VALÈNCIA. Carlos Vidal Meliá (Vinalesa, 1964) decidió estudiar Empresariales por dos motivos: por un lado porque le gustaba la contabilidad, las finanzas y los seguros y, por otro, porque al empezar con la diplomatura «era una carrera corta que permitía incorporarte al mercado laboral pronto, y eso para una persona de familia modesta era una cuestión muy importante». Así lo reconoce a Plaza este apasionado de la bicicleta —«muchas ideas de investigación me han surgido pedaleando»—, la montaña —«me encanta pasear por la Sierra Calderona»— y la lectura —«El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, me marcó»—.
Licenciado en Empresariales por la Universitat de València (1987) y en Ciencias Actuariales y Financieras en la Universidad Complutense de Madrid (1992) —«sin asistir a ninguna clase, solo a los exámenes»—, dos años después leyó su tesis doctoral Alternativas individuales de ahorro-pensión. Planes de pensiones, con la que obtuvo el doctorado en Ciencias Económicas y Empresariales. No fue una mala elección, pues se ha convertido en todo un referente a la hora de hablar de pensiones, que le ha llevado a trabajar tanto para el sector público como privado en su también faceta de investigador académico dentro y fuera de España.
Corría el año 2009 —en pleno mandato de Rodríguez Zapatero—, cuando Vidal propuso ante el Pacto de Toledo reformar el sistema público de pensiones. Pero al ca-tedrático valenciano no le hicieron caso y la situación se ha ido agravando desde entonces, con una escuálida ‘hucha de las pensiones’. «El Pacto de Toledo es un fraude a los ciudadanos; es una gran mentira, una fuente de disparates y fomento del populismo en pensiones. Nada de lo que se propone va a resolver el problema de solvencia del sistema; algunas medidas servirán para enmascararlo y otras para ahondar en su insolvencia e insostenibilidad».
Vidal tiene claro que para resolver el problema en España «habría que aprender de los países con buenos sistemas de pensiones, así como de las condiciones institucionales y económicas que hacen posible tener un buen sistema de pensiones, que responda a una serie de principios básicos como transparencia, equidad, solvencia y adecuación, sin necesidad de penalizar a las generaciones actuales». En este sentido, apunta que «libertad económica, facilidad para hacer negocios, fomento del emprendimiento, seguridad jurídica, unidad de mercado, simplificación y coordinación de las administraciones públicas, junto con un buen diseño del sistema que incentive el interés de los afiliados por cotizar, nos pondrían en el buen camino».
Se muestra muy pesimista sobre las pensiones y advierte sobre la certeza de las cuantías a recibir a la hora de la jubilación. «La esperanza de vida sigue aumentando, la relación entre cotizantes y pensionistas está disminuyendo como también el componente contributivo del sistema». De ahí que recuerde que la ‘carta naranja’ —aquella que iban a recibir los españoles para hacerse una idea de lo que iban a cobrar y se quedó en un cajón— «es un ejemplo más de la falta de seriedad con la que se aborda un tema tan importante como debería ser este».
A su juicio, el modelo de pensiones más adecuado para España sería el sistema sueco —basado principalmente en las cuentas nocionales y secundariamente en la capitalización— con ideas del estadounidense, «un ejemplo de transparencia y buena gestión a la hora de informar a los cotizantes». Pero también habría que mirar sistemas como los de Australia, Canadá, Chile, Finlandia, Holanda y/o Singapur. «Sería tan sencillo querer hacer las cosas bien simplemente imitando/adaptando los procedimientos o métodos que se aplican en esos países que funcionan bien».
Que la mayoría de españoles no complemente la pensión que percibirá en su jubilación ¿es algo que va en los genes de dejarlo todo para última hora? «Tiene más que ver con que las prestaciones del sistema público son bastante elevadas con relación a los salarios. Además, el hecho de que las prestaciones sanitarias y farmacéuticas sean gratuitas y que la mayoría de los afiliados lleguen a la jubilación con la vivienda pagada hacen que el español medio no sienta la necesidad de complementar».
Pero ¿qué receta aplicaría para que este país corrija el mal endémico que tiene en la falta de cultura financiera? «Para mí la cultura financiera va ligada a una verdadera educación en valores y al asentamiento desde la niñez de unos principios morales sólidos. Si la anterior base es fuerte, será relativamente fácil que la persona tome buenas decisiones, informadas y juiciosas».
Como docente, Plaza quiso conocer también su opinión sobre la salud de la que goza la universidad española. «Realiza un uso manifiestamente mejorable de los recursos, dado que hay una evidente fragmentación y descoordinación a nivel estatal. Aparentemente la universidad es cada vez más internacional, pero en la realidad cada vez es más rural-local. El sistema de designación de los decanos y rectores de las universidades españolas es demencial porque son elegidos por los estamentos universitarios, incluyendo los alumnos y personal de administración y servicios».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 76 (febrero 2021) de la revista Plaza