atracón de pantallas

Las 'fake news' más tóxicas e impunes de los últimos años

El documental Posverdad: Desinformación y el costo de las fake news (HBO), explica a través de testimonios de periodistas, profesores de universidad, víctimas y asesores políticos de diferente ralea, los casos más sonados de noticias falsas creadas, tanto desde el lado republicano como del demócrata en los Estados Unidos, desde justo antes de las elecciones en las que Trump fue elegido presidente hasta su intento de destitución. Y cómo estas siguen circulando con total impunidad.

24/07/2020 - 

VALÈNCIA. Las noticias falsas no son nada nuevo aunque esté de actualidad su terminología (en inglés fake news). La diferencia es que ahora se difunden con extrema rapidez, en forma de tela de araña, a través las redes sociales, webs, blogs y foros, para después ser apuntalados por la radio y la televisión. ¿Cómo detener el chorreo de bulos que se difunden tanto allí como en nuestro país? En este documental, que es más bien un reportaje periodístico, plantean estas interrogantes pero lamentablemente estas quedan sin respuesta. La conclusión, por tanto, es desalentadora: la estrategia de comunicación a base de fabricación de bulos en los medios sociales continúa su escalada y todavía no se ha encontrado una fórmula para ponerle freno.

Aunque solo sea como material expositivo, el trabajo de Andrew Rossi (Page One: Inside the New York Times) no deja de ser interesante por profundizar sobre cómo surgen algunas teorías conspiranoicas que terminan en histeria colectiva o cómo se fabrican noticias a medida para favorecer o debilitar a determinado candidato político. Unas veces con éxito y otras de manera tremendamente chapucera.

Las noticias falsas existen desde que existe la propaganda. Uno de los primeros fabricantes de noticias falsas, por ejemplo, fue Ramsés II, un faraón egipcio del siglo XIII A.C. que luchó contra el Imperio hihita en la batalla de Qadesh. Ramsés luchó pero no ganó. El combate se quedó en tablas con un acuerdo de tregua entre ambos imperios. Sin embargo, el faraón egipcio volvió a su tierra celebrando la “victoria” por todo lo alto. Dedicó monumentos en honor a la contienda. Por entonces no existían Jiménez Losantos, Eduardo Inda ni OKDiario, así que los monumentos eran el reclamo ideal para reescribir la historia.

Si en la Edad de Bronce ya se podía dar la vuelta a una noticia, imagínense ahora. La diferencia estriba en que ahora hemos sofisticado la forma de exhibir una victoria cuando no la hay, sabemos cómo lanzar globos sonda para que se preste menos atención a otras noticias más delicadas o atraemos a la audiencia a base de polémicas vehementes que favorecen comercialmente un clic o un espectador y, ya de paso, destrozan la carrera política de alguien.

La distorsión de la realidad es un mecanismo de defensa del ser humano. Cada uno tiende a mostrar una visión de sí mismo que no es igual que la que ven los demás de él. Como colectivo, por tanto, la perspectiva se multiplica exponencialmente. La diferencia estos últimos tiempos tiene que ver con tecnología, que favorece la difusión y da voz al ciudadano. El famoso prosumer. Nadie había caído hasta entonces que entre ellos  también puede haber fanáticos.

Pizzagate: La jungla de los foros

En otoño de 2016, durante la campaña por las elecciones presidenciales de EEUU, nació en Reddit y otros foros como 4Chan una descabellada teoría que acusaba a una simple pizzería de la ciudad de Washington, llamada Comet Ping Pong, con una red de pedofilia en la que estaba involucrada la mismísima Hillary Clinton.

Por aquel entonces habían hackeado los correos electrónicos de John Podesta, el expresidente de la campaña presidencial de la candidata demócrata. Miembros de estos foros comenzaron a fabricar una loca argumentación con el simple hecho de que en los mails existían múltiples menciones a la palabra “pizza”. A partir de ahí, inventaron un código: las iniciales “P.I”’, por ejemplo, que se usan para solicitar una “pizza individual”, significaba, según ellos, “pornografía infantil”.

Una vez ovillada la madeja entraba en escena Alex Jones, el influencer radiofónico defensor de todo tipo de teorías consipiranoicas de la ultraderecha. El disparate iba subiendo escalones.

El periodista Craig Silverman de Buzzfeed ofrece un dato clave: “Justo antes de las elecciones, los bulos se compartían más (o tenían más engagement) que las noticias reales”. Para muchos, tan solo porque aparecieran en las búsquedas de Google o en Facebook, se les otorgaba toda la credibilidad.

Hasta que un día un oyente del programa de Alex Jones se presentó en la pizzería metralleta en mano. A punto estuvo de ocurrir una masacre. Los clientes y el personal lograron huir mientras que el fanático rastreaba en el restaurante en busca de algún cuarto oscuro. Disparó contra una puerta cerrada, que resultó ser un armario para los empleados. Por suerte ahí acabó la cosa.

Cómo fabricar un globo sonda

Otros caso sonado es el de la teoría que surgió a raíz del asesinato de un empleado del partido demócrata. El joven Seth Rich recibió varios disparos en plena calle. El crimen coincidió en el tiempo con el reciente hackeo en las cuentas de correo electrónico de los miembros del partido demócrata. La maquinaria ultraderechista fabricó entonces, entre foros, redes, el histriónico Alex Jones y la Fox, una teoría en la que relacionaban la muerte de Seth Rich con WikiLeaks e Hillary Clinton. Según sus argumentos, la candidata demócrata lo mató porque este filtró a WikiLeaks los emails. Para más inri, entró en escena poco después otro oportunista, Julian Assange, quien afirmó que la muerte del empleado del partido demócrata era un claro ejemplo de las personas que se juegan la vida para enviar material secreto a WikiLeaks. Eso sí: él no revela nunca sus fuentes.

La carambola logró una atención considerable, mientras que la noticia verdaderamente importante en ese mismo momento (mayo del 2017) era que se había designado al fiscal Robert Mueller para que investigase la campaña presidencial de Trump y su supuesta relación con el gobierno ruso. En el siguiente gráfico, analizado por el investigador en Harvard Yochai Benkler, podemos ver la repercusión (por número de menciones) del caso Seth Rich y su relación temporal con la noticia sobre la investigación Mueller. Un éxito como globo sonda.

 

Los asesores políticos son los nuevos famosos

El documental entrevista a diversos asesores de comunicación política, tanto del lado republicano como demócrata, que muestran especial interés por hablar en el documental y explicar sus logros, conscientes de que si aparecen en este reportaje de HBO eso les convierte en líderes en estrategia de comunicación política (paradójica propaganda gratuita dentro del propio documental). Jerome Corsi, que en su momento aseguró que Obama provenía de Kenia, es un claro ejemplo de asesor que sale en pantalla para darse brillo a sí mismo y no contar nada nuevo.

Del lado demócrata conocemos a Matt Osborne, supuesto creador del ‘Proyecto Alabama’ durante las elecciones al Senado de Alabama de 2017. El “genio” abrió una página de Facebook falsa de un supuesto líder conservador que animaba a regresar a la ley seca si ganaban los republicanos, con la intención de desanimar a sus votantes. Mientras nos explica su compleja estrategia, en pantalla vemos las noticias insertadas en Facebook con… 46 me gusta (y sin impulso de pago). Todo un exitazo social media. Sic.

Más patético resulta Jack Burkman. Ofrece una rueda de prensa para presentar a una mujer que supuestamente iba a denunciar a Mueller por violación, pero tuvo que dar la rueda de prensa sin ella porque no se presentó. Junto a su ayudante, Jacob Wohl, improvisan una teoría contra ella delante de prestigiosos periodistas que terminan escuchando las teorías entre carcajadas.

Impunidad legal, pero no moral

No podía faltar en este documento la comparecencia de Mark Zuckerberg ante diversos senadores, otra pantomima en la que el CEO de Facebook prometió solucionar los errores mientras salía de allí de forma airosa, sin ninguna limitación ni mucho menos la elaboración de una nueva ley que le forzara a ampliar la vigilancia.

El pequeño resquicio que nos queda es el ético. Si a alguien le queda. Particularmente no me espero nada.


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