TEATRO EN DESESCALADA 

Anna Marí: "He desarrollado una animadversión contra el teatro grabado"

15/07/2020 - 

VALÈNCIA. Anna Marí acaba de dar negativo en COVID-19. Tanto ella como el resto de sus compañeros en Crit Companyia de Teatre, Daniel Tormo y Josep Valero, los técnicos y el elenco que van a acompañarles en su gira este verano. El Festival de Almagro ha programado dos de sus montajes, Espill, de Jaume Roig, el 21 de julio, y El increíble asesinato de Ausiàs March, el 22. La doble presencia en la muestra internacional de teatro clásico no compensa los cuatro meses de zozobra, pero sirve “para mantener la moral de las tropas”. El confinamiento de la actriz, dramaturga y directora escénica, corresponsable del proyecto teatral europeo Escena Erasmus, ha abundado en el silencio. Marí se ha pensado a sí misma y trasladado las conclusiones a su colectivo artístico, donde aspira a vivir experiencias transformadoras en positivo. La corriente fluye entre los polos de esta polivalente energía escénica.

- ¿Cuánto y qué has gritado estos meses?
- Lo primero que grité fue un no muy largo, porque nuestra compañía nació en 2009, con la crisis económica, ahora era cuando empezábamos a tener cierta estabilidad y, de repente, ocurre esto totalmente impredecible. Han fallado las previsiones de todo el mundo y, por tanto, las nuestras, porque nos fiábamos de los indicadores en los medios de comunicación. Todo ha cambiado y volvemos otra vez a una crisis. Tras el shock, vino el silencio. Al contrario que mucha gente, he estado más dentro de casa que por los balcones. Me he dado un tiempo diario para pensar. Siempre vamos tan rápido, que no puedes pararte a reflexionar sobre tu trabajo y sobre tu vida. Y ahora dispuse de una oportunidad. Así que entré en silencio total. Me puse un ratito al día de nada. Ni ver la tele ni leer ni hablar con nadie. Solo estaba conmigo misma, respirando y mirando. Ha sido algo parecido a la meditación. 

- ¿Qué emoticonos te han representado y por qué?
- El primero que utilicé fue la cara de Munch, el emoticono del horror. Lo mandaba a mis amistades sin acompañarlo de palabras. Y la gente me contestaba igual. Era una forma de decir en qué lío nos hemos metido. Después ya vinieron las caritas con besos y los corazones, para dar ánimo a los que tenían menos que yo. 

- ¿Qué te sugieren los nombres propios Fernando Simón, Miguel Bosé, Felipe VI y Cervantes?
- Cuando vi a Fernando Simón, me identifiqué con él por la carga que llevaba a sus espaldas. Además de encargarme de coordinar la administración y la gestión de la compañía, muchas veces también dirijo los espectáculos, así que es un cargo directivo. Así que si a mi escala, ya es considerable el peso de la responsabilidad, ya el suyo debe ser apabullante. Desarrollé una empatía hacia Simón, porque entendí a qué se estaba enfrentando. No he visto mucho la tele, pero sé que Miguel Bosé se metió en un lío por difundir una teoría de la conspiración. Todos sabemos que hay muchas cosas en este mundo que se nos ocultan, secretos a voces, pero en este campo me parece que las versiones oficiales son bastante claras y las opiniones de todos los médicos que conozco van en la misma línea, de modo que ser el altavoz de más dolor en este momento no es algo con lo que esté de acuerdo. Respecto a Felipe VI, siempre he sido republicana. El lío en el que se ha metido intentando separarse de su pasado familiar me parece un poco peligroso y traído con pinzas. No sé si lo que está pasando con la Casa Real y la ex Casa Real provocará un cambio en el sentir general hacia la monarquía en España. Ojalá la gente se plantease que el cuerpo de la jefatura del Estado necesita una actualización. Por lo menos, que ha de ser elegido. Cervantes me encanta. La literatura es la base de nuestra compañía, siempre estamos leyendo.  En Crit, intentamos mantener un vínculo con el pasado, porque para nosotros el futuro es una mezcla del presente y del ayer. Siempre estás atravesado por tu pasado, tanto individual como colectivo, en el sentido de tu propia sociedad y del mundo entero. Cervantes, al igual que otros autores clásicos, forma parte de nuestra vida. Muchas veces hablamos sobre una obra u otra, aunque la referencia inevitable es El Quijote. Alguno de mis compañeros se sabe trocitos de memoria. Y a veces salen a colación y los recitan. Es bonito verse acompañado por palabras de personas de otros tiempos.

- Precisamente, el Festival de Almagro lleva por lema esta edición el verso de María de Zayas ‘De mil gustos de amor, el alma llena’. ¿Cómo de variado es tu amor al teatro?
- Es total. Me gustan todas las posibles perspectivas desde las que se puede abordar el hecho teatral. Nosotros somos más de teatro de texto con un componente musical muy fuerte. Pero aunque mi línea de trabajo sea una en particular, soy permeable a lo que pueden ofrecer otras: el teatro de títeres me parece mágico y muchas veces voy a ver teatro infantil. Todas las vertientes tienen su espacio en esta sociedad y todas me despiertan interés. 

- ¿Qué cuentas pendientes has saldado durante el encierro?
- Me he pensado individual y colectivamente. He meditado cuál es mi función en la sociedad, qué quiero aportar, hasta dónde quiero llegar. También he tenido una experiencia personal fuerte: al final del confinamiento mi madre tuvo una enfermedad y le salvaron la vida en el Hospital Clínico. Estuvimos allí en pleno COVID, con pasillos por los que no podías pasar, ascensores donde no podías entrar... La sanidad pública funcionó. Es muy bonito cuando alguien se salva. A mi madre le han dado otra oportunidad. Y en aquel momento me dije que hay que defender la educación y la sanidad públicas hasta límites insospechados, con las garras fuera. 

- ¿Qué proyectos profesionales ha dejado en suspenso el confinamiento?
- Se suspendieron y pospusieron 40 bolos programados en marzo, abril y mayo. El problema económico por el retraso de estas funciones fue doloroso. Estábamos a punto de estrenar una versión preciosa de la novela de Carmen Martín Gaite La ciudad de escarcha. Nos ha quedado emocionante, dinámica… Ya habíamos hecho unos pases de prueba. El estreno estaba previsto para el 20 de marzo y, evidentemente, chimpún. Lo bueno es que hemos conseguido reprogramarla: el 22 de agosto la representaremos en Sagunt a Escena, y en diciembre, en el Teatre El Musical. Ahora estamos más o menos estables, pero fue un momento duro.

- ¿Qué piezas de teatro grabadas has curioseado?
- Al principio, nada, porque no quería ver teatro grabado. Nunca me ha gustado. Y desarrollé una animadversión: no quería verlo así, sino preservar su memoria. Es como cuando tienes algo muy preciado, que no quieres verlo transfigurado en otra cosa. Qué hace ahí. No es su sitio. Ahora que ya hay funciones y nos hemos desconfinado, estos días he estado leyendo algunas obras de teatro que he querido ver plasmadas en escena. Por ejemplo, La máquina Hamlet, de Heiner Müller. Como complemento a la lectura del texto, he visto la puesta en escena del Teatre Lliure en los noventa, que estaba en el archivo de RTVE. También busqué la de Robert Wilson. Suelo hacerlo en la vida normal, para abrir más perspectivas, pero en el confinamiento duro, no.

- ¿Os habéis planteado concebir teatro para ver a través de una pantalla? 
- No, no, no. Para que lo que tú quieres llegase al espectador, haría falta unos medios técnicos muy buenos. Sería necesario hacer una grabación con muchas cámaras, donde fuera posible tomar primeros planos, deambular por el mismo escenario, de manera que se crease un movimiento… Eso ya se ha inventado y es el cine. Lo que sí hemos aceptado ha sido hacer una clase online a partir de uno de nuestros espectáculos. Cómo también tenemos una línea de teatro para centros de educación secundaria y de adultos, hemos aceptado la propuesta de una profesora: sus alumnos se leían el libro del espectáculo, y después analizamos el texto juntos y hablamos sobre cómo ponerlo en escena. 

- ¿Cuánto de nueva y cuánto de clásica quieres que sea la nueva normalidad?
- Tengo dos visiones, una idealista y una realista. Lo ideal para mí sería que esto hubiera servido para que todos nos plantáramos y optáramos por otro modelo de sociedad, uno que fuese más allá de la sociedad del bienestar. en el que se valorase y defendiese lo colectivo, lo público, donde se intentara salvar a los más débiles. Hemos de pensar a nivel global y ser conscientes de que nuestras acciones repercuten en otros países de manera terrible. Comprar, por ejemplo, unos pantalones tiene unas consecuencias terribles en la otra parte del globo, así que estoy muy concienciada con el consumo. Mi visión realista, en cambio, pasa por hacer lo que puedo dentro de mis límites, sobre mi individuo y sobre lo que yo puedo controlar, que son mi trabajo y mis relaciones. En la compañía tratamos de ser lo más éticos posibles, respetamos criterios de paridad y siempre hay justicia retributiva para todas las personas que trabajan con nosotros. Sé que mucho más no voy a poder aportar. Somos muchos en este mundo, y con una vida tan limitada en cuanto a años, se puede hacer lo que se puede hacer. Yo voy a intentar dar lo más positivo de mí para que se beneficien mis allegados y el resto de personas, pero hay un límite y lo asumo. 

- ¿Qué es lo que más te ilusiona hacer cuando la actividad escénica se reactive?
- Seguir adelante e intentar que cada proceso artístico en el que nos embarquemos sea muy significativo, tanto para nosotros como para aquellos que participen. Hay que crear un ambiente de respeto, trabajar con confianza, sin juzgarse… Un proceso artístico en el que el resultado fuera muy bueno, pero hubiera ha habido odio sería para mí un fracaso. Últimamente han salido a la luz casos de acoso laboral y sexual de directores a actores. Mucha gente los ha justificado porque el resultado final es arte. Pe a mí no me interesan. No quiero tener nada que ver con este tipo de procesos que son el resultado de la explotación del otro. 

- ¿Qué medicina preventiva le habéis aplicado a vuestras obras?
- La legislación ha dicho que somos unidades de convivencia, pero es difícil controlar los contactos que tiene cada miembro del equipo. Todos los que vamos a viajar juntos nos hemos hecho la prueba. Y después, hemos pedido alta responsabilidad. No se trata de vivir de nuevo un confinamiento, sino de limitarnos a ver sólo a nuestros allegados y a gente con la que ya nos hemos relacionado, evitar aglomeraciones y sitios cerrados durante las semanas que dura la gira. Ha sido una decisión consensuada. No sé si en septiembre vamos a poder seguir marcando estos límites, pero el verano lo hemos resuelto así. 

- ¿Cómo es posible un Escena Erasmus con un modelo semipresencial como el anunciado por la Comisión Europea?
- Hemos estado hablándolo mucho. La Universitat nos dijo que sus estudiantes no podían estar involucrados en ninguna actividad cultural ni deportiva, presencial ni académica hasta septiembre. Así que hemos planteado una idea que ha sido aceptada por las autoridades sanitarias y que consiste en que a partir del 1 de septiembre empezaremos a trabajar con cinco estudiantes Erasmus y cinco locales, y la gira será los fines de semana de octubre a diciembre. Muchos de los alumnos del año pasado se han ido a sus casas y el año que viene no pueden volver, así que hemos creado un grupo ad hoc con estudiantes que se han quedado y participantes en otras ediciones del proyecto que han querido repetir, desde el primero hasta el décimo año de Escena Erasmus. Habrá una mezcla generacional estimulante.

- ¿Con qué frase pondrías punto final a un diario sobre la pandemia?
- Con una que tuviera que ver con la gente que ha muerto. Algo así como “pensaremos en vosotros” o “estáis con nosotros”. Se ha ido muchísima gente y de una edad que a mí me toca, porque es la de mis padres. El punto final sería una apelación a la memoria colectiva y un recuerdo de los que ya no están.

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