Admito haber fantaseado con ellos durante alguna de estas tardes tontas. Incluso haber salivado con ansia. Aquí tienes los caprichos materiales que me han puesto los dientes largos
VALENCIA. Vaya por delante que en este Día de Reyes no he recibido ningún regalo. Digo esto sin hacer drama. El único hombre de mi vida, que es mi padre, ya se fundió los cuartos muy mucho en Navidad. Tampoco es que tenga ninguna celebración especial de Roscón. Me voy a pasar la mañana combatiendo la resaca, pasando la escoba por casa y, si me da la vida, preparando algo caliente de comer (que es lo que hacemos las personas con familia lejos). Cuento todo esto, casi a modo de confesionario, porque en el momento de encender la vitro echaré de menos alguno de estos reglaos y gruñiré mientras me rechinan los dientes.
Soy de esas humanas que pegan la nariz en el escaparate cuando algo les gusta mucho. Me pasa sobre todo con las tartas, pero se dan más casos. Unos cuantos paseos por Valencia me han bastado para codiciar a través del cristal los gastro must que habría puesto en la lista de deseos de haber tenido un lápiz a mano. Algunos muy de foodie, otros muy de culto. En cualquier caso, son ideas que agradecerán aquellos que tengan cerca a un loco de los cazos o a una hedonista de la buena mesa, de apetito voraz. Porque si os creíais que la bacanal de la tarjeta de crédito había terminado, estabais muy equivocados: ahora vienen las rebajas.
La Despensa Ideal (Eve O'Sulliv an y Rosie Reynolds, Pahidon) contiene 100 recetas que se preparan con los 10 productos básicos que todos acumulados (garbanzos, arroz, tomate, huevos, pasta, leche de coco, harina, cacahuete, leche y chocolate) y 20 condimentos esenciales (como aceite de oliva, curry o vinagre, entre otros). Es muy original en su planteamiento, pero los hay todavía más arriesgados. Es el caso del peculiar Gastronogeek (Thibaud Villanova y Maxime Léonard, de Hachette Heroes), gracias al que los seguidores de El Señor de los Anillos podrán preparar pasteles con forma de Ojo de Sauron. En sus apartados dedicados a los amantes de la ciencia ficción y la fantasía también hay espacio para Harry Potter o Regreso al futuro.
Cuando era pequeña le pedí a mis padres la típica cocina de plástico que te permite hornear con mucha tranquilidad en el cuarto. Nunca me la regalaron, y no tengo traumas por ello, jugaba con la de mi vecina. Ahora bien, he ido proyectando ese deseo en futuros objetos de culto como una cafetera de jarra (al estilo de las pelis americanas), una tostadora metálica y, por supuesto, todas las cocottes del mundo mundial. Las cacerolas de hierro colado de Le Creuset no son baratas, pero el resultado del caldo es inigualable. También soy de las que nunca te tiraría una Thermomix a la cabeza, porque creo que un robot de cocina no solo economiza tiempos, sino que fomenta el repertorio. Los últimos modelos vienen con pantalla táctil, además de incorporar recetas de libros digitales que vienen muy a mano.
Y como ya sabéis que una siente devoción por la repostería, ahí van algunas propuestas para darle fuerte a las masas. La firma de referencia Lékué cuenta en su sección pastelera con todo tipo de moldes para galletas (desde puzles de animales, a pequeños vasos de cookie), pasando por kits de cake pops y hasta cocteleras de masas, que te quitan de darle a las varillas, pero no resultan tan frías como la batidora. El límite de "lo maleni" lo pone cada uno. También hay opciones de corte friki que siempre te valdrán algunas risas: por ejemplo, Fnac comercializa moldes de silicona con los escudos de Juego de Tronos, ahí es nada. Si lo tuyo es la funcionalidad para la vida cotidiana, los packs low cost de Ikea no son nada desdeñables: mola mucho el batidor manual Jämförlig el juego de mangas pasteleras Smaks o el asador especial de barro Andvändbar. Intenta pronunciarlo.
Este último año he cocinado mucho al ritmo de M83, Crystal Fighters, James Blake y León Benavente. ¿Cómo es eso de ponerte a Kanye West mientras cueces? También ha habido momentos Bowie y Cohen (no he querido reprimir el homenaje, aunque el Hallelujah que me mata es el de Jeff Buckley). Mejor no caer en horteradas como poner canciones que hablan de comida, eso déjalo para las fiestas. Otro regalo interesante para minichefs melómanos podría ser Cocina Indie. Recetas, dibujos y discos para gente diferente (Ricardo Cavolo y Mario Suárez, Normal). Un libro donde se habla de los ingredientes que pondría Björk en su ensalada, cómo le gustarían los noodles a Franz Ferdinand y la manera de servir un roastbeef adecuado para Joan Baez.
No hace falta irse al Culinary Institute of America o al Cordon Bleu, ni siquiera a la Eshob de Barcelona o el Basque Culinary Center, donde solo conviene dejarse los cuartos si de verdad quieres hacer de esta devoción un oficio. Si se trata de una afición, hay opciones más asequibles y más de pasar la tarde. En Valencia contamos con Eneldo, donde renuevan cada tres meses los cursos dirigidos a principiantes; también Food & Fun, que diseña catas, talleres y shows según el cliente; incluso Valencia Club de Cocina, donde no solo se imparten clases, sino que se pueden establecer relaciones con otros aficionados a través de charlas, presentaciones y conferencias asociados a la alimentación.
Desde luego hay opciones más específicas. ¿Qué solo quieres aprender a enrollar el sushi? En Momiji se organizan cursos de cocina japonesa, donde además de imbuirte de sabiduría nipona, te puedes acercar al backstage de las genialidades de Diego Laso. ¿Que lo tuyo son los crudos? Pues Sweet Victoria ha organizado varios talleres al respecto a lo largo del año, y de paso pruebas la mejor tarta de chocolate del mundo que dicen tener. Luego está Tándem Gastronómico, al frente del cual se sitúan Germán Carrizo y Carito Lourenço, dos cocineros habituales por estas páginas que siempre tienen talleres que ofrecer, muchos de ellos organizados en su espacio de referencia: Fierro.
TODOS somos capaces de recordar la mejor cena de nuestra vida. El sabor confiere potencia al momento, que seguramente fue especial por razones que poco culinarias, pero conserva su aroma. Esto va de construir instantes, y siempre vienen bien los nuevos. Regalar una cena (o una comida, al gusto) es una buena idea, sobre todo para los amantes de la mesa honesta, y es por eso que conviene elegirla con mimo. ¿Es para la pareja? ¿Para la familia? ¿Cuánto estás dispuesto a gastar? ¿Qué tipo de cocina te apetece probar? En las respuestas a estas preguntas comienza el viaje, y por ende, la diversión, el regalo, el sueño.
Mis mesas pendientes para este año en Valencia serían Sucede, el proyecto de Miguel Ángel Mayor que amenaza con comerse la ciudad, y Dos Estaciones, donde Iago Castrillón y Alberto Alonso dan temporalidad a una cocina con cientos de posibilidades y todavía por explotar. Decía Jesús Terrés que 2017 también será el año del Bouet de Tono Pastor, con nuevo espacio diseñado por el estudio de Ramón Esteve, o El Llauro, la alquería que está rumiando Begoña Rodrigo. Otros dos grandes esperados son Hikari Yakitori Bar, de los Nozomi Jose Miguel Herrera y Nuria Morell, y La Marítima. Pero si algo tiene la comida es que permite rebasar barreras, viajar, desde el plato y en búsqueda del plato. Más retos al alcance: Espai Kru en Barcelona, Bibo en Madrid y, por supuesto, Noor en Córdoba, el revolucionario sueño árabe de Paco Morales que tanto está sorprendiendo. Aquí es donde yo pienso construir otros cuantos recuerdos, sean o no fruto del regalo.