VALÈNCIA. Sollozos, dudas y bastantes nervios. Así describe Martín Rey las últimas semanas previas a tomar la decisión de cerrar el Rivendel, el bar que lleva junto a su hermana Julia Rey y junto a su madre, Mercedes Matesanz. Pero hace una semana se aventuraron y lo hicieron oficial por redes sociales, con un emotivo texto anunciaban que movían ficha hacia nuevas aventuras, poniendo cierre a lo que fue casa de “músicos, poetas, ilustradores, guionistas, actores, cineastas” y demás agentes del mundo cultural. Todos ellos eran invitados este sábado 15 y domingo 16 de abril a despedirse del local por todo lo alto, con conciertos, actuaciones, fiesta y una subasta final de los objetos que han colgado por las paredes del bar ahora podrán exponerse en el hogar de los valencianos.
Un rato antes de comenzar a poner a punto todo para la subasta Martín atiende por teléfono a Culturplaza para dejar por escrito los sentimientos de la despedida. ¿Por qué se van? Martín confiesa que esta ha sido una de las decisiones más difíciles de su vida, se ha criado en el Rivendel desde que tenía 20 años y ha sido momento de cerrar la etapa por el bien del negocio familiar: “Mi hermana ya tiene hijos, mi madre tiene 70 años y se quiere jubilar. Yo ya no tengo 20 años como cuando empecé, ni la misma energía, y tras la pandemia nos ha costado mucho volver a armar equipo. Hemos pensado que sería momento de comenzar una nueva etapa más allá del Rivendel”. La persiana se baja tras 20 años de actividad, en el 2003 el Rivendel nació como un cibercafé, fue ya tirando hacia el 2005 cuando comenzaron a acercarse al universo de las actividades culturales.
Entre las actividades que programaba el bar estaban los conciertos tributo, los campeonatos de ilustración, las tardes de cine y demás eventos relacionados con el mundo de la cultura tales como coloquios y hasta proyecciones comentadas. Todas estas actividades convertían al Rivendel en mucho más que un Resto-Bar. “Lo bueno de todas estas actividades culturales es que tienen vida propia. Eso sigue viviendo más allá de nosotros, aunque algunas las impulsáramos… se quedan sin un espacio de cobijo pero podrán seguir llevándose a cabo en bares hermanos”. ¿Y que pasa con los bares culturales? En respuesta al espacio en el que llevar a cabo estas actividades Martín creó una alianza con los bares hermanos, como el Ubik Café, Bartleby -proyecto que nació dentro del Rivendel según cuenta Martín- o la Fábrica de Hielo y juntos conformaron la Asociación de Bares Culturales justo antes de la pandemia: “Lo que pretendíamos es que se regulara la actividad que llevábamos a cabo, a través de la asociación pretendíamos crear una especie de manifiesto en la que comprometernos con el descanso de los vecinos, una de las cuestiones más peliagudas”.
Sin embargo, tras varias reuniones con otros agentes culturales y con personas relacionadas con el mundo de la política, Martín confiesa que todo se quedó en la nada: “Al final nos pedían una insonorización millonaria, y muchos locales comenzaron a recibir multas por las actividades. Tras la pandemia cesó bastante nuestra actividad porque es muy difícil luchar contra la Ley de Ruido, es muy estricta y ahora mismo no hay manera de abordarla si eres un bar pequeño”. El vacío está en que a los bares se les considera dentro del mundo del ocio nocturno, y no tanto en la categoría de cultura, por lo que la música se comprende como ruido y no como otra cosa: “Batallamos mucho por los conciertos, viendo hasta qué instrumentos y que volúmenes teníamos que tener en cuenta, pero tras la pandemia había problemas más importantes dentro del mundo de la hostelería y teníamos que luchar por otras cosas”, comenta entristecido.
¿Y ahora qué? El local se queda sin dueño, Martín comenta que a lo largo de la semana llevarán a cabo las negociaciones con algunos de los interesados. Lejos de la asociación, que está inactiva pero no abandonada, Martín explica que es el momento de tomarse las cosas con calma, y de cuidar el otro proyecto que tienen entre manos: el asador Cienfuegos que se sitúa en el Cabanyal. Este es su nuevo proyecto vital que tiene en marcha con su familia: “Lo levantamos en el 2019 y nos funciona bien, es muy pequeño pero es lo que necesitamos ahora, lo que haremos será volcar toda nuestra energía y creatividad en este”, explica esperanzado. En la despedida -que ha durado todo el fin de semana- Martín no ha dudado en invitar a todos sus colegas artistas, músicos y creadores a acercarse al Cabanyal para explorar este proyecto, y poder comer como se hacía en el Rivendel, también acompañados con buena música. A estos mismos amigos Martín dedica una breve carta de despedida que nace desde el corazón y con la pena de decir adiós:
“El Rivendel es más nuestra casa que cualquier sitio, teníamos todo nuestro amor depositado ahí y los clientes eran casi familia. A ellos les acercaría la reflexión a la que llegaba el otro día con mi familia: nosotros somos un grupo de migrantes, que vamos encontrando nuestro camino poco a poco. La gente que se acercaba al Rivendel era eso mismo, lejos de pertenecer a España o no, desde los clientes más habituales hasta una persona que pasara un día de casualidad. Cientos de parejas se han encontrado en nuestro bar, han salido familias, hijos… Es un espacio que ha propiciado decenas de proyectos (Ratolines, Bartleby…) y que vivirá dentro de quienes lo habitan. Nos vemos pronto”.