VALÈNCIA. Se sienten cobayas, parte de un experimento. “Esto es una ratonera”, coinciden en señalar los dos más jóvenes, Paula Fagoaga y Víctor Noguera. Tres semanas después, a los vecinos del barrio de El Mercat en València les cuesta explicar cómo acceder en coche a sus casas. Cuando lo relatan, deben pensar. La rutina que debería ser entrar y salir de sus hogares se transforma en un crucigrama. La revolución Grezzi llegó a principios de mes a los barrios del centro histórico. Movilidad Sostenible puso en marcha un sistema de circulación vial basado en bucles de entrada y salida, pensando en acabar con el llamado tráfico oportunista. Y los resultados, a cuenta de los testimonios, no reciben precisamente un refrendo unánime. El cambio para Ciutat Vella se ha traducido en malestar, desvíos de ruta kilométricos y protestas. Es como si el Ayuntamiento les castigase por el privilegio de vivir en los aledaños del Mercado Central, e hiciera que el don fuera un incordio.
Apenas una semana después de haberse puesto en marcha el nuevo ciclo de tráfico, las primeras quejas llegaron al Ayuntamiento. Un vecino, L. N. F., presentó un escrito por registro de entrada. Con domicilio en la calle Cambios, L. N. F. posee una plaza de garaje en la calle Purísima, a apenas cien metros de su domicilio. Hasta la fecha podía emplear la calle Correjería para salir del barrio, pero con la nueva circulación se ve obligado a realizar un desvío de kilómetros que le lleva hasta la plaza de Tetuán. Y para ilustrar su quehacer acompañaba el escrito con un mapa tan gráfico como esclarecedor.
No es el primer cambio de tráfico que les ha resultado sobrevenido a los vecinos de El Mercat. La primera peatonalización blanda que realizó Movilidad Sostenible, la de la Lonja, ya les supuso un antes y después repentino e incómodo. “Cuando llegué”, recuerda Paula Fagoaga, “todavía pasaban autobuses y de repente un día no habían marquesinas y sólo maceteros. Me encontré a unas personas de Movilidad y cuando les pregunté el porqué del cambio me dijeron que querían que los chiquillos bajaran a jugar a la pelota. ‘¿No le gustaría ver eso?’, me preguntaron. Les dije que eso está muy bien pero que creía que València es una ciudad lo suficientemente grande como para que se buscaran otros espacios. Les dije también: ‘Antes tenía muchos espacios de aparcamiento que ahora no existen y me estáis obligando a alquilar una plaza de parking que son carísimas’. Y me dijeron: ‘Si no puedes pagártela, cámbiate de barrio’. Me encanta el transporte público pero es una opción que quiero elegir, no que me impongan. ¿Por qué tiene que ser obligatoriamente?”, se pregunta. Y añade: “Peatonalizar la ciudad no es poner de repente maceteros. Me parece fenomenal que quieran proteger la Lonja, pero que sea haciendo partícipe a los vecinos, no poniéndoselos en contra. Los sábados es un infierno venir al centro. Esto se está convirtiendo en una ratonera. Me limitan mucho la vida. Para mí la clave es que hicieran las ideas de formas progresivas, pero no empezar la casa por el tejado. Para mí era un sueño vivir aquí, en la calle En Bou, y ahora me hacen la vida más difícil, y se supone que están para hacerle a la gente la vida más fácil”.
Una de las razones que explican la sensación de indefensión de los vecinos de El Mercat es la ausencia de una asociación que les represente. A diferencia de otros barrios del centro histórico, no tienen una entidad a la que dirigirse y que haga de interlocutora con las administraciones, y muy especialmente con el Ayuntamiento. Aunque muchos de ellos se relacionan a través de las comisiones falleras, los cambios en Movilidad les llegan de improviso y muchas veces tienen conocimiento solo a través de los medios de comunicación. Como quiera que no tienen un espacio común, nadie habla por ellos. Por si fuera poco, El Mercat es uno de los barrios menos poblados de los seis que componen Ciutat Vella; es pequeño entre los pequeños. Si la ciudad de València tiene 791.632 habitantes según el padrón municipal, Ciutat Vella cuenta tan solo con 26.769 vecinos, apenas el 3,3% del total. En El Mercat hay empadronados 3.555 vecinos; es el 0,44% de la ciudad. Sólo La Seu, que contabiliza 2.922 personas, está menos habitado.
Luis Castro está al frente de la Ferretería Hijas de Blas Luna, uno de los pocos establecimientos históricos que han sobrevivido a la crisis. Con más de 150 años, ubicado en la plaza Doctor Collado, es una rara avis en medio de cafeterías y franquicias. Castro asegura que en el barrio están “negros” y la sensación de impotencia es tal que muchos piensan, directamente, mudarse. Según sus cuentas, “más de 15 familias se han ido ya del barrio”. Y no descarta ser uno de ellos. “Me quedan tres años para jubilarme y no sé si seguiré. Ahora son todos pisos de alquiler y bares y terrazas. Es una decepción total. Se han cargado el centro y si siguen así esto lo van a hundir. Ahora es el centro prehistórico. Si fuera pequeño se entendería, pero siendo un centro histórico tan grande no tiene sentido [lo que han hecho]. No había necesidad de cambiar todo esto. Están todos locos. Lo han hecho más deprisa que nunca. Estas cosas hay que hacerlas pausadamente. Ahora lo único que hay son turistas y ciclistas a contradirección, a sus anchas”, se lamenta.
Castro asegura haber perdido negocio con los cambios en la circulación. “Para llegar aquí en coche desde la plaza de San Agustín tardas 15 minutos. Como está planificado ahora es un desastre. Ahora no va bien nada. Los clientes no quieren venir. Los que se están beneficiando son los grandes almacenes. Los vecinos no hemos tenido de ningún tipo de comunicación sobre estos cambios. Lo lógico es que se metan en los barrios y pregunten. Ahora, si tienes coche para entrar debes recorrerte media València, y luego encima por la noche no se puede estar; es peor”.
Uno de los que piensa en marcharse es Víctor Noguera, quien explica que ya está mirando pisos para dejar el barrio en el que se ha criado. “Vivo en la calle Purísima. Yo sé dónde vivo, sé que hay mucho turismo, pero los vecinos tenemos derecho a tener, ya no más comodidades de las que teníamos antes, sino un mínimo de servicio. Antes había unos días al año que sabías que no tenías que salir, pero es que ahora no podemos entrar nunca. El otro día se rompió una tubería en María Cristina y nos pasamos cuatro horas sin poder entrar. Me tengo que dejar mi vida, los negocios, la comodidad, y me dejo todo porque así no se puede estar. En mi casa antiguamente vivía mi abuela. Un día le dio un infarto y no hubo problemas para que llegara la ambulancia. Ahora si le pasa algo a mi madre o a mí, me pregunto: ‘¿cómo va a entrar una ambulancia?’ Esto se ha convertido en una auténtica ratonera. Yo trabajo en la avenida del Puerto y ahora todos los días para ir a mi trabajo tengo que salir a las Torres de Quart. En un espacio de dos semanas han salido noticias y ninguna es buena para los vecinos. Ahora que van a cortar el acceso por Plaza de la Reina, ¿qué vamos a tener que hacer? Yo no estoy a favor ni en contra del coche, pero yo quiero poder vivir cómodamente”.
Con las bolsas en la compra en la mano, recién llegado del trabajo a mediodía, a Noguera la metáfora de niños jugando en la calle le resulta redundante y desmonta la imagen de que estos cambios en la circulación hayan dado más calidad de vida a los vecinos. “Yo cuando era niño ya jugaba muchísimo a fútbol en la calle, millones de días en la Plaza de Collado”, exagera, “en calles peatonales. Es que las calles peatonales ya existían antes”, recuerda. “Están peatonalizando más calles de las que se necesitan; que yo entiendo que hemos evolucionado, que hay que darle espacio al barrio y quitárselo al coche, pero sólo pido que los vecinos podamos entrar en nuestras casas. Soluciones hay muchas. Con el simple hecho de que nos dejaran entrar por la calle las Danzas podrían solucionar muchos problemas”, asegura. E igualmente no se muestra muy confiado de que con un sistema de videovigilancia fuese mejor. “El tema de las cámaras puede ser una chapuza. Si yo me voy a ir afuera cuando venga a por mi madre, ¿qué he de hacer?; ¿dejarla en María Cristina?. Y concluye: “Facilidades al residente no están dando. ¿Qué no usemos el coche? No están dando soluciones con transporte público”.
“El Corte Inglés tiene mejores accesos y transporte público que el Mercado Central”, sentencia Tono Fagoaga, presidente de la Falla de Doctor Collado. Sentado en una cafetería frente a la Llotgeta, al lado de su casa, reflexiona sobre los errores de los cambios. “El primer problema son las formas, que son negativas totalmente. Están actuando como por decreto ley. A mí, por ejemplo, nadie me ha preguntado”, asegura. Con el parking de Brujas cerrado, es de los que cree que que ha habido precipitación en unas medidas cuyo objetivo final todo el mundo comparte, y es hacer la ciudad más amable. El nudo gordiano se halla en el cómo. Ex jugador de rugby del Abelles, él, que se califica de “urbanita total”, decidió volver al centro hace unos años porque le da “la vida” vivir al lado del Mercado Central, donde le gusta comprar todos los días. Desde su experiencia personal como vecino, analiza la actuación municipal de manera casi filosófica. “Primero hay que ver cuál es el modelo de ciudad que queremos y a partir de ahí hablamos. Si lo que queremos es un modelo turístico, vamos por buen camino; si lo que queremos es una ciudad para los vecinos, vamos mal, porque se está haciendo lo contrario de lo que hay que hacer. Los beneficiados por la peatonalización son los negocios de restauración. Nunca había habido tantas terrazas. Esto es un pueblo pequeño, con tu bar de todos los días, tus vecinos… Tiene que ser cómodo y sostenible, pero no restringido. Yo he nacido en la calle Ercilla y jamás había visto agobio de tráfico hasta ahora”, explica.
Las quejas vecinales ya han llegado a la oposición. El concejal de Ciudadanos Narciso Estellés está haciendo acopio de ellas para plantear los problemas. “Nos preocupan las muchas y continuas quejas por la nueva pacificación, en especial por los nuevos bucles que generan atascos de tráfico ocasional, aunque Grezzi lo niega”, explica. “Se han quejado de los bucles también asociaciones, e incluso en su día los Comerciantes del Centro Histórico por la falta de información. Al final, o se acaban poniendo dispositivos de control de acceso, o se informa más y se hace más control o la zona seguirá siendo un caos. Las cámaras siguen sin llegar en todas la peatonalizaciones que aborda Grezzi y tampoco convoca a la mesa sectorial de Ciutat Vella para escuchar a los vecinos e intentar solucionar las cosas. Grezzi no ve necesario dialogar con nadie”, se lamenta.
El coste para las arcas municipales de estos cambios ha sido de 10.548 euros, según respuesta del Ayuntamiento a Ciudadanos. Se han instalado 20 maceteros. Un modelo de peatonalización que desde el Ayuntamiento comparan con el de Times Square pero que no convence en el seno del propio gobierno municipal, donde la teniente alcaldesa Sandra Gómez ya ha señalado que este tipo de intervenciones hacen que el Ayuntamiento parezca un Ayuntamiento chapuzas. De ahí que desde el grupo socialista se hayan manifestado en contra de la próxima peatonalización parcial, la de la Plaza del Ayuntamiento, que anunció Grezzi este miércoles. Los vecinos de El Mercat entienden sus reticencias.