El Colegio de Arquitectos de Valencia acogió en 1967 'Conversaciones sobre diseño industrial', la primera reflexión pública sobre esta cuestión en la ciudad
VALÈNCIA. A finales de la década de los años sesenta, en la Comunitat Valenciana y más allá de la fabricación de mobiliario, el diseño era todavía un ámbito poco definido, vinculado a la artesanía tradicional como la cerámica o el vidrio. Un hecho similar afectaba a la profesión de diseñador, conectada con el gremio de arquitectos, seguramente los profesionales con un mayor interés en aquella época por la reflexión y las posibilidades que se adivinaban en torno a aquel incipiente mundo. La aparición de nuevas empresas, muchas de ellas vinculadas al producto destinado al hogar (electrodomésticos, decoración...) proporcionaba un nuevo marco en el que los profesionales podían crecer y expresarse.
Por ello, no es extraño que una de las primeras manifestaciones públicas sobre diseño en la ciudad de València transcurriera en abril de 1967, en la sede del Colegio de Arquitectos de Valencia. Tampoco que fuera en su edificio, obra de los arquitectos Filiberto Crespo, Cándido Orts, Emilio Rieta y Rafael Tomás, caracterizado por su geometría irregular y una gran superficie acristalada —que acogía un mural metálico del escultor Gabino Diego—.
El contenido de las denominadas Conversaciones sobre diseño industrial fue reproducido un año más tarde en un libro de pequeño formato, con portada a cargo de Andreu Alfaro y editado por Publipress, editorial en la que figuraban como socios Vicent Ventura y el propio Alfaro. Las jornadas estarían organizadas por él y el arquitecto Juan José Estellés, con la estrecha colaboración del también arquitecto Emilio Giménez, el historiador y crítico de arte Tomás Llorens y Pepe Larroca, miembro de Publipress. Las jornadas contaron con el patrocinio de Vikalita, empresa de Juan Vicente Gómez Lechón, que comercializaba el popular railite.
Esta fecha de 1967 se ha consolidado como hito en el diseño valenciano: es mencionada en su tesis por el catedrático Manuel Lecuona y aparece reflejada en la Línea cronológica del diseño elaborada por Isabel Campo, María Baxauli y Marcelo Leslabay. También aparece reflejada en el catálogo de la exposición Suma y sigue del diseño en la Comunitat Valenciana (Muvim, 2009) comisariado por Paco Bascuñán y Nacho Lavernia. En paralelo, Lavernia, Premio Nacional de Diseño, se detuvo en esta fecha en la charla integrada en el ciclo Arte y cultura en la memoria de la transición valenciana, 1975-2000, que posteriormente sería recogida en un volumen bajo la coordinación editorial de Román de la Calle. En palabras de Lavernia, por aquellos años, «el latente interés que había por el diseño se centraba en el diseño industrial. Se hacía ya diseño gráfico, pero nadie hablaba entonces de él tal como lo entendemos ahora. Era una especialidad ligada, sobre todo, a la publicidad o a la esporádica incursión de artistas plásticos en el sector editorial o en el cartelismo. Y esa era la causa de la poca consistencia del diseño como actividad profesional».
Tal y como recuerda Lavernia, València contaba por entonces con «magníficas tiendas» que ofrecían el «mejor diseño internacional», como Martínez Medina, Martínez Peris, Adelantado, Wieden Simó o El Dragón; y con una serie de arquitectos y artistas interesados en el diseño, «no tanto como actividad profesional sino como fenómeno sociocultural ligado a la modernidad y al progreso». El arquitecto Rafael Tamarit contactaría con los Huarte, familia vasca dedicada a la construcción que poseía un negocio de mobiliario en Madrid (Muebles Sánchez), para poner en marcha una filial de la tienda madrileña en València. Tamarit utilizaría las páginas de Suma y Sigue, revista dirigida por el crítico Vicente Aguilera Cerni, para establecer una composición de lugar sobre la situación del diseño a finales de los sesenta: «El diseño industrial es prácticamente desconocido aquí como necesidad primera de una sólida industria. A excepción de los industriales valencianos que van a Milán nadie ha querido oír razonamientos, sugerencias y proyectos sobre un posible movimiento del Diseño Industrial en Valencia. Desconocen por completo el asunto y, en consecuencia, no les interesa». En medio de este paisaje huérfano de interés, Lavernia apuntaba algunos nombre aislados, caso de Juan González en el sector del juguete o Peregrín Gurrea, «que diseña pequeño electrodoméstico en Laboratorios Radio» y en el sector del mueble, Gabriel Pons —quien sería fundador posteriormente de ADPV— y José Martínez Medina. Al hilo de la industria, cabe recordar que Tomás Llorens, uno de los promotores de las jornadas, las recordaba en el catálogo de la exposición Diseño industrial en España, (1988, Museo Reina Sofía) en el que afirmaba: «la industria valenciana no se animó a explorar el camino de la innovación y el diseño en los bienes de consumo, ni en ningún otro producto, y hubo que esperar casi dos décadas para que lo hiciera y pudiera empezar a hablarse de diseñadores industriales valencianos».
La revista Suma y Sigue, uno de los escasos oasis en materia cultural en la València franquista, también se hizo eco de las Conversaciones sobre diseño industrial. En el segundo número de 1967, Aguilera Cerni hacía referencia a las jornadas en el artículo Sobre las alternativas de nuestro diseño industrial, en el que, al igual que Tamarit, lanzaba una andanada hacia la industria: «Carece de imaginación, es deprimentemente rutinaria e ignora hasta lo más elemental, la relación entre arte e industria». Y planteaba varias preguntas: «¿Es posible, en las presentes condiciones, un diseño industrial español? ¿Estamos preparados para competir con el diseño industrial extranjero? ¿Dónde están los industriales dispuestos a hacer inversiones en diseño?». El ponente Alexander Cirici realizó para la revista un amplio resumen de las jornadas, en el que citó a los principales asistentes: «un nutrido grupo de arquitectos, artistas y críticos valencianos, como Llorens, Estellés, Giménez, Monjalés, Solbes y Valdés, Alfaro, Bayarri, Ana Peters, Salvador Pascual… Un compacto grupo de diseñadores de Barcelona, como Marquina, Moragas, Milà, Ricard, Blanc, Correa o Ràfols-Casamada». En ese mismo artículo Cirici no citó a ningún profesional del diseño que ejerciera en Valencia.
Con este marco, parece toda una aventura organizar unas jornadas sobre diseño industrial. Tomás Llorens relata los inicios: «la idea parte de Estellés y Alfaro, que eran buenos amigos. Estellés frecuentaba la tertulia de Vicent Ventura, quien fue siempre un gran defensor de la industrialización del País Valenciano». Llorens diferencia claramente la consideración del diseño en Cataluña, «donde había sido una preocupación de la burguesía desde finales del siglo XIX» y en la Comunitat Valenciana, «donde aparecieron industrias de productos de consumo adecuadas para el crecimiento del diseño». Uno de los promotores de la iniciativa, Emilio Giménez, se había formado en Barcelona —y trabajado con arquitectos como Coderch— y estaba al tanto del interés por el diseño en Catalunya. El diseñador André Ricard, asistente a las jornadas, recuerda que, «pese a la falta de conocimiento sobre el diseño valenciano, nos veíamos a menudo con artistas como Andreu Alfaro». Salvador Pascual, por entonces decano del Colegio de Arquitectos de Valencia, asumió la propuesta del grupo promotor. Las jornadas contarían con la presencia destacada de una delegación de ADI-FAD llegada de Barcelona, el arquitecto Alberto Sartoris (habitual en España por entonces) y Tomás Maldonado, director de la Escuela de Ulm (Alemania). Daniel Giralt-Miracle afirma en el artículo El diseño industrial en Catalunya. Historia cronológica del ADI-FAD que ya en 1965 Maldonado había ofrecido una conferencia en la Escuela de Arquitectos de Valencia tras pasar por la escuela Elisava de Barcelona. El Colegio de Arquitectos acogió en paralelo una muestra de diseño industrial con piezas seleccionadas ganadoras del premio Delta. Entre estos diseños figuraba la butaca Granada, diseño de Javier Carvajal producido por Martínez Medina, empresa que había tenido un importante papel en el amueblamiento de la nueva sede. Al parecer, se editó un pequeño catálogo de la muestra.
El encuentro se estructuró en dos jornadas. En la primera, y tras la presentación por parte de Salvador Pascual, Antoni de Moragas i Gallissà, fundador y presidente de ADI-FAD, glosó la trayectoria de esta organización desde su nacimiento en 1960 hasta 1967. De Moragas destacó la importancia de la feria Hogarotel, que se celebraba anualmente en Barcelona, y en la que ADI-FAD se presentó formalmente en 1961 mediante un stand (diseño de Milà y Marquina) que recogía una selección de diseños con una doble intención según De Moragas: «dar a conocer las propuestas y dirigir hacia el diseño industrial a aquellos interesados que andan algo perdidos». André Ricard animaría a los asistentes a realizar en València una selección de diseños con destino al stand de ADI-FAD de Hogarotel 1968.
Entre los temas tratados en el primer día destacan cuestiones relativas a la independencia de la profesión de diseñador respecto al trabajo realizado por los arquitectos y los vientos favorables que soplaban en Barcelona, que por entonces ya contaba con tres escuelas enfocadas en el diseño. De Moragas insistió en la necesidad de considerar el diseño como herramienta clave para mejorar la competitividad de las empresas en el mercado europeo, a pesar de la deficiencia estructural de la industria española. Tanto De Moragas como Tomás Maldonado y Ricard incidieron repetidamente en los problemas crónicos de la industria, que intentaban paliar con iniciativas como el acuerdo con la Cámara de Industria de Barcelona para la organización de conferencias dirigidas a industriales, una actividad replicada en València a finales de los setenta por el diseñador Xavier Bordils en la Cámara de Comercio.
La segunda jornada estuvo dedicada casi por completo a la conferencia ofrecida por el incombustible Alexandre Cirici, crítico de arte, grafista y profesor en Elisava y Eina. En la charla, que generó un apasionado debate posterior, desgranó las principales dificultades por las que atravesaba el sector del diseño a través de seis puntos: el intermediario-empresario, el usuario o consumidor, el propio diseñador, el sector público, la creatividad y la ideología. La intervención de Cirici fue sentenciada por De Moragas con un esclarecedor «tengo la impresión que la exposición del señor Cirici ha dejado desmoralizado al auditorio». Cincuenta años después, la memoria de Ricard carbura perfectamente y a día de hoy valora como «excelente» el resultado de aquellas jornadas, con debates «de gran nivel» y la presencia de «profesionales de prestigio» como Cirici o Maldonado.
Alberto Sartoris (con una breve alocución) y De Moragas clausuraron las jornadas con un doble llamamiento por parte del arquitecto catalán: el deseo de celebrar un nuevo encuentro en julio y la constitución de una sección de ADI-FAD en València con el objeto de dar hechuras nacionales a la asociación. El decano Salvador Pascual recogió el guante al anunciar que se constituiría una sección enfocada al diseño dentro del propio Colegio de Arquitectos, hecho que nunca se produjo. En 1968 se celebró una nueva ronda de conversaciones, también en el Colegio de Arquitectos, a la que asistió Gui Bonsiepe, sucesor de Maldonado al frente de la Escuela de Ulm y en la que pudo verse una selección de diseños realizada por ADI-FAD. Para Tomás Llorens, la intención de crear una sección valenciana de ADI fue una idea «débil y pasajera. De hecho, varios de los promotores de aquellas jornadas no lo veíamos factible a corto plazo». La llama del interés por el diseño en València no se apagó, pero aún tendrían que transcurrir casi veinte años para que surgiera la primera asociación de diseñadores: APDV, actual ADCV.
* Este artículo se publicó originalmente el número 77 (marzo 2021) de la revista Plaza