VALÈNCIA.- Los integrantes del Gremio Artesano de Artistas Falleros de València han vivido más de un año de frustración y dolor porque su trabajo, su arte y creatividad se paralizaron debido a una pandemia que paró la fiesta. Necesitan —con carácter de urgencia— liberar la carga emocional que ha representado para ellos la suspensión que los obligó a guardar y cubrir con plásticos las fallas que serían expuestas en 2020. Aun así están preparados para retomar la celebración del 1 al 5 de septiembre —autorizada por conselleria de Sanidad— aunque conscientes de que lo que expondrán serán ‘fallas desfasadas’ por su carácter atípico.
De acuerdo a la historia del mundo fallero, 2021 es la séptima ocasión en que la celebración se suspende y artistas como Paco Pellicer Brell, José Vicente Vendrell Catalá, María Jesús Giménez Pinto y Marisa Falcó Couchoud, entrevistados en la Ciutat Fallera, comparten sentimientos, reflexiones y expectativas sobre la fiesta más emblemática de Valencia.
Para Paco Pellicer Brell, maestro mayor del Gremio, las Fallas que se han anunciado en realidad no existen porque los monumentos que expondrán corresponden a la producción de 2020, un ciclo que quedó abierto y que es necesario cerrar. «Plantar y quemar es el objetivo, porque será una liberación», para luego empezar de cero con los proyectos de 2022.
El confinamiento impuesto fue un golpe muy duro para el sector, sobre todo porque los artistas se vieron obligados a parar todo, justo cuando estaban en el pico de su trabajo, lo cual fue una «pérdida emocional». Eso es algo que muchas personas no comprenden, «porque una cosa es la celebración de la fiesta, que a mucha gente incomoda por ser ruidosa, y otra es el tejido humano que puede generar dicha celebración».
La fiesta volverá, pero la sensación de desalojo y desamparo que experimentó el mundo fallero con la suspensión de esta es algo con lo que ha tenido que lidiar a lo largo de muchos meses. «Nos hemos quedado desamparados y huérfanos y ya no es cuestión de la economía, sino de que hemos tenido materiales y los mismos monumentos retirados, llenándose de polvo en un recinto como la Feria de Valencia, donde se han almacenado algunos, sin darles continuidad al trabajo para concluir todo», afirma.
¿Y qué ha hecho el sector fallero durante el paro de actividades? Pellicer Brell responde: «Sobre todo quedarse quietos. Ha habido un momento en que no se hizo absolutamente nada. Como el sector de los falleros también depende de los recintos feriales, conciertos y teatros, con la elaboración de stands, escenografías, plataformas, decoración; todo ese mundo desapareció». Pero ahora ya empieza la actividad e integrantes del gremio adelantan trabajos para las Fallas de 2022, en las que seguro reflejarán el año de la pandemia, aunque el ingenio de los artistas por contar las cosas hará que en septiembre alguna pieza haga alusión a esta.
*Este artículo se publicó originalmente en el número 81 (julio 2021) de la revista Plaza
Los artistas no son bien valorados
Los monumentos infantiles se plantarán en València el 1 de septiembre y el resto el 2, con la posible excepción de algunas poblaciones fuera de la capital, que han decidido retrasarlas hasta marzo de 2022. Esto, sin duda alguna, refleja el desajuste laboral que deja la pandemia a un gremio que tiene alrededor de doscientos miembros, entre los que destacan los treinta artesanos con talleres en la Ciutat Fallera, así como otros en la capital, pueblos y polígonos.
Pellicer Brell, quien se dedica a las fallas desde hace 30 años y tiene estudios de arte dramático y arquitectura técnica, además de dirigir un grupo de teatro en Chiva, es el coordinador del Grado Superior de Artista Fallero y Construcción de Escenografías, en el cual desde hace casi nueve años se forman las nuevas generaciones de artistas falleros, quienes aprenden las técnicas tradicionales de la elaboración de fallas. «Hacemos mucho hincapié en esto, no porque le demos la espalda a las nuevas tecnologías, sino porque la base debe ser el conocimiento de los sistemas tradicionales», asegura el artista.
Mª Jesús Giménez Pinto: «Antiguamente ya había mujeres que se dedicaban a trabajar el cartón; quizá no eran muy visibles, pero eran buscadas»
La situación de Vicente Vendrell Catalá es diferente, ya que al dedicarse a la carpintería tiene un abanico más amplio de trabajo, gracias a que hace escenografías para teatros y museos. Considera que muchos compañeros sintieron el impacto de la pandemia porque se dedican solo a hacer fallas, lo cual no es su caso. Por eso algunos artistas han tenido que cerrar, mientras que otros, al ser buenos en modelaje y pintura, encontraron «una pequeña vía de esperanza» haciendo figuritas para comuniones, bodas y cumpleaños.
Él empezó en el mundo fallero a los 13 años como aprendiz de los maestros Ángel Azpeitia, Roberto Martín y los hermanos Ramón y Toni Ferrer, de quienes aprendió el arte de trabajar con madera y pintura, participando con estos últimos en la elaboración de la falla del Ayuntamiento, el Guerrer de Moixent, en 1997. Retomar la fiesta en septiembre, para él «es un tema político» que a su sector no le viene bien porque el montaje se hará la última semana de agosto y el personal de transporte y grúa seguirá estando de vacaciones. «En algunos casos ya nos han dicho de pagar una tasa porque tendrán que dar el servicio. Nosotros somos los que tenemos las carrozas y fallas en el taller y quienes van a hacer el gasto al sacarlas», expresa.
Afirma que los artistas del gremio son los últimos en enterarse de las decisiones que toman las autoridades, por eso el sector no se siente valorado, además de que «la fiesta ya no se monta porque estén las fallas, sino porque es una época turística que a València le viene bien». Y enfatiza: «Creo que si a partir de las fallas se empezaron a hacer buñuelos, cabalgatas, ofrendas y pirotecnia, nosotros hemos pasado a ese montón. Somos un servicio más para la fiesta, no somos la guinda de esta», manifiesta mientras pide a las instituciones más apoyo como artistas que son.
Por lo pronto urge sacar las fallas y plantarlas, cuyo riesgo es que las estructuras, hechas con madera de chopo, estén muy secas, y si hace viento, se pueden partir. «Esto la gente no lo ve; el Ayuntamiento no lo ve, va a su bola. El material se degrada con el tiempo».
María Jesús Giménez Pinto reconoce que celebrar las Fallas en septiembre no es lo ideal para el sector, aunque sí una «alegría y un alivio», porque es consciente de que sus compañeros lo han pasado mal con el parón, aunque ella también se vio afectada como dueña de un taller de cartón que trabaja para quienes hacen las figuras. Aun así se considera privilegiada porque no ha tenido que enfrentar gastos como un alquiler, ya que la nave del taller es de su propiedad.
Confía en que el sector se recupere para 2022, mientras visualiza las próximas Fallas como una fiesta con muchas limitaciones que se le debe a las comisiones porque han registrado muchas bajas de gente y les está costando continuar adelante. Por eso hay que ver todo como un antes y un después. «Lo importante es que la fiesta y la tradición no se acaben».
Giménez Pinto forma parte de la directiva del Gremio como encargada de la sección de Plan de Formación, además de ser profesora de escultura tanto en barro como en corcho, en el ciclo formativo que se imparte en Ciutat Fallera. Artista de toda la vida, heredó el negocio familiar tras haber aprendido el oficio desde niña ayudando a a sus padres. Su abuelo era pintor y empezó a hacer fallas. Su padre, Manuel Giménez Monfort ‘Cotanda’ fue el gran artista de la familia, el que más se dedicó a la creación de fallas (sobre todo de Especial). Cuando fallece, el gremio apoyó a su madre, Caridad Pinto, para que continuara con el negocio, conocido como ‘el taller de Maruja de cartón’. De hecho, fue fundadora y primera directora del Museo Fallero, así como la primera mujer artista agremiada.
Giménez Pinto estudió Bellas Artes, lo cual le permitió meterse de lleno en el taller de sus padres, aprendiendo el oficio, y aunque su madre pintaba fallas infantiles, llegó un momento en que empezaron a tener más demanda para realizar reproducciones de cartón, ante lo cual decidieron cambiar un poco el concepto del negocio.
Ella se encarga de hacer el cartón que va encima del molde. En los ochenta, ‘Maruja’, como también la conocen, tuvo que enfrentar la llegada del boom del corcho, material ligero que da menos trabajo y facilita el hacer las piezas en gran volumen, a diferencia del cartón que da más faena. Recuerda que gracias a este le bajó el número de pedidos y tuvo que aprender a usarlo. Fue la novedad, pero con el tiempo los mismos clientes han vuelto a pedir el cartón por el tema de la sostenibilidad y el medio ambiente, sistemas de desarrollo con los que se siente identificada, al igual que con la inclusión de la mujer en el mundo fallero. «Antiguamente ya había mujeres que se dedicaban a trabajar el cartón; quizá no eran muy visibles, pero eran buscadas» —explica— «y luego, poco a poco ha habido diseñadoras, pintoras, artistas falleras. Pocas pero hay».
«Angustia y ganas de plantarlas»
Marisa Falcó Couchoud es una de las artistas falleras que más ha sufrido el parón. La maestra de Bellas Artes, que imparte dibujo en un instituto de Secundaria, reconoce que fue frustrante lo sucedido, sobre todo porque durante meses ha convivido en su taller con una falla que debió quemarse hace tiempo y no duda en expresar que lo que se verá en septiembre no serán «ni Fallas. En todo caso Fallas Covid».
«Para mí las Fallas son en marzo. Lo que se va a hacer ahora es un simulacro de fiesta y estas Fallas no necesitan fiesta» porque el montaje de la organización le parece una falta de respeto hacia el trabajo de los artistas: «Creo que podíamos haber buscado otras soluciones para sacar las fallas a la calle y quemarlas. Hubiera sido algo drástico, pero sin montarlas se hubieran quemado en julio del año pasado». Además, hay dos factores que no harán lucir la fiesta igual: el clima y la luz, dado que los monumentos están hechos para la iluminación de las tardes y noches de un mes de marzo, no de septiembre.
Acepta que las figuras se deben quemar, «pero sin fiesta, ni concurso ni premio. Creo que se merecen el absoluto luto de la covid». Ella tiene poco más de 30 años a sus espaldas como artista y durante parte de la pandemia se sintió paralizada y no fue capaz de dibujar nada. «Yo no voy a poder hacer nada hasta que no consiga quemar lo que tengo en el taller».
La cremà es importante porque es el fin del proceso de la pieza y esta es precisamente la carga emocional que los artistas necesitan liberar: terminar con todo y empezar de nuevo con esa energía que caracteriza la fiesta desde el momento en que se planea la pieza del siguiente año. «Nos hace falta entrar al taller y verlo vacío, lo cual no es angustioso como lo ha sido ahora. Es un vacío de volver a empezar con la energía a tope, porque la cremà te da eso. ¡Es un ave fénix¡».
La artista no duda en transmitir que hay cierto resentimiento por parte de los artistas hacia el Ayuntamiento y la Junta Central Fallera por decidir retomar la celebración «sin contar para nada con los profesionales», lo cual lo ve como un menosprecio al gremio y «un poco ofensivo» porque no han visto el daño emocional de los artistas. Por eso admite que históricamente ha habido una ruptura entre lo que es fiesta, artistas falleros y el mundo de las artes plásticas.
Considera que la sociedad debe valorar y respetar más al gremio de artistas, sobre todo próximamente en que se plantarán las fallas y muchas personas externas al sector sabrán lo que cuesta el proceso de sacar las piezas y plantarlas. «Ahora se va a poner en valor la plantada, que no es tan sencillo hacerlo, pues la organización de esta se aprende de padres a hijos, que enseñan a controlar la logística». Y cuando la fiesta haya pasado se sentirá descansada. Ahora lo que apremia es sacar las fallas de los recintos, que ya están dañadas, viejas, pasadas y hasta descoloridas, pues «llevan dieciocho meses muertas».