El mosaico de la moda valenciana se ha deshilachado en los últimos años. Tras una época de opulencia, atajada por la crisis posterior, toca rehacer bocetos y firmar la reconciliación. Se acabaron los bandos de modistos con agujas afiladas. Ha llegado el momento de tejer todos juntos para sumarse a la vanguardia creativa
23/10/2016 -
VALENCIA. En el taller subterráneo de Miquel Suay las máquinas repiquetean al ritmo de los patrones. Los vestidos del escaparate de arriba nacen en la discreta fábrica de abajo, un recóndito escondite en plena avenida Barón de Cárcer. Las telas se amontonan en las paredes, esperando su turno para pasar por la tijera, al tiempo que los maniquíes se deshacen de la desnudez. La moda en estado puro toma aliento en esta íntima atmósfera.
En Valencia se ha tejido mucho, y se sigue haciendo, pese a venir de tiempos oscuros en los que el sector textil se ha visto mermado por la crisis y los modistos se han divido en bandos dependiendo de su proximidad al poder. La rapidez vertiginosa de las tendencias obliga a acercar posturas. Hay que tejer entre todos una red industrial que consiga unir al sector y sellar fuerte la lazada, porque sólo así la ciudad se vestirá de renovación.
En eso está ahora mismo Suay, al que se ha encomendado la misión de liderar la asociación de diseñadores Dimova. «Debemos trabajar en que Valencia coja músculo», afirma con entusiasmo. Buena parte del gremio histórico está de acuerdo en tejer al unísono para consolidar una industria potente y revitalizada, pero el exitoso Juan Vidal, el célebre Álex Vidal o el tándem Siemprevivas — compuesto por Lucas Zaragosí y Adrián Salvador— son reacios a la experiencia asociacionista. Tampoco se acaban de poner de acuerdo en las puntadas.
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¿Vocación local o internacional? ¿Subvención administrativa o independencia económica? ¿Citas comunes o eventos separados? En una ciudad como Valencia, donde conviven movimientos urbanos con pasarelas tradicionales, donde las ephemeral stores que aparecen y desaparecen en el Carmen se alternan con comercios señoriales del Eixample y Poeta Querol, la unidad suena delirante. Los modistos valencianos intentan construir un pulcro mosaico sin saber muy bien qué hilos enhebrar.
Cualquier tiempo pasado
Corría el año 1999 cuando Ciutat Vella se desperezaba como epicentro de la moda valenciana. Varios empresarios, en estrecha alianza con Francis Montesinos,organizaban una tanda de desfiles para revitalizar el empedrado a golpe de tacón. Nacía así la Pasarela del Carmen, embrión de la futura Semana de la Moda, más tarde estilizada en Valencia Fashion Week. Tras diversos cambios de localización, el evento pasó a manos de una asociación en su decimotercera edición y comenzó a financiarse mediante subvenciones de la Generalitat,alcanzando cifras millonarias. Descontento con las condiciones, a Montesinos le costó un año dimitir. Fue entonces cuando Álex Vidal, llamado a ser embajador todopoderoso de la moda valenciana, tomó el mando.
No tardaron en aparecer voces disidentes. «A algunos no nos gustaba el enfoque. Creíamos que, si había una subvención de la Administración, era interesante diversificar más. No tenía sentido gastar todo en una gran pasarela donde los jóvenes tenían difícil acceso», recuerda Dolores Cortés. «El problema de los desfiles es que eran una producción sin retorno, sin canalización, sin venta... Siempre hay que ver el rollo del evento, la repercusión», añade Miquel Suay. Ellos, junto a nombres como Hannibal Laguna y el propio Montesinos, decidieron fundar su propia asociación, a la que llamaron Dimova. Sus actos paralelos a la pasarela central supusieron una dura ruptura hasta que, a principios de 2015,la Valencia Fashion Week terminó echando el cierre «por falta de inversión pública y privada». Los tiempos de bonanza se esfumaban y llegaban las vacas flacas.
La pista de Álex Vidal se perdió con la crisis, al tiempo que se anunció el cierre de su sociedad Gowns Internacional y se desmontaron los talleres de Hernán Cortés, como si un imperio cayera. Han pasado los años, y ahora nos recibe en una discreta tienda de la calle Salvà, rotulada como Alejandro. Ha dejado la marca Álex Vidal para su hijo, ha reducido la plantilla de 60 a cinco personas y vende ropa multimarca, mientras realiza encargos de costura en la planta inferior. Se muestra reacio a hablar de la Semana de la Moda, por considerarla«una etapa consumida», aunque considera que reportó «una fuerte visibilidad para la ciudad». Considera, no obstante, que es «inapropiado» volver a apostar por una pasarela central: «Una Fashion Week es un error, obliga a los modistos a crear una colección cada seis meses, invirtiendo dinero. La fórmula debe ser otra».
La etiqueta ‘Valencia’
En Valencia quedan desfiles, pero muy distintos. El mes pasado se celebraba en el Carmen la segunda edición de la Pasarela de Les Arts, impulsada por Marian Romero y Ana Carreño. Su programación conjuga moda independiente con escultura, pintura, fotografía, literatura y música.
La Asociación Semana de laModa, integrada por más de 40 personas, terminó por desaparecer al quedarse sin fondos. Dimova, por su parte, cayó en la inactividad. Pero ahora que Miquel Suay ha asumido la presidencia, tiene hambre de poner en marcha iniciativas .Afirma haber hablado con los miembros de la ‘asociación rival’ para limar asperezas. «Les dije que era absurdo que fuéramos cada cual por un lado, porque no somos tantos. Al final se trata de encender la llama, juntar al sector y dejarnos de malos rollos. Total, ahora no hay pasta, por eso no nos vamos a pelear», bromea. «A nosotros no nos ha llamado», asegura Lucas Zaragosí, de Siemprevivas.
Suay también ha tenido algún «encuentro informal» con el nuevo Gobierno, pero ha detectado que tiene «otras prioridades». Es por esto que, entre sus propósitos,está el de elaborar un documento marco para recabar ayuda económica «tanto pública como privada». «Si la Generalitat nos ayuda, genial, pero si no,haremos camino. Buscaremos alternativas, no sólo institucionales», promete. De momento ha instaurado una cuota para socios. Lucas Zaragosí, de Siemprevivas, hace mucho hincapié en que un nuevo impulso no debe partir de financiación pública.«Estamos dispuestos a hacer fuerza, pero no de cualquier manera. Parece que ahora se quiere crear una nueva asociación porque tenemos un Gobierno diferente, pero no deberíamos coger ni un euro», sostiene.
Paradójicamente,se muestra de acuerdo Álex Vidal, quien cree en una nueva moda valenciana independiente y autosuficiente. Se pone como ejemplo. «A mí la asociación de la moda nunca me aportó nada, ni dinero público. Nunca he pedido una subvención para mi empresa, que llegó a ser muy grande. Sólo lo hice para ayudar a los jóvenes», explica. La fórmula ideal para el modisto sería que cada cual desarrollara una carrera por su cuenta. «Si se van a dar ayudas, en lugar de dirigirlas a una asociación, que vayan directamente al bolsillo de los emprendedores», plantea.
El tramo que va de Colón a Ruzafa
Hablemos del caso Juan Vidal. Procede de Elda, es Premio Nacional de Moda, desfila por todo el mundo y alardea de carácter mediterráneo. Sin embargo, no está por hacer patria. «Creo que deberíamos dejar de hablar en estos términos y etiquetas... No entiendo distinguir entre la moda valenciana, madrileña, catalana o vasca. Hay que traspasar fronteras», afirma. Tras debutar en la Valencia Fashion Week, su éxito ha sido fulgurante, motivo que le ha llevado a comprar un pasaje en Madrid. Preguntado sobre si es factible desarrollar una carrera íntegra en Valencia, responde: «Depende de tus propósitos e inquietudes. Creo que Juan Andrés Mompó es un maestro y su carrera se ha desarrollado allí. Todo es posible si se persigue». Pero el caso es que él se ha ido.
La lucha de Dimova es bien distinta. «Queremos convertir Valencia en una etiqueta tan potente como el made in Italy, en un plus que hable de nuestro carácter», explica Suay. En palabras de Cortés: «Extender las ramas hacia fuera, pero regando la raíz desde dentro».
«El estado del sector es claramente mejorable, pero estamos en vías de mejorarlo», asegura Dolores Cortés desde uno de los probadores de su tienda. Ella no ha tenido que despedir a nadie ni cerrar tiendas durante la crisis, pero no todos han corrido la misma suerte. «No se puede competir con empresas que venden un bikini a 4 euros y que, estoy convencida, hacen dumping», explica. Señala a las multinacionales de moda low cost, pero también acusa «la falta de cultura en imagen personal»; habla de huir de la fast-fashion y del poliéster en favor de lo artesano. Una filosofía compartida por Siemprevivas, que sólo ofrece dos unidades de cada modelo. «Hacemos colecciones muy pequeñas y cuidadas y así podemos controlar todo el proceso, desde la fabricación a la venta. La clienta de la tienda puede entrar a hablar con la costurera», explica Zaragosí. Resulta muy fácil en la Comunitat, donde una tradición textil se ha bordado en seda, que se ha asentado en el calzado, pero aún claudica ante China.
Otro aspecto importante para caminar hacia el futuro es abrirse a nuevas ideas. Ahora estamos en el interior de una concept-store de Ruzafa. En el local se expone la colección sportwear de un joven modisto, de nombre desconocido y etiquetas ausentes, compuesta por una decena de piezas que cuelgan con holgura de un burro. Completan el escenario varios grupos de jóvenes, que disfrutan de cafés templados con porciones de tarta y se levantan a curiosear la ropa mientras actúa una banda de música. La moda también respira en este espacio multidisciplinar. Como asegura Germán Carmona, joven estudiante de diseño, «las posibilidades de Valencia residen en una visión intimista. Lejos de las grandes pasarelas de Madrid o Barcelona, nosotros debemos jugar a enseñar los diseños en ferias, a generar showrooms, a crear sinergia con el arte y a apostar por opciones que realmente nos reporten beneficios y visibilidad».
La defensa del carácter valenciano debe alejarse de tópicos desfasados para lograr un estampado fresco. La apuesta de Miquel Suay al frente de Dimova es hacer sector sin prescindir de ningún eslabón de la cadena. Desde modistos a comerciantes, desde escenógrafos a estilistas; todo el mundo tendrá cabida en esa necesaria reflexión sobre el futuro de la industria. «Hay que reunir a todos los sectores en una especie de Congreso, hacer networking, organizar jornadas en las que cada uno hable de las necesidades y, a partir de ahí, crear un directorio de agentes activos», asegura el modisto. Sólo con la siembra de todos se generará el sustrato.
Un propósito ambicioso. Hay que empezar un nuevo carrete de hilo, enhebrarlo con delicadeza, pero tejer con toda la fuerza posible. Coser la herida para que no vuelva a abrirse. Con suerte, no sólo logrará cicatrizar, sino que germinará en una nueva piel valenciana. Que gire la rueca.
(Este artículo se publicó originalmente en el número de junio de la revista Plaza)