VALÈNCIA. Numerosos documentales y reportajes han incidido sobre los negocios más o menos oscuros que realizó la República Democrática Alemana en los años 80. A saber, venta de armas, descuido de reservas bancarias que pertenecían a judíos perseguidos en el III Reich o la venta de sangre de sus ciudadanos. No fue una excepción. En esa década, todos los regímenes comunistas de Centro y Este de Europa afrontaron una crisis de deuda y realizaron actos desesperados de todo tipo para conseguir divisas. El único al que se le ocurrió devolverla entera acabó ametrallado en una ejecución retransmitida por televisión.
En el caso concreto de la RDA, parte de esa deuda estaba causada por el plan de 1976 de modernizar tres millones de viviendas. Durante los diez primeros años de Honecker, se construyeron más viviendas que toda la historia anterior de la RDA. El ritmo de construcción llegó a superar al de la RFA aunque fueran de peor calidad, eran bloques de paneles prefabricados (Plattenbau). El problema que tuvieron es que muchas no estuvieron bien ubicadas porque se construían en las periferias y, mientras se invertía en estas, no se hacía en detener la decadencia de las que habían sobrevivido a la guerra. Hasta los 80 las políticas no se orientaron a los centros urbanos.
En realidad, hasta finales de los 60, la RDA había tenido mejores porcentajes de metros cuadrado de vivienda por habitante que la RFA porque había sufrido menos daños en la guerra y, entre 1948 y 1989, perdió dos millones de habitantes. Los nuevos grandes bloques de viviendas eran administrados por el Estado, que cobraba una renta que suponía una quinta parte del costo real. La energía y el agua también recibía subsidios muy importantes.
Sin embargo, en 1990, el porcentaje de metros cuadrados era ya de 28,1 metros cuadrados en la RDA frente a 36,5 de la RF (Housing situation and housing policy in east Germany. German Politics, Flockton, Chris, 1998) El estado de la vivienda también era de mala calidad. Un millón y medio requería de reparaciones críticas urgentes. Se estima que dos terceras partes de las viviendas anteriores a 1968 estaban un estado de "abandono considerable" y el diez por ciento eran inhabitables. Además, en términos absolutos, un 24% de viviendas no tenían baño y un 53% no contaba con un sistema de calefacción moderno. Tras la unificación, este problema siguió requiriendo inversiones largos años.
En esta situación, conseguir una vivienda en condiciones mínimas en los años ochenta era complicado. Indirectamente, un director de cine documental, Thomas Heise, rodó un testimonio de gran valor sobre este problema. Trabajaba para la DEFA, la compañía estatal de cine de la RDA, y recibió el encargo de rodar cómo era el día a día en los edificios del Estado. La burocracia de cara al público. Un trabajo sencillo, pero muy peligroso. Tanto, que las autoridades enterraron las cintas en un cajón y nunca vieron la luz hasta después de la unificación alemana.
El documental, Das Haus, rodado en 1984, era bien sencillo. Mostraba imágenes de las oficinas, con la gente entrando y saliendo o haciendo cola con sus hijos en las salas de espera. Los funcionarios se confesaban involuntariamente en sus conversaciones ordinarias. Una decía que solo podía tramitar al año 300 peticiones de vivienda de las 3000 que había. "No eres elegible para el plan del 85", le decían a un trabajador que vivía en un apartamento con otras cuatro personas. A una estudiante, le contesta un funcionario que lo mejor que podría hacer era ir a Leipzig a casarse con un profesor en buena posición. Su compañera trataba de disculparle: "es una broma, es muy bromista".
Heise pertenecía a la última generación de cineastas de la DEFA. Había nacido en 1955 en Berlín Este. Estaba bien situado en el sistema. Su padre era un filósofo y erudito de la RDA, Wolfgang Heise. Hizo estudios de impresor y la mili de dieciocho meses correspondiente para entrar como ayudante de dirección en la DEFA. Trabajó varios años especializado en documentación. Sus dos trabajos más importantes para la documentación del Estado fueron Volkspolizei, de 1985, sobre la vida en una comisaría de Brunnenstrasse en Berlín-Mitte, y este Das Haus sobre los departamentos de asuntos sociales, vivienda del distrito de Mitte, en Alexanderplatz.
Ninguno de los dos fue emitido ni en cines ni en televisión. Tras la unificación, Heise siguió trabajando en la misma línea. En 1991, Eisenzeit era un documental sobre cuatro jóvenes de Eisenhüttenstadt, una ciudad industrial fundada por la RDA en 1950, su nombre quiere decir "Ciudad de la fundición de hierro", que caían en la droga y en el suicidio por sus problemas con el Estado. El trabajo lo empezó en 1981, pero no pudo concluirlo hasta caído el régimen. En 1992, fijó su atención en la creciente extrema derecha.
Al final de Das Haus había una boda oficiada por una funcionaria. La mujer estaba realmente emocionada por su papel, no tanto como la pareja, que posiblemente estaba intimidada por las cámaras. Detrás de ellos no había nadie. En el discurso que les daba, les explicaba que compartir era lo más importante en el matrimonio. Luego les recordaba que el día en que se casaban era el Día de la Paz. Finalmente, les leía un poema de Helmut Preissler. Funcionario cultural del Estado, Preissler era uno de los artistas más afines al Partido, el SED. En su haber, y para el recuerdo, queda su poema "Nadie pasa, camaradas", en el que defendía la construcción del muro de Berlín. También fue informante e infiltrado del Ministerio de Seguridad, la Stasi, en la vida literaria de la RDA con el sobrenombre de "Anton" desde 1960.