escapadas hedonistas

Nápoles, más allá de la Pizza

Nápoles y Sicilia se articulan dentro de nuestro imaginario como un reino anexo a esa Corona de Aragón que dominaba el mediterráneo en épocas pretéritas y que formó parte de ese Imperio Español en el que nunca se ponía el sol.

| 12/01/2024 | 4 min, 22 seg

La llegada de los Borbones, vino aparejada de la decadencia económica, política y moral del Imperio Español. Ese que tras la Guerra de Sucesión palmó el territorio italiano en el Tratado de Utrecth (1713). Felipe V, “el rey de la infamia” que aún luce boca abajo en Xátiva, trató de recuperar el dominio cinco años después, pero la derrota de los españoles ante el resto de potencias europeas le hizo volver con el rabo entre las piernas. Luego lo del XVIII: juegos diplomáticos, bodas, anexiones, etc. Finalmente Nápoles y Sicilia abandonaron cualquier tipo de influencia borbónica tras el “Risorgimiento” impulsado por Garibaldi y la proclamación del Reino de Italia en 1861.

Todo esto nos sirve para entender una zona (el sur de Italia) y un arco (el Mediterráneo) que confluyen y convergen en lo cultural, lo social y lo histórico desde hace cientos, miles, de años. Una zona que abraza y estrecha desde el lánguido y decadente Sur una esencia festiva, barroca y repleta de excesos. Donde las calles son bullicio y jolgorio y las mesas casi tan sagradas como la Santa Madonna o el “Dios” Maradona. He viajado a Nápoles dos veces y en ambas he sentido lo mismo: Nápoles es València en Fallas todo el año. Sí, Nápoles es un tumulto, un caos, una algarabía. Es indolente y apabullante. Precisamente ese carácter es el que le confiere una personalidad única.

NÁPOLES ES VALÈNCIA EN FALLAS TODO EL AÑO

Una personalidad que en lo gastronómico se fundamenta en la pizza. No en vano Nápoles es la cuna de la “vera pizza italiana”. Y precisamente las propuestas aquí son variadísimas. Desde las clásicas Margheritta y Marinara que encontramos en la celebérrima Pizzeria Da Michele pasando por la deliciosa Sapori e Profumi di Amalfi en la Pizzeria Port’Alba o la San Marzano en  Concettina ai tre santi, hasta llegar a las particulares Pizza Fritta (pizzas con la masa frita en aceite de oliva que supone el culmen del exceso) donde las pizzerías más recomendadas son las de Gino Sorbillo, tanto en el Lungomare como en centro, La Masardona (que también posee dos, una en lungomare y otra cerca de la estación central de trenes) o Pizza Fritta 1947 justo enfrente de Da Michele.


También hay mercados interesantes como el de pescado en Porta Nolana, un compendio de barreños repletos de conchas, mariscos, anguilas y pescado fresco de todo tipo, el de Pignasecca con sus puestos de frutas, verduras o frituras y el de Vergini en Rione Sanità donde se puede observar a cielo abierto como desde los balcones suben y bajan cubos con poleas repletos de alimentos. En ellos es habitual encontrarnos con algunos platos de “street food” italiano: pizza a portafoglio, panuozzo, paninis, panzeroto, crocchè di patate y friggitoria en general. Pero si lo que buscamos son “ristoranti” tenemos desde trattorias como La Locanda de Gesù Vecchio o Mimì alla Ferrrovia, pasando por los estrellados Pallazzo Petrucci o Veritas. A mi me gusta Essencia, el restaurante que regentan Dario Gallo y Natalia Quaglietta, una pareja napolitana que pasó por las cocinas de ABAC (Barcelona) y cuya propuesta desenfadada saca a relucir platos como la pasta Mista di rinforzo, la capasanta (vieira) con ajo blanco o unos cappelletto de jabalí y remolacha untuosísimos.


Para los dulces lo habitual es tirar de cafeterías y pasticerias, el más famoso es el Caffè Gambrinus, donde podemos encontar pastieras, babà, zeppole o las míticas sfogliatellas. En cuanto a la parte líquida, lo habitual aquí es tirar de Aperol Spritz para el “aperitivi” en cualquier plaza concurrida como la de Bellini por ejemplo o las areas de Chiaia y Vomero. Si vamos a vinos, la uva tinta del terruño es Aglianico (un tanto áspera) y en blanco Falanghina, Fiano o Greco (Greco di Tufo es una buena opción). Pero si buscamos alguna coctelería las mejores son Archivo Storico en Vomero, L’antiquario (sin duda la más potente al estar incluída entre los 50 World’s Best Bars) cerca de Lungomare en Chiaia, la Libreria Berisio en Port’Alba que es una librería donde puedes coger cualquier libro de la estantería para leer mientras disfrutas un Negroni y Scotto Jonno en la Galleria Principe di Napoli.

En definitiva Nápoles es una ciudad inmensa, llena de historia, arte, gastronomía y con un espíritu libre y caótico que puede abrumar al inicio, pero una vez te acostumbras es la ciudad de los número 1 como diría mi querido Carlo Danna, su mejor embajador en Valencia, así que, ya se sabe: no comment.

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