La Rambleta acoge el 24 y 25 de enero Arcángeles, una mirada a casi un siglo de experiencia homosexual a través de seis monólogos basados en casos reales
VALÈNCIA. Casi un siglo de experiencia homosexual a través de seis testimonios, seis voces que encapsulan la historia reciente de los márgenes y que dan forma a Arcángeles, una pieza teatral escrita y dirigida por Chema Cardeña que se podrá ver este 24 y 25 de enero en La Rambleta. El proyecto teje una historia de historias, un viaje entre el siglo XX y XXI que se compone por los relatos de un prisionero de un campo de concentración nazi, un joven estudiante ruso o un jugador de fútbol americano, seis monólogos en total que conectan ocho décadas de discriminación y que ponen negro sobre blanco todo lo que queda por hacer.
No en vano, en los últimos días tanto el centro cultural como la compañía han denunciado públicamente que se han estado arrancando los carteles promocionales de la obra, algo que ha sorprendido al propio dramaturgo, pues es algo a lo que hace tan solo un año, durante su estreno en Sala Russafa, no se tuvieron que enfrentar.Con todo, Arcángeles vuelve a subirse a las tablas, seis historias interpretadas por Rafa Alarcón, Jerónimo Cornelles, Darío Torrent, Miguel Vicente Clager, Saoro Ferre, Miguel Seguí y Cecilia Pekarek que estarán acompañadas por la música de una viola en directo, a cargo de Sylvie Berger, y que conforman puzzle que reivindica la memoria de un colectivo al que en muchas ocasiones, precisamente, se le ha negado eso, la memoria.
- Arcángeles plantea un viaje de casi un siglo por la experiencia homosexual, ¿cuál es el eje en común de todas estas historias?
- El eje común de todos es sobre todo la intolerancia y la discriminación que sufrieron, a parte de un símbolo que hay en la función, una manzana que aparece en cada uno de los monólogos. Según la época a la que pertenecen, claro, es diferente, pero el tratamiento que reciben, la discriminación, las vejaciones, las humillaciones, en esencia son las mismas.
-Es relevante teniendo en cuenta que la obra plantea relatos en distintos países y décadas, ¿qué reflexión hace al respecto?
-Si somos honestos, la situación ha cambiado bien poquito. Oficialmente, de cara a la galería, las cosas han cambiado. Es cierto que ahora mismo no se practican electroshocks, no se ingresa nadie en un manicomio, ni se le mete en la cárcel por el hecho de ser homosexual. Es cierto que hemos ganado libertades, que existe la ley de matrimonio igualitario y todo esto, pero también tenemos el ejemplo de lo que nos está ocurriendo ahora en Rambleta, que nos hemos visto con todos los carteles arrancados de cuajo. Esto es una reacción obvia de una homofobia persistente. Desgraciadamente, desde que estrenamos esta obra hasta ahora, yo diría que hay una homofobia y transfobia más creciente. Hay mucho odio y siempre lo pagan los mismos, siempre hay que buscar chivos expiatorios. Creo que debemos estar muy alertas, cuando uno se confía y cree que tiene la libertad es cuando más en peligro está.
- Tanto desde el equipo de la obra como desde La Rambleta habéis denunciado públicamente esa retirada de los carteles, ¿cómo lo habéis vivido?
- La obra se estrenó hace un año en Sala Russafa y no hubo ningún problema... en un año es increíble lo que está pasando. No lo entiendo, es un cartel que no puede ofender a nadie porque es un arcángel de espaldas. Estamos hartos de ver arcángeles desnudos en las frescos de las catedrales, en esculturas, en pinturas... Entonces, no entiendo a qué viene esto. La única diferencia es que el nuestro tiene una ala cortada y con una cicatriz. Esto responde única y exclusivamente a la intolerancia. Es ridículo. Estamos un poco sorprendidos y muy tristes porque nos parece increíble que en pleno siglo XXI esto esté ocurriendo. Es lamentable y responde a esa crispación que algunos se encargan de fomentar y de promocionar y que ya nos afecta a todo el mundo y en todos los ámbitos.
- La obra plantea seis historias concretas, seis monólogos, ¿cuánta realidad hay en el texto de Arcángeles?
- En realidad todos los monólogos están todos inspirados en historias reales. Por ejemplo, el primero de todos que ocurre en Buchenwald, un campo de concentración nazi, y parte de la recopilación de todos los testimonios de los homosexuales que sobrevivieron, de los pocos que sobrevivieron y de los pocos que se atrevieron a hablar. En el caso del personaje de Norman Murray está camuflada la historia e Alan Turing, mientras que el monólogo del futbolista americano hace referencia a un futbolista belga que salió del armario y acabó suicidándose por la presión. También hablamos de la Rusia de hoy en día y de esas palizas que se dan engañando a los chavales a través de aplicaciones o de referentes de las primeras travestis en la España de los años 60. Todo el texto está tomado de referencias reales, aunque después haya sido ficcionado.
-Te he leído hablar del teatro como herramienta de cambio social y reflexión.
-Yo no concibo el teatro sin que sea realmente un instrumento que refleje la sociedad en la que cada autor vive. El teatro puede entretener, por supuesto, pero se puede entretener reflexionando, cuestionando y denunciando. Todas mis obras y todo mi trabajo desde hace cuarenta años está basado en eso. Precisamente uno de los ejemplos es la 'Trilogía de la memoria'. Es importante que reflexionemos sobre un pasado que en realidad es nuestro presente, es imprescindible que el público haga el ejercicio de relacionarlo. Al final, el teatro tiene que cuestionar absolutamente todo: al poder, a la propia sociedad... Acabo de hacer El día de San Judas, que es una obra que es realmente brutal, en la que ve cómo unos cuantos pueden manipular a toda una sociedad. El teatro no es ocio, el teatro es cultura. Ocio es otra cosa, son las discotecas y lo que quieras. Y la cultura, si no tiene un fondo, si no hay una ideología, sea la que sea, si no se ofrece realmente un punto de vista a lo que nos rodea, está vacía, no tiene mucho sentido.
-En los últimos años se está poniendo más el foco desde el punto de vista de la historiografía en recuperar esos relatos que hasta ahora estaban en los márgenes, como los del colectivo LGTBIQ+. En este sentido, ¿cómo ha sido el proceso de documentación para la obra?
-Difícil, sobre todo en lo que corresponde a España. Es muy complicado encontrar documentación, conocer el desarrollo de los hechos tal y como fueron, en muchos casos porque incluso los propios implicados no han querido hablar de ello, como es el caso de los supervivientes de los campos de concentración nazis, que ya desgraciadamente no queda ninguno. Y de los que han quedado, uno se atrevió a escribir un libro. Como siempre, la historia la escriben los vencedores. Es difícil llegar al fondo. Este, además, es un aspecto que siempre se ha ocultado y del que siempre ha habido una vergüenza absurda y ridícula porque la homosexualidad existe desde que existe el hombre, forma parte de la cotidianidad. A mí siempre me han interesado mucho las pequeñas historias, los relatos de personajes anónimos que se vieron envueltos en determinados momentos históricos. A través de esa gente normal se componen los grandes acontecimientos. En el caso del tema que tratamos en Arcángeles, quería recurrir a historias muy personales, muy concretas, que al final reflejaran la realidad de mucha gente.
-También la representación en la ficción, tanto en volumen como en forma, en la ficción es una cuestión que cada vez se analiza más. Como autor, ¿cómo crees que ha avanzado?
-No soy partidario de hacer un teatro gregario. Es decir, yo creo que el día que podamos hablar de personajes homosexuales y heterosexuales con toda normalidad, sin planteárnoslo, habremos conseguido el objetivo. Yo lo que he hecho en Arcángeles es un homenaje a personas que sufrieron en sus propias carnes lo que es la violencia, la intolerancia y ese horror que, en algunos casos, es realmente es espeluznante. Pero yo soy más partidario de un teatro de inclusión. Es decir, la realidad homosexual está en la calle, me interesa más hablar de esa relación hoy, día a día, de esa normalidad, que de estigmatizarnos o crear un teatro LGTBIQ+. Tenemos que buscar la inclusión, estar presentes en el mismo porcentaje que estamos presentes en la sociedad. Al final, el teatro, y no lo digo yo, lo dijo Shakespeare, es la vida y el teatro imita la vida.