o como para allanar la llegada de la gigafactoría de Volkswagen a Sagunt. El estudio mostraba que las cifras no eran idílicas, no había asegurado un retorno inmediato y era una apuesta arriesgada. Ideal marco para no involucrarse. Mucho dinero público de entrada. Y, encima, había que esperar que la iniciativa privada se involucrara para que aquello saliera rentable. Demasiado riesgo para algo que atufaba a Partido Popular. Todo eso según datos de la Generalitat.
Daba igual, Puig no estaba por la labor. Una señal de que al president no le interesaba lo más mínimo es que no le encargó un estudio pormenorizado a su querido Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), su sanedrín de expertos a los que recurre en todo momento. Valgan o no. A lo peor es que el Ivie hubiera justificado la apuesta. De hecho ya lo hizo con la Fórmula 1 o con el evento náutico sobre el que elaboró un informe tras la primera edición del 2007. Aquel documento recoge que los impactos acumulados en el periodo 2004-2007 representaban el 2,67% del PIB y el 3,29% del empleo de la Comunitat Valenciana de ese periodo, mientras que el incremento del gasto que suponía la Copa del América se había traducido en un incremento anual en torno al 1% del PIB y del empleo en 2005, 2006 y 2007. De los 2.767,9 millones de gasto corriente realizado por los distintos agentes involucrados en la competición, el 74 % corresponde a inversión en construcción en infraestructuras, y se crearon 74.000 empleos. El responsable del informe era Joaquín Maudos.
Pero aquello no era unidad de medida. Se metió en esa vorágine hasta infraestructuras que poco tenían que ver con el mar. Pero sí había un dato revelador: el gasto turístico de los visitantes supuso 123,7 millones de euros; el de los megayates 25,1 millones, el de los medios de comunicación, 16,4 millones; ACM gastó en la Comunitat 95 millones, y el Real Club Náutico de Gandia y los hosteleros, un total de 89,3 millones. En total 615 de impacto real.