CRÍTICA

A pesar de Andrè Schuen, el aficionado da la espalda a la programación de Les Arts

16/03/2024 - 

VALÈNCIA. Con una paupérrima entrada en la sala principal del Palau de Les Arts cercana al 30% del aforo, se encontró ayer el estupendo barítono italiano Andrè Schuen, y la directora de moda polaca Anna Sułkowska-Migoń al frente de una selección de profesores de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, quienes hilaron un buen concierto con partituras poco frecuentes, tanto de Wagner como del Mahler.

Parece no tener remedio la desacertada política de la dirección del teatro en cuanto a la programación de recitales, huérfana de los tan esperados dedicados a zarzuela y ópera, que llenarían la sala, harían felices a los aficionados, y sería el complemento perfecto a los omnipresentes dedicados al mundo del lied, que de eso se trata.

El aficionado dio la espalda ayer al evento, dejando la mayoría de las butacas vacías, y como todo se trasmite, la cosa acabó siendo una vivencia musical desangelada, sosa, y fría, a pesar de la calidad de las partituras y de los intérpretes.

Dentro del habitual sistema de repetición de los mismos artistas cada año, y del mismo tipo de música, -más de lo mismo-, efectivamente, volvió ayer a pisar las tablas de la sala primera del coliseo del Turia el caballero oscuro de los Alpes, Andrè Schuen. En abril del año pasado, con la sala demasiado vacía también, nos dijo con los lieder del ciclo Die schöne Magelone de Brahms, que su canto elegante y natural apuntaba a los de los grandes liederistas como Goerne, Prey, y Fischer-Dieskau. Y este año, nos confirma eso, y además, que está en el top para afrontar títulos operísticos como Eugene Onegin, Las bodas de Figaro, Don Giovanni, Così fan tutte, y Tannhäuser, pues su voz ha adquirido mayor consistencia, mejor cuerpo, más profundidad, y un volumen de ensueño.

El cuerno mágico de la juventud 

Abordó en esta ocasión una selección de 11 piezas, -una de ellas fuera de programa-, de las que conforman el conjunto de lieder denominado Des knaben wunderhorn, es decir El cuerno mágico de la juventud, sobre textos y cantos tradicionales alemanes que a principios del XIX recopilaron los poetas Brentano y von Arnim, en adecuación a la tan deseada naturpoesie de la época romántica. En concreto, interpretó el tirolés las pertenecientes a la serie denominada Humorísticas, escritas para voz y acompañamiento orquestal, publicadas por Mahler en 1899, y construidas con una tan singular como soberbia orquestación.

Estas partituras constituyen un ejemplo del paso más allá del postromanticismo al expresionismo, que el autor quiso dejar en forma de música de cámara. Y tanto Schuen como Sułkowska-Migoń las abordaron con tanta atención a sus ásperas texturas, como a sus exigentes cambios de dinámicas, y ritmos. Son canciones juguetonas, algunas marciales, y llenas de contrastes. De textos tanto amorosos, como militares, son siempre tan sustanciosos como las melodías que los atienden.

Durante el recital, Schuen demostró las muchas cualidades que posee como cantante. De ellas destaca la inalterable colocación de la voz en la máscara alta, para resultar una eficaz emisión ayudado de los extraordinarios resonadores. Ya de inicio, con el Der Schildwache Nachtlied, el barítono demostró que el color de su voz es homogéneo en todos los registros. E hizo gala de otra faceta de gran cantante: el paso fácil en las dinámicas, dejando boquiabierto al público, -por cierto-, con un fortísimo potente y espléndido.

Y tranquilo y cómodo, expuso su canto serio en la Trost im Ungluck, demostrando que su timbre es fresco, y su broncíneo squillo, verdaderamente notable. En el mecanismo canoro del alpino, todo sucede alto. Todo sucede fuera. Y a cambio de su cada vez más profunda y oscura belleza tímbrica, es capaz de crear efectos onopatopéyicos como en el Lob des honen Verstandes, tan descriptivos como los falsetes en el Rheinlegendchen. ¿Será por recursos?

Andrè Schuen, con aire introvertido y aspecto despeinado de joven rockero a punto de arrancarse con Jesucristo Superstar, fue dueño y señor de la situación, gracias a su robusto instrumento y a su depurada técnica, que le permite ejercer su canto, de cierta aridez, con pasmosa facilidad. Lo demostró en el Lied des Verfolgten im Turm, y en el inquietante Wo die Schönen Trompeten blasen, momento de magníficos legatos brindados por el barítono, al igual que en el Urlicht, pieza de regalo con la que cerró el recital, cantada con soberbia elegancia y exhibiendo un centro y una media voz de envidiar.

Orquesta de cámara

Le siguió muy de cerca, -y le dio su mirada y todas las entradas-, la muy joven y laureada directora Anna Sułkowska-Migoń, -verdadera novedad en Les Arts-, que se presentó al mando de una agrupación de 16 profesores de la orquesta de la casa, a modo de orquesta de cámara. No podemos saber quiénes son los músicos elegidos, pues el programa de mano no los nombra; aunque a cambio, sí detalla la identidad de todos y cada uno de los miembros de Patronato de la Fundación. Y es que eso debe ser lo importante.

Y también es importante ensayar mucho, porque sabidos son los riesgos que asume una orquesta de cámara, y las sutilezas que requiere su prestación. Y a buen seguro, que con más ensayos podría haberse logrado mayor integración de las trompas en el conjunto, y se habría, -incluso-, podido conseguir más soltura y expresividad por parte de la directora, quien llevó la batuta segura y cuidadosa, pero exenta de brío y flexibilidad para un conjunto que en definitiva fue solvente, y adecuado colaborador y protagonista de la sesión.

Especialmente falta de viveza se mostró la directora con la pieza que abrió el concierto: el Idilio de Sigfrido de Richard Wagner, que sirvió en su momento como delicioso despertar para su mujer Cósima en el día de su cumpleaños, en la Navidad de 1870. La pieza es compacta y modélica, y como cosa rara en el compositor alemán, constituye un remanso de tranquilidad, magistralmente concebida con un aire fresco de sosiego, no exenta de tintes lúdicos e incluso un tanto cinematográficos por lo descriptivo. Y todo ello requiere cierta actitud.

Y es que hubo calidez y cierta sensibilidad, pero debido a las excesivas prudencias de la muy voluntariosa directora polaca, la pieza, sonó en general plana y desabrida, de manera que la hija de Liszt quizá habría seguido durmiendo aquella mañana, a no ser por la entrada en la habitación de los niños con la partitura manuscrita de su amado.

Los sermones de San Antonio de Padua gustaban, pero luego, como si nada… Y mientras tanto, demasiadas butacas libres una vez más en el Reina Sofía, a pesar de anunciarse a un gran barítono. No hay idilio entre el público y la programación de Les Arts. Conviene reconducir las políticas. Es preciso salir de la zona de confort. Es bueno trabajar. Es necesario atender todas las sensibilidades. Y hay que abrir los ojos. De lo contrario, el aficionado seguirá dando la espalda.


FICHA TÉCNICA

Palau de Les Arts Reina Sofía. 14/3/2024

IDILIO DE SIGFRIDO 

Música, Richard Wagner
DES KNABEN WUNDERHORN, selección

Música, Gustav Mahler
Andrè Schuen, barítono

Orquesta de la Comunidad Valenciana

Anna Sułkowska-Migoń, directora

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