Esta localidad suiza es la puerta de entrada a los Alpes suizos y el lugar en el que disfrutar del pico Cervino, uno de los dientes de piedra más bellos de Europa
5/08/2024 -
VALÈNCIA. Toda la vida tomando Toblerone y nunca me había puesto a pensar que la silueta de esa montaña era el pico Cervino o Matterhorn, de 4.478 metros de altitud. Tampoco que un día dejaría de verlo en su envoltorio para observarlo desde la cercanía, dejándome cautivar por su pico en forma de pirámide y con cada una de sus cuatro caras orientadas a un punto cardinal diferente. Por su altura, es el quinto lugar entre los dientes de esta sierra que comparten Francia, Italia, Suiza, Eslovenia y Austria, pero su belleza es tal que el símbolo de Suiza no es el mítico Mont Blanc (4.810 m), sino esta cumbre que también podría presumir de ser la más hermosa de Europa.
El acceso puede realizarse desde el lado italiano, en Cervinia, o desde el lado suizo, en Zermatt-Matterhorn. En mi caso me decanto por este último por dos motivos: me viene de paso en mi periplo en furgoneta —de España a Alemania— y, dicen, que desde este lado es más bonito. Lo que no sabía es que en Zermatt los vehículos no están permitidos. Vamos, que aunque hay una carretera bien asfaltada, aquí no hay ningún tubo de escape contaminando el lugar. Y no es una norma reciente, sino que se aprobó en 1931 y ha sido refrendada desde entonces. Esto hace que para llegar hasta la localidad se deba dejar el coche en el aparcamiento de Täsch, a unos seis kilómetros de distancia, y coger un tren o un taxi eléctrico colectivo. He de decir que está todo muy preparado, así que no supone ningún inconveniente. Lo único que hay que tener en cuenta es no llegar tarde, porque entonces debes regresar al alojamiento andando y, después de la caminata…, pues mejor no pensarlo.
Menos mal que me estoy informando sobre cómo llegar, porque si no mañana ya me veía entrando con la furgoneta por el pueblo. En el camping en el que me alojo me explican las distintas rutas senderistas que se pueden hacer. Me decanto por la ruta de los cinco lagos que, aunque es la más popular de la zona, es la única que veo factible para hacer en un día. Eso será mañana, hoy me toca descansar con el pico Cervino vigilando la noche estrellada.
Me despierto temprano, aunque aquí madrugar es levantarse antes de las siete de la mañana porque mis vecinos de parcela ya se han ido y otros muchos ultiman los preparativos antes de echarse la mochila al hombro. Por suerte, hay otros que calientan la leche del desayuno y algunos tienen la caravana o la tienda cerrada a cal y canto. Esto es lo bonito de dormir en campings, que ves los distintos tipos de viajero que hay y cómo la vida amanece según su filosofía. Yo soy de las de apurar unos minutos en el saco y luego levantarme de un salto para, en un plis plas, estar lista para salir. Eso sí, en Zermatt-Matterhorn disfrutaré de un buen desayuno, que me espera un día largo de caminata.
A la localidad de Täsch llego sin problemas, aunque es verdad que me ha costado encontrar un taxi y que he tenido que esperar hasta que estuviera lleno. Al final da igual el país en el que estés, todos hacen lo mismo. Con algo de retraso según mis previsiones llego a Zermatt.Me llama la atención las casitas de madera tradicionales, las flores en los balcones, los mazouts con más de quinientos años de antigüedad y lo hogareño que es todo, pero también que todo está preparado para el turismo, ya sea en invierno o en verano, con tiendas de montaña, souvenirs, los taxis… pero, aún así, sientes cierta calidez. Mucha gente ha tenido la misma idea que yo: desayunar en una cafetería, así que me cuesta encontrar un lugar donde tomar un buen café con un trozo de bizcocho o pastel. Encuentro un local con una de esas vitrinas en las que te comerías todo, y desayuno junto a la ventana, viendo a la gente pasar con sus mochilas, algunas incluso más grandes que la persona. Y sobre los tejados se alzan las montañas, sobresaliendo el pico Cervino, aunque hay algunas nubes que cubren la cima.
La ruta de los cinco lagos
Ahora sí, comienzo la ruta de los cinco Lagos (5-Seenweg), de unos diez kilómetros y que me llevará al valle del glaciar Findelgletscher. Para ahorrarme unos kilómetros decido coger el funicular que me deja en la estación de Sunnegga Paradise. Por cierto, se llega a través del Sunnegga Express, el primer funicular subterráneo de Suiza y uno de los más rápidos y modernos del mundo. Desde aquí, muchas personas cogen el teleférico hasta Blauherd para no andar tanto y hacer el camino de bajada. Yo descarto esa opción. Al salir de la estación me fijo en la cantidad de gente que hay alrededor del lago Leisee y espero que se quede allí a pasar el día. Por cierto, aquí se sitúa un puesto de observación de marmotas, a ver si veo alguna.
Emprendo el camino y sigo las indicaciones, aunque, de vez en cuando, me giro para contemplar el Cervino y el paisaje. Me llama la atención lo seco y amarillo que está todo, seguramente por la sequía de este año y por ser pleno mes de agosto. Aun así, me parece un paisaje silvestre y pedregoso precioso. De vez en cuando veo a alguna oveja típica del lugar, con su hocico negro y su pelaje esponjoso blanco. Así llego hasta el segundo lago: Stellisee (2.537 m), también llamado lago espejo porque, en los días claros y sin viento, sobre sus aguas se refleja el Corvino. Tengo relativa suerte porque el reflejo no es nítido, pero me parece precioso el lugar y es el ideal para darle un mordisco al Toblerone que llevo en la mochila. El camino ahora desciende hasta llegar al tercer lago, el Grindjisee (2.334 m), una pequeña laguna de verdes aguas rodeada de abetos y perfecta para descansar un rato. Sin embargo, decido seguir hasta el cuarto lago, Grünsee, y comer allí. Es un momento único, disfrutando del bocadillo que, en este entorno, sabe a gloria, con la paz del lugar, las montañas... y viendo si la señora que se ha puesto el bañador finalmente se bañará en el lago. Lo hace y hasta parece disfrutar.Yo me quedaría congelada allí, y más teniendo en cuenta que el tiempo ha cambiado de repente e, incluso, caen algunas gotas. Las nubes persisten, pero no la lluvia, así que voy hasta el último lago: Moosjisee. Este lago es artificial: se emplea para generar electricidad y crear nieve para las pistas. Su color lechoso muestra que el agua es de los glaciares, concretamente, del glaciar Findel.
Para muchos este sería el final del camino, pero no es mi caso; cuando voy a la montaña disfruto tanto que me pongo a andar y se me va el oremus... Y así lo hago, haciendo caso omiso a las nubes y dejándome llevar por esta zona tan bonita. Estoy prácticamente sola, con algunas marmotas que deciden salir de su escondite, aunque al verme pronto van a otro.
Pasito a pasito llego hasta Gornegrat y, de ahí, voy hasta el lago Riffelsee, que de no haber sido por las nubes hubiese sido una foto para enmarcar, porque aquí el Corvino se refleja en el lago limpio. Pero ya se sabe que la foto también hay que buscarla y esperarla. Las horas pasan, empieza a llover y decido correr hasta la estación de Riffelberg, porque está a punto de pasar el último funicular (al cambio, el billete de ida cuesta cuarenta euros). Lo cojo y me relajo, hasta llegar a Zermatt, porque seguro que me va a tocar correr para no perder el taxi. Y así es, me están esperando todos y, con un «I'm so sorry» sin aliento, me siento en el coche.
Al camping llego destrozada, pero feliz. Muy feliz. Me tomo una cerveza en mi sillita, mirando el Corvino y pensando en la aventura que buscaré para mañana. La encuentro enseguida: la ruta que lleva hasta el puente Charles Kuonen.
El tercer puente más largo de Europa
El aliciente de hacer el camino europeo de Grächen a Zermatt (yo lo hago al revés y solo un tramo pues dura dos días) es básicamente cruzar el puente Charles Kuonen que, con 494 metros, es el tercer puente peatonal más largo de Europa. Posición que puede cambiar, porque fue construido en 2017 siendo el más largo y, en este 2024, ya ocupa la tercera posición... El camino discurre entre bosques y a cada esquina pienso: «aquí está». Pero no lo está, así que sigo caminando y disfrutando las vistas hasta que finalmente llego hasta él.
No voy a hacerme la valiente. Me cuesta poner el primer pie en el puente, porque se mueve mucho. Un perro no quiere cruzar y su dueña lo coge en brazos. Otra chica está que sí que no... y yo cojo la directa. Da un poco de cosa, porque se mueve mucho y apenas hay espacio para dos personas, así que cuando viene alguien de frente solo puedes hacer una cosa: meter barriga para que puedan pasar y quedarte inmóvil para que no se mueva mucho (el punto más alto está a 85 metros). Imposible. Del susto se pasa al disfrute, con esa sensación de estar caminando por las alturas de los Alpes suizos, disfrutando unas vistas privilegiadas y, además, en la solitud. Ahora toca regresar, pero reconozco que Zermatt me ha sorprendido para bien y es una lástima que no pueda estar más días.
Zermatt (Suiza)
¿Qué más hacer en Zermatt?
El mejor mirador de los alpes. Situado a casi 4.000 metros, el mirador Matterhorn Glacier regala unas increíbles vistas de los Alpes. Para llegar hasta él se puede coger el teleférico —el más alto de Europa—que, al ser sus cabinas de cristal, permite contemplar las vistas, como el glaciar. En la cima está la estación de esquí más alta y más larga de Europa, en la que se puede esquiar hasta en verano, además de las grandes cumbres repartidas por Suiza, Italia y Francia como el Mont Blanc, el Gran Paradiso y el Matterhorn.Además, desde aquí puedes combinar la visita con la del Gornergrat y Riffelsee.
¿Cómo viajar a Zermatt?
En avión. Desde Täsch se puede llegar en tren o en taxi eléctrico
¿Cuál es la moneda de Suiza?
Moneda: El franco suizo. 1 CHF equivale a 1,03 euros.
¿Dónde alojarse?
Lo mejor es buscar un alojamiento en Randa o en Täsch.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 118 (agoto 2024) de la revista Plaza
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