'SERIES VINTAGE'

American Crime Story: crónica del asesinato que dio origen al boom de la telerrealidad

La serie basada en la historia real sobre la detención y juicio por asesinato del exjugador de fútbol norteamericano O. J. Simpson narra con todo detalle el fenómeno mediático que cambió para siempre la forma de hacer televisión

19/03/2016 - 

VALENCIA. ¿Se imaginan que Messi fuera acusado de asesinato? Peor aún: Bertín Osborne. El estado shock que sufrirían buena parte de los ciudadanos les empujaría irremediablemente a encender la televisión para ver qué ha sucedido. Eso mismo les ocurrió a los norteamericanos en junio de 1994, cuando se enteraron de que a O. J. Simpson, un icono del fútbol americano, se le acusaba del asesinato de su exmujer e iba a ser arrestado.

La televisión moldea nuestra memoria colectiva. Si les preguntase qué grandes acontecimientos vistos por la tele recuerdan de forma inmediata, coincidiríamos en la gran mayoría: el golpe de Estado del 23F, los atentados del 11-M, el España-Malta o la final de la Eurocopa del 2008. Llama la atención que gran parte de estos impactos catódicos de antología pertenecen a la actualidad informativa, por encima de instantes memorables extraídos de la ficción. 

Lo mismo pasa entre el público de los Estados Unidos. Según un estudio, los grandes acontecimientos informativos copan su memoria televisiva. Para sus ciudadanos el ataque a las Torres Gemelas, el huracán Katrina y el veredicto del caso O. J. Simpson en 1995 son los eventos que más calaron en su memoria como espectadores. Para encontrar el recuerdo de algún fogonazo correspondiente a la ficción hay que bajar hasta el puesto 43 donde aparece el disparo de J. R. en la mítica serie Dallas.

No es de extrañar, por tanto, el enorme atractivo que supone para su país la versión de los hechos empaquetada esta vez como ficción en American Crime Story, dedicada en su primera temporada a la detención y juicio de O. J. Simpson por el asesinato de su mujer y el ex amante de ésta, como ya os adelantábamos al hablar de su estreno en Valencia Plaza

Pese a ser una historia local, los Estados Unidos no son los únicos espectadores rendidos a la serie sobre el juicio más famoso de la historia de Norteamérica. La británica BBC emite en estos momentos cada lunes la nueva obra de Ryan Murphy, creador a su vez de American Horror Story, y que con buen ojo se ha adelantado a afirmar que su próximo proyecto será sobre el huracán Katrina. ¿Cómo puede ser que los británicos encuentren interés en los trágicos sucesos alrededor de un deportista de élite del fútbol americano? ¿Por qué puede resultarnos a nosotros una historia igualmente fascinante? ¿Qué lo hace universal?

Una serie con multitud de capas

American Crime Story adquiere tantas dimensiones como se quiera porque coexisten multitud de temáticas universales con las que identificarse. En su inicio se muestran las tensiones raciales que copaban las primeras páginas de los medios, como vemos nada más comenzar en el primer episodio. Más adelante los abogados enfocaron su defensa hacia una posible mala conducta policial hacia los ciudadanos de raza negra, pero de manera torticera, aprovechando ese tirón; durante la historia somos testigos también de la mediatización del juicio y de la vida íntima de todos sus protagonistas; o de la explotación de otra parte de los implicados que tuvieron relación con los protagonistas, en busca de popularidad y dinero.

Asimismo destacan temas de género como la violencia doméstica que podía haber sufrido la víctima, o el sexismo, y el machismo hacia una madre trabajadora. Estos dos últimos temas reflejados a través de la fiscal del caso Marcia Clark (Sarah Paulson), que tiene que lidiar entre su carrera profesional y su maternidad, pero que fue juzgada por  la opinión pública por su aspecto, su peinado, o porque dejaba a los niños con una niñera para llevar el caso. Cada detalle que aparece durante el juicio, por más nimio que fuera, conllevaba detrás un juicio paralelo en los medios. La historia sobre Marcia Clark la vemos en un sexto episodio magnífico que le otorgará sin duda a la actriz Sarah Paulson grandes premios en los palmarés de este año.

Como es obvio asistimos además a los excesos caprichosos de quien no sabe tomar el control de su vida, como es el caso del exdeportista de élite perdido entre millones de dólares, drogas y fama desmedida. Por último, presenciamos las trifulcas entre sus abogados, entre ellos el ahora mediático Robert Kardasian, el que por entonces era además el mejor amigo de O.J. Simpson. Para satisfacción de quienes siguen las historias de la familia Kardasian, la serie no se deja en el tintero las anécdotas mil veces contadas de la relación entre ambos, además de mostrar a sus hijos de corta edad.

Todos estos asuntos se muestran desde diferentes puntos de vista y multitud de detalles para armarnos una narración repleta de capas. American Crime Story deja ese poso que pide revisionarla de nuevo una y otra vez porque uno se queda con la sensación de que se ha dejado cosas en el tintero, algo que sólo ocurre con las grandes series. Nos atrevemos a postularla por ello, a día de hoy, como la mejor serie de lo que llevamos de temporada. 

Los inicios de la telerrealidad

Hoy en día todos los canales de televisión emiten grandes dosis de telerrealidad. Ya sea con personajes de la prensa rosa o con el último capítulo del culebrón vivido en el Congreso, lo que vemos son realities con todos los ingredientes y detalles. La disputa entre quienes se esperaba que fueran aliados en el gobierno, cuyo capítulo finaliza en alto como cualquier buen cliffhanger, teniendo que esperar otra semana más para saber quién consuma su alianza con el protagonista, tras haber visto hasta un beso furtivo, parece salido de un capítulo de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, que aquí sería ¿Quién quiere formar gobierno con mi Presi?

Ya sea dentro de la casa de Guadalix en un reality show, o dentro del edificio del Congreso, en un formato, llamémosle, de inforreality, la audiencia conecta con la misma esencia: el tirón de la realidad televisada. Ambas emisiones coincidiendo también en su interactividad, donde la audiencia en una de las narraciones vota a través del televoto por la expulsión del concursante de turno, y en la otra vota en las urnas cada cuatro años. 

Si viajamos hasta sus orígenes, la telerrealidad como género televisivo le debe muchísimo al caso O. J. Simpson, sospechoso y después exculpado de los cargos de asesinato. Todo comenzó a finales de los 80 con el éxito de programas que seguían el trabajo diario de la policía y los bomberos. Después aparecieron los primeros programas de cámara oculta y los de recreaciones ficcionadas de crímenes, pero que al fin y al cabo se nos mostraban como ficción basada en hecho reales. Llegó 1994, y con la retransmisión en directo de su detención durante dos horas ininterrumpidas, junto a la emisión posterior del juicio durante todas las mañanas durante 134 días, la telerrealidad dio el golpe definitivo como género. 

Fue el 17 de junio de 1994. Esa tarde 95 millones de personas siguieron en directo por televisión la persecución por una autopista interestatal de Los Ángeles de un Ford Bronco que circulaba sin rumbo fijo a la ridícula velocidad de 25 kilómetros por hora con una veintena de coches de policía detrás guardándole la distancia. El vehículo protagonista del plano de product placement más largo de la historia era propiedad de O. J. Simpson, que se negaba a entregarse y amenazaba con meterse un tiro. La NBC, ABC News y la CNN interrumpieron su emisión habitual para dar la información de última hora y unirse a la retransmisión del intento de captura del famoso exfutbolista, un icono para el país que, para sorpresa de la audiencia, había sido declarado fugitivo. Un bombazo. Estados Unidos vivió la emisión en estado de shock durante casi dos horas. Estábamos asistiendo al Big Brother versión La Sexta. A la telerrealidad informativa.

La arriesgada apuesta de las televisiones en abierto

A partir de ese día las parrillas de todas las televisiones se adaptaron al nuevo paradigma. Canales de cable como la CNN o Court TV, dedicados a la emisión de noticias, cuadruplicaron sus audiencias. Ampliaron recursos, con redacciones de hasta 70 personas dedicadas únicamente a la cobertura del juicio. Por otra parte, las cadenas en abierto más importantes retiraron de sus parrillas matinales determinadas telenovelas para emitir el minuto a minuto del juicio que duró hasta el 3 de octubre de 1995, jugándose con ello la pérdida de grandes inversiones publicitarias, como por ejemplo la de Procter&Gamble, la compañía con la cuenta de publicidad más grande del país, que hasta entonces había patrocinado las emisiones de los culebrones. Con el cambio de timón en la dirección de contenidos, dedicando la mañana a hablar de un crimen real, el gran holding de productos de consumo se retiraba de la franja. 

Sin embargo, la apuesta de las cadenas en abierto por hacer un seguimiento televisado sobre el juicio no les perjudicó en absoluto como parecía al principio. El día de la emisión del veredicto, las cadenas comerciales más importantes del país cargaron una prima de un 20% más por cada spot emitido durante la cobertura. El riesgo había sido altísimo y les hizo sufrir lo suyo, pero se estaba haciendo historia. 

Durante los primeros meses del juicio las cosas no fueron tan bien. Las teles en abierto que se arriesgaron a retransmitir la historia perdieron parte de su cuota publicitaria por la fuga de los anunciantes más conservadores como Procter&Gamble, que no se sentían cómodos anunciándose junto a la historia real de un crimen, un hecho pionero. Pero además los canales especializados en noticias 24 horas habían hecho mella en las audiencias de sus noticiarios. El espectador, como ocurre ahora con el Video On Demand, no tenía que esperar al informativo de las nueve para saber las últimas novedades sobre el caso, sino que podía seguirlo durante todo el día a través de alguno de los canales de noticias especializado. Razón por la que se vieron forzados a darle mayor cobertura fuera de los espacios habituales, pese a las reticencias de algunas marcas. Finalmente, sin embargo, la apuesta la recuperaron con creces el día que se comunicó el veredicto. Y sobre todo marcó un camino sin retorno.

Dos décadas después las hijas de Robert Kardasian son las protagonistas de los reality shows del momento, y las parrillas de las cadenas de gran parte del mundo están repletas de contenidos de telerrealidad, demostrando que aquello no fue una moda pasajera, ni un acontecimiento más. La historia del caso de O. J. Simpson marcó para siempre la televisión como la conocemos.