Las lágrimas y el desgarro de dolor de Carolina Marín, ayer en la partida de Bádminton que iba ganando, es una prueba más del gran reto al que se someten las y los deportistas ante unas Olimpiadas. Los sonidos del llanto de Martín ocuparon la mañana de ayer, domingo. Fue estremecedor. Qué lástima, la verdad. Debe ser insoportable la tensión a la que se someten las deportistas, ellas y ellos. Mi sobrina Inés es atleta, siguiendo desde hace años unos entrenamientos al límite. Ha logrado títulos de campeona autonómica y viene participando en varios campeonatos nacionales. La disciplina de este deporte es muy exigente, la práctica sobre las pistas es muy bella. Conseguir una buena marca y romperte en unas Olimpiadas debe ser tremendamente horroroso.
He seguido de cerca las medallas de oro en gimnasia, y la estadounidense Simone Biles no es de este mundo. Es excelente, y es muy importante porque es uno de los referentes mundiales en denunciar los problemas que sufrió de salud mental y de acoso en su carrera profesional. Porque el deporte femenino merece más y mejores derechos.
Dicho esto, la primera semana de agosto llegó con el asesinato, por parte de Israel, del líder de Hamás, Ismael Haniyeh, en Teherán, con una bomba sin aparentes daños colaterales. Este asesinato certifica que el genocidio de Netanyahu es una realidad que tiene el objetivo centrado en la gran ocupación de Palestina, de Gaza y Cisjordania, y el exterminio y expulsión del pueblo palestino, un éxodo idéntico al que sucediera en 1948 y, posteriormente, en 1967. ¿Por qué Israel bombardea Gaza desde octubre con las macabras cifras de decenas de miles palestinos asesinados, la mayoría mujeres y niñas y niños, cuando con un explosivo mata directamente al líder de Hamás. No tiene sentido.
La primera Nakba, la primera Catástrofe de 1948 expulsó de sus tierras, propiedades y hogares a decenas de miles de familias palestinas de sus territorios. Según la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, la UNRWA, centenares de miles de familias abandonaron sus residencias. Vivían bajo el mandato británico en Palestina entre 1946 y 1948. Europa abandonó a un pueblo cuyo territorio fue moneda de cambio para albergar a los supervivientes del nazismo, miles de familias judías. Y nadie pensó en Palestina.
Hoy, la realidad y la rabia viene de lejos. He escrito más veces de mis viajes a Cisjordania. Nunca he estado en Gaza, pero sí en Cisjordania. He dicho muchas veces que tras conocer la rutina del pueblo palestino, yo misma me convertiría en un elemento rebelde y hasta terrorista. Qué quieren que les diga, es tremendo vivir en un municipio o campo de regulados en Cisjordania y tener que sufrir a diario un puesto de control del ejército israelí para acudir a tu puesto de trabajo o a centros docentes. Es demoledor. Es humillante que cada día, tras pasar varios tornos y controles, llegues al puesto de mando y te insulten cuatro jóvenes de 16 años vestidos de militares, y armados. Y así cada día.
Decir, además, que los numerosos e insoportables check point que dividen el territorio en Cisjordania, entre municipios y dentro de los municipios, como es es el caso de Hebrón, son una tortura si eres de tez morena y pelo oscuro. Fui retenida en uno de esos puesto de control, con pasaporte español, pero daba lo mismo.
Cuento todo esto porque las veces que he estado en Palestina sentí un infierno de desigualdad, de violencia y de una ocupación brutal del territorio y de las personas palestinas. De hecho, hace una década de años, fuimos testigos del acoso de los colonos judíos que iban construyendo sus viviendas en territorios palestinos que iban ocupando. Fuimos testigos de cómo expulsar a las familias palestinas de sus casas. Hace décadas de aquello y hoy sigue pasando. Y con la ilegalidad manifiesta ocupación del territorio desde la ONU y el Tribunal Internacional de los Derechos Humanos. Pero nunca ha pasado nada.
La mal llamada comunidad internacional nunca ha hecho nada por detener tanta ignominia. Hoy los países lloran los muertos en Gaza, pero ha sido tan previsible que indigna demasiado la respuesta de tanto gobierno que se rasga las vestiduras.
Israel, y EEUU, llevan demasiados años colonizando Palestina. Hoy, además, nos están llevando a una guerra en la región. Netanyahu lleva tiempo provocando a Siria e Irán, una estrategia que puede llevar a un gran conflicto bélico. Y nadie reprocha ni castiga a Israel. Ayer, EEUU anunció que refuerza su flota bélica en una zona altamente conflictiva, además del apoyo de aviones de combate para Netanyahu.
Contar estas cosas en los comienzos del mes de agosto conduce a una soledad atípica. ¿Quién va a leer y sentir los problemas del mundo en agosto?. Quienes vivimos solas, sin socializar, sin conectar con la calle, muriendo de calor y recuerdos, estas realidades nos producen una intensa tristeza, dolor y mucha rabia.
Morella vivió ayer el primer día de Les Festes d’Agost, al tiempo que la ciudad amurallada ya huele a Sexenni. Cada seis años Morella renace de sus cenizas, revive con la tristeza acumulada en este periodo que se lleva a seres queridos, seis años que, al mismo tiempo, te traen la vida nueva, sintiendo que siguen naciendo flores en medio del desierto. Hace seis años yo era una persona sola, vulnerable, triste, este año soy una orgullosa abuela de cuatro nietos, empoderada, -todas las mujeres lo somos-, y feliz de cumplir con el relevo generacional, tejiendo las flores de mi vida, en papel rizado, colgando en mis balcones anímicos esos lienzos blancos, maravillosos, acabados con el ganchillo de la abuela Pilar. Mi Sexenni, este año, se llama Guillem, Biel, Quim y Aimar.
Buena semana. Buena Suerte.