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Eduardo Guillot: "Toda película y toda decisión de programación es política"

19/10/2023 - 

VALÈNCIA. Esta tarde una gala en el Palau de la Música dará el pistoletazo de salida a la 38º Mostra de València-Cinema del Mediterrani, la sexta de su segundo etapa, en la que se han posicionado en la agenda cultura como una de las principales y mejores ventanas de cine internacional y alternativo. Como casi todo este año, el cambio de gobierno o la consolidación de su modelo marcan un punto de inflexión sobre el que merece la pena pararse. Eduardo Guillot, director artístico del festival, se ofrece a ello ante las preguntas de Culturplaza.

- Empezando por lo más urgente, La Mostra de València se enmarca en el Mediterráneo, una región donde se está viviendo un episodio de violación de los derechos humanos de extrema gravedad. ¿El festival tiene que que tomar alguna posición ante lo que está ocurriendo? ¿Se va a traducir en alguna medida concreta de boicot y ruptura de relación con el estado de Israel?
- El festival lleva prestando atención a Palestina desde que llegamos en 2018 y todos los años ha tenido presencia, o a través de un ciclo, o con un miembro del jurado, o con películas en diferentes secciones. Este año tenemos, casualmente, dos películas, que fueron seleccionadas mucho antes de que estallara el conflicto entre Israel y Hamás. Como suele suceder con el cine producido en Palestina, las dos hablan de la situación porque es inevitable —una lo aborda desde elementos fantásticos y otra lo hace directamente, reflejando cuáles son los conflictos a los que se enfrenta la gente que está viviendo en Jerusalén. 

El festival se posiciona siempre a través de la selección de las películas que hace. Y el cine, como testigo de su tiempo, refleja lo que ocurre. Lo triste es que, en estos momentos, estemos preocupándonos de ver películas y de hablar de cine cuando la situación internacional requiere que nos planteemos en qué mundo estamos viviendo. Por desgracia, un festival de cine poco puede hacer. Sobre la segunda pregunta, no va a haber ningún cambio porque tenemos la misma relación con todos los países del Mediterráneo que participan en el festival.

- Precisamente porque mediáticamente se retrata muy mal lo que lleva sucediendo allí durante años, y sabiendo que toda expresión artística es política, ¿debería haber un esfuerzo desde la dirección artística del festival por programar films que estén comprometidos con ciertas causas?
- Toda película es política y toda decisión de programación es política. Tan político es (y tanto define el perfil de un evento cultural) apostar por una programación frívola como hacerlo por una que se implica más con la realidad sociopolítica o geopolítica, en este caso. Desde su nacimiento,  en los años 80, La Mostra de València ha sido sensible a las situaciones que se estaban generando en el Mediterráneo y, desde que volvimos, siempre ha estado presente la intención recuperar aquel sentido que tenía aquella Mostra, no la de los últimos años. 

Para nosotros, cada decisión, por supuesto, está sustentada en criterios muy diferentes. No solamente los estéticos, no solamente los de calidad cinematográfica (que tratamos de cuidar al máximo), sino también los contenidos de lo que estamos ofreciendo. En este sentido, tampoco es casual que justamente este año haya coincidido esta situación y hayamos programado el ciclo Ecos del Líbano

- La selección de estas películas del Mediterráneo asiático y africano se escapan del sistema mediático de los premios y festivales internacionales más populares. ¿De dónde pesca su selección La Mostra de Valencia?
- Ahora se ha diversificado mucho. En estos cinco años hemos tejido muchas relaciones internacionales que nos permiten desde conocer proyectos que todavía no han llegado a festivales hasta películas que se nos ofrecen porque ya nos conocen. Evidentemente, la búsqueda en otros festivales internacionales (los de clase A sobre todo) es el modus operandi de todos los festivales españoles. Nosotros, por la especificidad geográfica, también miramos a festivales que están un poco más por debajo del radar pero que nos parecen igual de interesantes. Por ejemplo, El Cairo tiene muchísimo cine de los países árabes que después, a lo mejor, no pasa por otros sitios. Hay festivales considerados un peldaño inferiores a los de clase A, como puede ser Sarajevo, que tiene muchas películas de los Balcanes (una zona que a nosotros nos interesa también particularmente). 

A la hora de vender las películas, obviamente estamos muy contentos de las pelis que tenemos de Cannes, de Berlín, o de Sundance… Pero también buscamos películas que han pasado más desapercibidas.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

- ¿Cómo lleva el festival esa tensión entre un público que busca films más populares o de ciertos festivales y películas que queréis hacer descubrir?
- Para mí no es una tensión porque en realidad vivimos de los dos públicos. No ha empezado el festival todavía y Un amor ha agotado entradas. Era algo previsible. Luego está esa otra parte de lo que a veces se identifica como “lo raro” o “lo especializado”. En todo caso, yo creo que hay que quitarse la idea de la cabeza de que los festivales pasan cine difícil o que no se entiende.  Lo único que pasamos es cine que no está en las salas comerciales habitualmente porque el sistema de distribución funciona de una manera muy determinada y no hay espacio para otras películas. 

Para nosotros no es tanto una cuestión de las dificultades que pueden encarnar las películas como el hecho de que el festival es todavía muy joven, porque, en realidad, empezamos en 2018. El lapso de seis años ha supuesto que generaciones nuevas estén desconectadas de La Mostra y generaciones más mayores todavía tengan en la mente aquel deterioro del festival en los últimos años y les esté costando volver. Nosotros todavía estamos trabajando un público que, cuando le traigamos a Marc Hurtado o Edgar Pêra, se fíen de nosotros.

Este año traemos a un cineasta que la gente no sabe quién es: aunque lleve 30 años haciendo cine, nunca ha estrenado en España, nunca se le ha hecho una retrospectiva, nunca se le ha hecho una publicación… Consideramos que ese trabajo tenemos que hacerlo. No podemos, como he dicho muchas veces, estar programando películas que están en las plataformas porque entonces la gente las ve en las plataformas en su casa. Tenemos que ofrecerle algo que tenga que ver en el festival.

- Precisamente en esta edición premiáis a Paolo Sorrentino y a Edgar Pêra, que son dos directores totalmente diferentes en cuanto a su posición en el cine y a su propuesta de puesta en escena, incluso temática. 
- La Palmera de Honor siempre es para un cineasta consagrado y, de alguna manera, marca el highlight del festival. Confieso que desde 2018, cuando llegamos, hemos estado detrás de Paolo Sorrentino porque nos parece además que es un cineasta que se ajusta a lo que el festival entiende por cine mediterráneo.

En el otro extremo está una sección como Focus, en la que precisamente lo que hacemos es poner el foco en otros cineastas. Sorrentino no necesita que le pongan un foco encima, Edgar Pera sí porque hace un cine menos comercial, que se encuentra más en los terrenos de la investigación, de los nuevos lenguajes. Para nosotros es un trabajo necesario y casi diría que obligatorio, sabiendo que van a ser sesiones más difíciles de llenar y a las que la prensa les va a prestar menos atención. Pero con la presencia de estos autores, la gente, de viva voz, puede escuchar qué piensan del cine, por qué hacen las películas que hacen, y toda una filosofía de trabajo que hay detrás, porque siempre la hay. Con Edgar Pêra además tenemos el aliciente de estrenar su última película, Não Sou Nada – The Nothingness Club, que podría haber estado en competición en otros festivales y va a estar aquí abriendo el ciclo y con su presencia. 

- La pregunta que me surge es si el público valenciano, que no está acostumbrado a tener esta oferta audiovisual más periférica, puede asumir la cantidad de esas propuestas alternativas de La Mostra.
- Bueno, los festivales tienen un problema muy grande, que es que son muchas películas en muy pocos días y como espectador hay que elegir. Evidentemente, las propuestas más especializadas pueden atraer menos al público masivo, pero insisto en que es una obligación hacerlas, y el objetivo nuestro sería que al final haya público para todo eso.

Ahora hay dos tendencias dentro del mundo de los festivales: una es la sobresaturación de la programación, que yo creo que, en determinado momento, maltrata a las películas porque, por mucho público que tengas, tienen que elegir y eso afecta a las secciones paralelas. Hay otros festivales que nos estamos planteando reducir el número total de películas. Cuando se vende eso de “vamos a proyectar 300 películas”… ¿De qué sirve, si la gente no las va a poder ver? Reducir un poco el número de películas y, por ejemplo, darles más pases hará que la gente tenga oportunidad de configurar hacer su programa.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

- Por el momento del año en el que se celebra la Mostra, hay mucho cine valenciano que le interesa que estrenarse estos días (coincide con el periodo de votaciones de los premios Berlanga). Se trata de películas, muchas veces, a las que les cuesta mucho tener cualquier tipo  de salida comercial. ¿La Mostra tiene cuotas de cine valenciano?
- No tiene cuotas, ni de cine valenciano ni de ninguna otra cosa, y no creo que deba tenerlas. Programar cine valenciano tiene que ver mucho con la filosofía personal de quién programa un festival.  Todos los festivales tratan de estar pendientes del ecosistema cinematográfico más cercano. Lo que nosotros siempre hemos intentado evitar es, por ejemplo, lo que acabó pasando en la antigua Mostra, en la que había una sección que se llamaba Mostra Valencia, y ahí iba todo el cine valenciano con sus premios específicos. Todo el mundo estaba contento, pero a mí me parece que era hacerlo de menos. Nosotros, a las películas que consideramos que lo merecen, les damos un lugar de preponderancia, ya sea inaugurando el festival y formando parte de la competición, como es el caso de este año con Marina Unplugged, o clausurando el festival y dándole la relevancia que merece; también convirtiéndonos en el escaparate para otras películas que, a lo mejor, no encajan en la Sección Oficial o en la Informativa, pero sí pueden estar en sesiones especiales que las den a conocer al público por primera vez. 

En todo caso, creo que este año, por las razones que sea (que a lo mejor eso habría que preguntárselo en voz alta), resulta que la mayoría de películas valencianas que tenemos ni siquiera estaban en las candidaturas de los Premios Barlanga. Con lo cual, se está poniendo en evidencia que hay un cine valenciano oficial y uno que funciona al margen, Hay gente que está haciendo películas desde esos márgenes, y a nosotros nos interesa mucho saber qué se está haciendo y darles visibilidad.

- En la presentación de la exposición dedicada a Helena Cortesina destacaste la importancia de La Mostra Expandida, que por ahora se ha quedado en un par de preestrenos. ¿Cuál es la ambición de este proyecto?
- La palabra que has utilizado, ambición, es la que nos lleva de cabeza desde 2018. Desde que llegamos al festival hemos sido muy ambiciosos, y eso quiere decir que en muy poco tiempo y sin ningún tipo de ayuda externa más allá de la subvención (testimonial) que nos dio a partir del tercer año el Ministerio de Cultura, hemos tenido que hacer todo con nuestro presupuesto, que ha ido creciendo muy poco a poco y todavía está muy lejos del que tuvo el festival cuando se clausuró, que llegó a los dos millones de euros (en este momento no llega a los seiscientos mil).  

Con ese presupuesto, no solamente el festival ha crecido, sino que hemos puesto en marcha un foro de coproducción internacional, con todo lo que eso significa de traer gente y proyecto de fuera y de nivel. El siguiente paso es La Mostra Expandida: actividades todo el año, preestrenos con coloquio de películas que han pasado por el festival, talleres de formación, talleres relacionados con festivales, con sostenibilidad, actividades en nuestra nueva propia sede (donde hay espacio para hacer ciclos externos), colaboraciones con universidades… El horizonte es infinito, pero para todo eso hacen falta recursos. 

- València Film Afers celebra este año su segunda edición. En este tsunami de laboratorios y eventos de pitching, ¿de qué manera Valencia se puede posicionar en este campo?
- No sé si curiosamente relacionado con que han salido unas ayudas específicas del ICAA, pero en poquísimo tiempo, quien no tiene un laboratorio se lo monta en su comedor. Nosotros teníamos muy claro que no queríamos hacer un laboratorio. Jose Luis Rebordinos [director del Festival de San Sebastián] planteaba en una entrevista si no había demasiados laboratorios. Sobre todo porque, al final, la gente que está en esos laboratorios tutorizando es la misma en todo el planeta Tierra. Con todo mi respeto, y sabiendo que son importantes, a nosotros no nos interesa hacer eso. Nosotros planteábamos desde el principio el proyecto como un foro de coproducción. Es decir, los proyectos que vienen aquí son proyectos que están en marcha; pedimos un mínimo de financiación del proyecto. No son proyectos emergentes ni son proyectos en desarrollo, aquí no va a haber nadie que les va a decir que cambien el tercer acto o que el arco dramático del personaje principal deberían hacerlo de otra manera, porque al final eso es lo que hace que las películas sean clónicas, porque en todos los laboratorios les dicen lo mismo.  

Nosotros lo que traemos es gente de productoras internacionales para que conozcan los proyectos que seleccionamos y que estos consigan financiación, pero no pedimos proyectos en desarrollo porque eso nos parece muy importante: creemos que la gente tiene derecho a hacer las películas que quiera hacer, incluso equivocándose, porque ese es el derecho del creador. Cada vez hay más convocatorias que están planteadas para decirle a la gente cómo tiene que hacer las películas, y no todo el mundo necesita que le digan cómo hacerlas, porque ya sabe cómo quiere hacerlas y a lo mejor lo que le hacen es que cambie de idea y se haga una película mucho más adocenada, acabe perdida en un mar de títulos y no llegue a ningún sitio.

Foto: DANIEL GARCÍA-SALA

- La Mostra sigue coincidiendo con el Festival de Valladolid, que es un festival mucho más asentado y que reúne mucha más atención mediática. ¿Esto tiene que cambiar?
- Debería cambiar. De manera informal, yo ya estuve hablando con José Luis Cienfuegos y estamos de acuerdo ambos festivales en que lo ideal sería no coincidir. El problema es que justo después ya empieza Gijón, y justo antes acaba de terminar Sitges, después de que acabe San Sebastián… El calendario a nivel estatal ya es complicado, porque además está Abycine. Nosotros tenemos un problema añadido, y es que en València hay tantos festivales como laboratorios, y hay como mínimo dos más que coinciden con La Mostra. 

No sabemos qué va a pasar con festivales que están aplazando ediciones, y veremos cómo se reformula ese calendario en 2024. A nosotros evidentemente nos gustaría mucho no coincidir con Valladolid.

- Hay un partido político, Vox, que dice que quiere cerrar La Mostra porque es “un chiringuito”,  ¿cómo lo recibís desde el equipo?
- Con sorpresa, aunque relativa, porque es un partido que en todas las partes en las que está gobernando está dedicándose a intentar suprimir eventos culturales. Recientemente hemos tenido el ejemplo del Ayuntamiento de Gijón, donde, por su ataque al festival de cine, Vox ha salido del gobierno municipal. Hemos visto también la situación en la que se encuentra el Festival de Sevilla… Me sorprende relativamente porque no espero que apoyen la cultura, pero también creo que, como mucha otra gente, quizá deberían venir algún día, entrar a una sala, ver una película y saber lo que estamos haciendo. Si se habla de las cosas con cierto conocimiento, se puede debatir; pero si no se sabe de lo que se está hablando es muy complicado. Nosotros estamos dispuestos, las proyecciones son abiertas al público, el programa está en la web, hay muchísimo donde elegir. Y después, sí, podemos debatir sobre las películas. De hecho es nuestra intención: nosotros planteamos películas y una programación que genere debate.

- Por otra parte tenemos al nuevo concejal de Cultura, Jose Luis Moreno, que ha transmitido que uno de sus proyectos de legislatura es el de mimar La Mostra. ¿Veis con optimismo leste nombramiento?
- En mi caso particular, a José Luis Moreno lo conozco desde hace muchísimos años y él sabe lo que es el festival y lo que ha dicho públicamente es que quiere potenciarlo. Yo no podría estar más encantado de que así sea, evidentemente. De hecho, antes estábamos hablando de los recursos; pues cuantos más recursos tenga el festival, más grande será.

En en una entrevista con Culturplaza, Moreno hablaba de que más recursos podría pasar por la fusión con Cinema Jove y que la unión haga la fuerza presupuestaria y de recursos humanos.  ¿Tú cómo ves este debate?
- Desde hace mucho tiempo se ha planteado si no sería mejor que los dos festivales se fusionaran. Lo que pasa es que, más allá de que todo se puede debatir, cada festival depende de un organismo que funciona administrativamente con sus propias peculiaridades. No sé esa fusión cómo se plantearía y administrativamente no sé cuáles son los procedimientos que habría que llevar a cabo. 

Respecto a qué podría significar, pues sinceramente no lo sé. Creo que, cuando a nivel cultural se plantean cuestiones de este tipo, sería bueno (y creo que no se hace nunca) hablar con las partes, sentarse, plantear pros y contras… Es decir, no tomar las decisiones a la ligera. Primero hay que conocer qué predisposición hay por parte de las personas e instituciones involucradas; pero vamos, no creo que sea un proceso a corto plazo simplemente por cuestiones meramente administrativas.

- Discúlpame la petición de concreción periodística: ¿eso significa que tu opinión es más un sí o un no?
- Sin saber en qué condiciones, no puedo contestar a esa pregunta. ¿Estamos hablando de un proceso de fusión, de una absorción,…? Hay muchos temas a hablar ahí, y creo que hablar de ellos sin tener esas conversaciones sería muy imprudente.

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