No sabemos si era de derechas o de izquierdas. Otro de los misterios de su vida. Tampoco si estaba a favor de la reforma del Estado de las autonomías. Esa indefinición ideológica, propia de quien siempre cultivó la ambigüedad, que en un principio pudiera parecer perjudicial, le ha beneficiado a la larga. Cervantes es difícil de manipular por nuestros políticos quienes, puestos a elegir, y según el pie del que cojeen, preferirán hacerlo con Federico García Lorca, Miguel Hernández o Camilo José Cela. La literatura como instrumento de propaganda, por encima del conocimiento y la consideración de la obra.
Pero con Cervantes —del que tenemos más dudas que certezas— es distinto. Un tipo raro, tan raro que no parece español, con una obra que te conquista con el recurso inteligente de la ironía, sólo explicable en un hombre que ha sufrido y viajado mucho y que, por esa razón, ha comprendido que el ser humano no puede ser observado como un cuadro de blancos y negros sino como un lienzo de grises nunca bien rematado, una pobre criatura más digna de compasión que del severo juicio.
¿A quién votaría Cervantes en las próximas elecciones generales? Nunca lo sabremos, ni siquiera si perdería el tiempo acercándose a las urnas. ¿Fue un hombre de orden, un reformista, un ácrata? ¡Quién lo sabe! Por mucho que leamos su maravillosa obra, nunca hallaremos pistas que nos permitan contestar estas preguntas. Pero sí que podemos hacer conjeturas e imaginar, sólo por unos instantes, si el Príncipe de los Ingenios daría su confianza a la derecha española.
Cervantes es UN tipo raro, tan raro que no parece español, con una obra que te conquista MEDIANTE LA inteligente ironía
Los conservadores —entre los que sin duda habrá alguno que lea— alegarán su catolicismo y su brillante hoja de servicios como soldado para tenerlo entre sus votantes. Cierto es, pero no se tiene constancia de que defendiera el libre mercado ni la conveniencia de nuevas reformas estructurales, léase más recortes para los perdedores. Contrario a aceptar el privilegio por razones de linaje, Cervantes dejó escrito que todos los hombres somos iguales, sea cual sea nuestra cuna. “Cada uno es hijo de sus obras”, escribió este adelantado de la meritocracia.
¿Qué pensaría Cervantes de la socialdemocracia tristona de nuestro país? Si hay un personaje literario que defiende con más ardor a los menesterosos, a los desfavorecidos, ese es don Quijote. Hoy sería un paladín de la justicia social. Pero Cervantes asistiría asombrado al empeño de algunos socialistas por destrozar la lengua castellana. ¿Qué diría del propósito de la Junta de Andalucía de prohibir palabras como ‘alumno’ y ‘funcionario’ por supuestamente sexistas, y sustituirlas por ‘el alumnado’ y ‘el funcionariado’? Con seguridad le daría por reír tras conocer esa mamarrachada, y se olvidaría enseguida del asunto. No le concedería demasiado tiempo a seguir las nimiedades de un partido político que tendrá una suerte parecida a la de los turcos en la batalla de Lepanto.
Un patriota sospechoso para cierta izquierda
No nos olvidemos de los llamados partidos emergentes, cada día más previsibles en sus discursos y movimientos. Los Ciudadanos y los Podemos. ¿Le daría su confianza don Miguel a alguno de los dos? ¿Estaría de acuerdo con el contrato único de Albert Rivera? ¿Apoyaría el multiculturalismo y el Estado plurinacional de Pablo Iglesias? No parece que fuese partidario de ninguna Alianza de las Civilizaciones, y motivos no le faltarían después de permanecer cautivo en Argel más de cinco años bajo el dominio musulmán. Cervantes tampoco dudó de la grandeza de España pese a ser testigo de sus miserias. Fue, si se quiere, un patriota, lo que le convertirá siempre en un elemento sospechoso para cierta izquierda.
Ahora que seguimos con el lío catalán, recuérdese que don Quijote libra su última batalla en las playas de Barcelona, ciudad que el escritor conoció y a la que definió como “archivo de cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes”. Sintió admiración por los bandoleros catalanes (no hablo de la familia Pujol sino de tipos como Roque Ginart), pero esta admiración por Cataluña no ha de servir de pretexto para sostener que fue catalán, como se ha escrito en el Principado con cierta ligereza. Eso nos hace pensar que nunca votaría a Democràcia i Llibertat por razones de índole ética y estética, y menos aún al fenómeno paranormal de Esquerra Republicana. Perdedor ejemplar a lo largo de su vida, tal vez optaría por opciones extraparlamentarias como UPyD. Dudo de que lo hiciese por el Partido de los Animalistas, pues es sabido que don Quijote, siempre a lomos del pobre y desdichado Rocinante, fue un pionero del maltrato animal.
En fin, que nos resulta imposible sacar conclusiones sobre el voto del autor de las Novelas ejemplares. Poco nos importa a estas alturas. Celebremos al Cervantes apolítico leyendo sus libros, que siguen tan vivos como hace 400 años. Lo demás, créanme, es fuego de paja.