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Burning, rock y pintalabios en un barrio de extrarradio

Al igual que ocurriera con el documental de los Stooges de Jim Jarmusch, el de Burning de Fernando Colomo da la impresión de valer más por lo que calla que por lo que cuenta. No obstante, es un repaso correcto a la trayectoria del grupo y explica lo que suponía en pleno franquismo pintarse los labios, ponerse rimmel y subirse a un escenario en un barrio madrileño de extrarradio 

29/12/2018 - 

VALÈNCIA. Difícilmente puede nadie, ni Fernando Colomo, superar un libro como Burning Madrid de Alfred Crespo. Esta narración oral de la historia del grupo más insigne del madrileño barrio de La Elipa reunía los ingredientes necesarios para no poder llevarse nunca a la ficción. Nadie podría dramatizar todas esas hazañas por la sencilla razón de que no serían creíbles. Precisamente, porque eran reales. 

Por eso, después de 2012, año de la salida del trabajo de Crespo, abordar la trayectoria de Burning en un documental era un reto. El camino tomado por Fernando Colomo ha sido el del homenaje y la sensación es muy parecida a la que produjo Jim Jarmusch con Gimme Danger, el documental sobre los Stooges. Eran tales las barbaridades que se habían publicado sobre Iggy y compañía que el repaso a su trayectoria que hizo el director parecía una lectura rápida de la Wikipedia. 

En este caso, lo que queda muy bien retratado en el documental son los orígenes humildes de los miembros del grupo y la importancia que tenía el rock en la España de los 70. Lo dice el propio Johnny, provenían de "un barrio de torneros, mecánicos, electricistas y carteros". Del extrarradio, de la expansión de Madrid en barrios populares tras el desarrollismo. 

Pepe Risi, guitarrista de Burning, había mamado la guitarra en casa. Su padre tocaba flamenco con frecuencia. A Johnny se le unió al grupo al grito de "cómprate un piano y te vienes". La madre de Pepe les zurcía las ropas y sus hermanas les prestaban el maquillaje. Eran los años del glam. 

Al contrario de lo que pueda parecer y como muy bien explica Josele Santiago en la película, España antes de La Movida no era un desierto. Es cierto que el franquismo no favoreció la aparición de grupos de todo pelaje y que no hubo una industria adecuada estableciese una escena profesional como es debido, pero no faltaron ejemplos en España de lo que estaba ocurriendo en el mundo anglosajón en aquel momento, que es el que marcaba la pauta a todos los demás. 

Hubo una cantidad inmensa de grupos progresivos y sinfónicos, la mayoría no son popularmente conocidos por la propia naturaleza de su estilo. Sin embargo, si Burning han llegado hasta nuestros días es porque eligieron lo más pop que hubo en aquellos años, el glam. A España llegaron los singles de Suzi Quatro, Sweet, Slade, Marc Bolan y también el pub rock de artistas como Dr. Feelgood y Graham Parker. 

Aunque su mayor inspiración fuesen los Rolling Stones y Lou Reed, la canción directa, provocadora, rápida y de estribillo pegadizo fue su impronta hasta el final de los días de sus miembros más carismáticos e incluso en la actualidad, cuando Johnny es el que mantiene la llama. 

Al principio, como cuentan los Pelayo, que fueron artífices de su fichaje por un sello, las discografías imponían que los grupos nacionales cantasen en inglés. Pronto tuvieron la solidez como para poder soltarse ese corsé y hacerlo en su idioma. Porque de lo que hablaban, de lo que veían en su barrio, de las experiencias que fueron viviendo con los años, solo se podía cantar en castellano, en su castellano de La Elipa. 

Es conocido que Esto es un atraco, por ejemplo, versa sobre un atraco real en el que estuvo involucrada la mujer de Johnny, o que Las chicas del drugstore hace referencia a los saraos que había en estos establecimientos 24 horas con borrachos, drogadictos, prostitutas, policías y travestis (enjundia que detalla el libro de Crespo) pero la canción que subraya la película es Cristina, que se podría decir que es de las pocas de la época sobre un asesinato de género que no hablan de cometerlo, sino de sufrirlo. En este caso, iba de una amiga de Pepe Risi que murió asesinada por ocultarle una pequeña dosis de heroína a su pareja.

En el documental se hace hincapié en que La Movida hizo tabla rasa con muchos grupos que habían empezado a levantar cabeza a finales de los 70, generalmente los de rock urbano. Nunca recibieron la atención mediática ni tuvieron un ambiente tan exultante y favorable como los ochenteros, pero de todos los eclipsados, Burning, explica la película, fue quizá el único que le gustaba a todos los protagonistas de La Movida. 

Tras la salida de su cantante, que dejó el grupo para ser padre, pero siguió atrapado en su adicción a la heroína, Burning enfiló una línea mucho más personal. Si antes se parecían por momentos a Lou Reed, a los Stones o a los New York Dolls, en los 80 solo se parecieron a Burning, con el agravante que eso supone si no tienes el favor de los medios. Sus elepés hasta No mires atrás, de 1993, fueron línea dura. Autos de fe. Mantenerse en un estilo contra viento y marea, mientras las fuerzas iban fallando, pero sin rendirse jamás. Puede que no sean sus canciones más depuradas, pero en esta etapa el grupo entregó una de las páginas más brillantes y personales del rock en castellano.

La situación en la que se vivió esta travesía en el desierto la explica Maikol, su saxofonista. Él entró muy joven en el grupo, pero cayó en la inercia que ya llevaban los demás de adicciones, lo que afectó a sus relaciones personales y profesionales. "Así ya nadie tiene ganas de currárselo", se sincera Johnny, en referencia a la apatía de los heroinómanos. 

Hay algunas escenas truculentas que se evocan, como la del piso "La casa de los horrores" en el que Pepe convivía con un traficante iraní de heroína. Para meterse, solo tenía que salir de su habitación y llamar a la puerta de al lado. Los entrevistados insisten en que era consciente de que tenía que desengancharse, pero el hábito le fue mermando, hasta el punto de que tenían que sacarlo de la cama y depositarlo en el escenario, donde se mantenía en pie cincuenta minutos de forma sorprendente. 

Risi murió de una angina de pecho, cuenta el documental, por la cabezonería de reiteradamente no haber querido ir al médico. Como contó Johnny en esta entrevista cuando el médico les dijo que no iba a salir de ahí fue un palo inimaginable.

Con él se fue un músico único, como se dice tantas veces, pero también una pieza que combinada con el saxo de Maikol y el piano de Johnny creaba magia. Prueba de ella es su extenso catálogo de canciones, que hoy por hoy sigue poco reivindicado más allá de la etapa de Toño y el hit loureediano favorito de Ordovás: Qué hace una chica como tú en un sitio como este. Nunca es tarde para descubrirlos porque la calidad de estas canciones no envejece.