VALÈNCIA. Cada mañana Enric, un jubilado de 70 años, enciende su ordenador, entra en la página de Airbnb y comprueba una cosa: si el piso de arriba de su casa está alquilado. Si lo está, llama a su hija y le avisa de que esa noche dormirá con ella. No quiere jugar a la ruleta del turismo de masas. No quiere esperar a ver si las personas que han alquilado esta vez el apartamento son cívicos o no. A determinadas edades el cuerpo no está para muchas tonterías.
Enric vive cerca de la plaza de la Virgen. Su caso, dicen desde Amics del Carme, no es excepcional. La nómina de vecinos “de toda la vida” que están abandonando el barrio es cada vez mayor. Peor que nunca. El turismo masivo, descontrolado, el aluvión de visitantes desordenado, está siendo peor que el caballo en los años 70, dicen, está matando literalmente Ciutat Vella y convirtiéndola en un barrio temático no apto para oriundos.
La semana pasada los vecinos de El Carme se reunieron con la teniente de alcalde del Ayuntamiento de València, Sandra Gómez, para transmitirle sus preocupaciones y exigirle al consistorio que actúe de una vez. Porque el tiempo pasa y cada día, cada semana, supone una nueva pérdida para el barrio. Porque el casco histórico, el que venció a la Naturaleza y sobrevivió a la riada del 57, el barrio que soportó la degradación que trajo consigo la heroína a finales de los 70 y principios de los 80, esa misma zona de ciudad sólida, con lazos indestructibles, está a punto de ser vencida por las apps, el cicloturismo de smartphone y, sobre todo, dicen los vecinos, la nula gestión del Ayuntamiento de València y la Generalitat, que parecen mirar a otro lado.
Los balances de millones de visitantes, de ingresos por turismo, de pasajeros por los aeropuertos valencianos, que son jaleados por las autoridades como victorias, como grandes logros, son números que suenan a réquiem en las calles del Carme, de Velluters, de la Seu, barrios de un distrito en el que la vida cotidiana huye a oleadas y es reemplazada por habitantes ocasionales de temporada.
Si hay un dato que evidencia la soledad de Ciutat Vella es el de viviendas vacías recogido en un informe oficial del Pla Especial de Directrius de Qualitat Urbana. Tal y como apunta este estudio de AUMSA, estas cifras son especialmente significativas en Ciutat Vella y Nazaret, con valores próximos al 30% sobre el total de viviendas, muy por encima de la media de València que se sitúa en el 13 %. “Un desajuste para el que hay que promover las intervenciones necesarias para ajustar esa distorsión”, apunta el informe. En román paladino: hay que buscar una solución.
En el consistorio, cierto es, trabajan con la intención de hacer más habitable el barrio. Algunas soluciones, como las puertas del concejal Grezzi para controlar el tráfico oportunista, se han vuelto en contra de los propios vecinos. Otras van encaminadas a que la vida de los que quedan en él sea más grata, como las obras de habilitación de una nueva zona de juegos infantiles al barrio del Mercat, en Ciutat Vella. La nueva dotación corresponde a la plaza definida por las calles Hiedra, de los Mallorquines y Linterna, y fue presentada este miércoles. Con ella se pretende paliar “el déficit histórico de zonas verdes y de juegos infantiles que padece el distrito de Ciutat Vella”, según explicó la concejala de Parques y Jardines, Pilar Soriano.
Acciones que quizás llegan tarde ante la realidad del barrio. En la actualidad hay 5.150 viviendas vacías para un parque de 18.725 hogares. El alto porcentaje, advierte el informe, refleja que la ciudad está alcanzando umbrales poco recomendables. Según se indica en él, “los valores deseables son los que están por debajo del umbral de calidad, es decir por debajo del 10% que se establece como deseable, estando en situación de fuera del umbral en sentido negativo cuando se obtienen valores por encima del 20%”. Nazaret, azotado por la crisis y la pobreza, alcanza el 28,67%. El Cabanyal, que fue golpeado por la fallida ampliación de la avenida Blasco Ibáñez, el 22,34%. Y Ciutat Vella el 27,5%.
Un alto porcentaje de viviendas vacías en el casco histórico que tiene un regalo envenenado dentro y son los pisos de alquiler turístico “porque la mayoría de viviendas vacías no son casas abandonadas”, señalan desde Amics del Carme, “sino que se emplean como apartamentos turísticos”. Pisos como el que se encuentra encima de la vivienda de Enric, que en su caso tiene 12 plazas, y que se convierten en destino para francachelas y despedidas de soltero de personas procedentes de toda Europa. No son vecinos. No quieren serlo. Están de paso. Para ellos València es sólo unas horas de su vida.
Una situación a la que hay que unir el envejecimiento del parque residencial. Si bien Ciutat Vella tan solo conserva poco más de un 20% de su parque anterior al siglo XX, cerca del 40 % procede de la primera mitad del siglo pasado, época por excelencia de crecimiento de los ensanches de la ciudad, de manera algo más dilatada en el tiempo en el ensanche de Quart. Es decir, más del 60% de las viviendas tienen más de 50 años.
Es aquí donde el PEP (Plan Especial de Protección) de Ciutat Vella debería tener un papel más determinante, dicen los vecinos, algo que le reclamaron a Gómez. Así, lamentaron que el plan no fuera más contundente en la aplicación del registro de solares y en prohibir que edificios singulares se conviertan en nuevos hoteles ya que es precisamente la excesiva hotelizacion lo que consideran como uno de los problemas “más críticos” que padece Ciutat Vella. Y aquí entran tanto la actividad de los apartamentos turísticos ilegales como la continua transformación de edificios en hoteles, a pesar de la supuesta moratoria.
En la reunión con la candidata del PSPV a la Alcaldía de València y actual concejal, los vecinos celebraron el acuerdo para que la Policía Local pudiera sancionar los apartamentos turísticos ilegales, pero también le hicieron ver que antes el Ayuntamiento debería ordenar y garantizar el cese de la actividad ilegal de buena parte de los apartamentos actualmente en funcionamiento, para lo que propusieron un plan “urgente” de inspección.
El problema, aseguran, no es el turismo, sino el turismo masificado (el adjetivo es importante); el problema, sostienen, es la falta de control que ha hecho que lo que era beneficioso se haya vuelto perjudicial. Una invasión, la del turismo masificado, con ejemplos, dicen, “abrumadores”, como las calles y plazas peatonalizadas que son inmediatamente ocupadas por terrazas o por el botellón, unido a la manifiesta incapacidad municipal (Policía Local, Actividades, o la propia Alcaldía) para hacer cumplir las ordenanzas sobre el uso del espacio público. La calle ya no es de todos. “¿No pueden organizarse para que no coincidan dos grandes cruceros el mismo día?”, se preguntan.
Problemas ante los que creen que “inventos” (así los calificaron) como la propuesta del Síndic de l’Oci o Alcalde de Noche son, dicen, “de una insultante frivolidad”. Igualmente se refirieron a la mesa de diálogo que promueve Gómez que, afirman, “si no cuenta con datos, si no tiene capacidad para elaborar propuestas documentadas, no tiene ninguna credibilidad”.
Amics del Carme le expuso a la regidora casos concretos denunciados por vecinos que el Ayuntamiento de València tiene “empantanados” en trámites interminables. “Le hicimos saber que son casos graves que tenemos en estudio y que serán objeto de demandas ante los tribunales si no se da amparo a los afectados”, explican desde la asociación.
Si bien se emplazaron a mantener una nueva reunión en enero, desde la asociación de vecinos del Carme reclamaron a Gómez que el Ayuntamiento de València demuestre que tiene voluntad y capacidad para hacer cumplir los acuerdos, que recupere credibilidad. Y eso empezará a ocurrir cuando Enric no tenga que mirar todas las mañanas su ordenador para saber dónde va a dormir.