Si la cara es el espejo del alma, el nombre de este local es el alma, directamente, sin espejos ni medias tintas. Bajo al bar, solemos decir. ¿A qué? A tomar una, a charlar con un amigo, eso sí, seguro que se me alarga y pico algo
Porque eso es El Bajo Bar. Un sitio donde ocurren cosas y la gastronomía es un complemento. Cero en postureo y diez en cosas sencillas. Desde siempre me ha apasionado esa idea de “con poco recibo mucho”. Y así es como suceden aquí las cosas. La música, el trago y la comida. Esta última sin grandes pretensiones, pero bien presentada. ¿Y cómo se consigue? Con cariño. Son tres personas las encargadas de ponerlo: Kike Marugán, Citla Cantón y Noelia Sayas.
La carta está a la vista, apuntada en un par de pizarras. Hay delicias de aquí y de allá. Chistorra al mezcal, camembert con mermelada casera, longaniza de pagés, quesos canarios, spianata romana, lacón a la gallega, guacamole… Una o dos veces al mes se marcan un especial, en el que suben el listón con tacos mexicanos o hamburguesas o bocadillos de pulled pork, todo de lo de “me pido otro más”.
Hace poco recibieron un Solete de la Guía Repsol. También hay que estar atento a estas cosas sencillas, y saber que en el Bajo Bar sale el sol por las tardes, de jueves a sábado, y los domingos a mediodía. Me bajo al bar. ¿A qué? A tomar algo, igual me lío y pico algo, eso sí, con cariño.