Algunos grupos locales encuentran una realidad paralela mucho más amable que la que viven en Valencia cuando cruzan el Atlántico
VALENCIA. Cuando Dios hizo el edén, pensó en América. Pues puede ser. Eso sí, cuando Nino Bravo y Fonogram tuvieron que grabar los coros de ‘América, América’, pensaron en Londres; de ahí que la épica del estribillo de la última gran canción del valenciano tenga más acento de Covent Garden que de los barrios de Chacarita, Guaratiba o Coyoacán. En cualquier caso, resulta inevitable dejar que parte de la discografía de Nino Bravo haga las veces de banda sonora para el incesante goteo de grupos valencianos que cruzan el Atlántico en busca de fechas que agregar en sus agendas. “Dejaré mi tierra por ti, dejaré mis campos y me iré lejos de aquí”. Eso es.
La Pulquería, La Habitación Roja, El Twanguero, La Capella de Ministrers, Moonflower, Los Vicentes,… La lista de bandas que, en efecto, parten lejos de aquí para ofrecer su directo tanto en Estados Unidos como en Sudamérica no ha dejado de crecer en los últimos años; especialmente tras la transformación en erial, políticas estranguladoras mediante, del escenario musical nacional en general, y del valenciano muy en particular. La fuga (más que de cerebros, de talento) no es una excepción en este sentido. Los Vicentes a Perú y Moonflower a Estados Unidos son la versión más apurada del Tú a Boston y yo a California musical.
“Para nosotros es un tremendo orgullo repetir”. Así introduce Roberto El Gato, figura fundamental del rock de Valencia en las últimas décadas, la reedición de los pasos que su grupo, Los Vicentes, dio en 2014. Si nos bañamos en literalidad, serían aproximadamente 7 millones de pasos los que en 2015 les llevarán, de nuevo, a recorrer los más de 9.700 kilómetros que separan Valencia de Lima, donde volverán a tocar en la segunda edición del Ciudad Rock peruano. “La responsabilidad era grande porque no todos los días te pasa algo así pero, sinceramente, nos lo pusieron muy fácil para que estuviésemos a gusto”, añade, justo antes de recordar el “proselitismo de la Sagrada Orden Vicentina” durante su primera visita. En otras palabras, también sagradas: promoción, fundamental para cualquier banda.
“La diferencia radica en sonar”, explica el músico, recordando una de las citas de la Biblia del éxito musical: “allí la radio sigue siendo un medio poderoso que defiende el rock en español, es el estilo que más se consume”. No hay dudas al respecto de que la programación sistemática e iterada genera efectos amigables en el oyente; que se lo pregunten a cualquiera de los grupos de la nueva escena “independiente” (con todas las comillas del universo) española construida gracias a la vehemencia del apparátchik indie de Radio 3. “Como en cualquier parte del planeta, si suenas y alguien se encarga de que lo hagas a menudo, empiezas a molar”, remata El Gato, que además recuerda el “interesante pasado rocker” de Perú.
El caldo de cultivo del rock en Perú se antoja fundamental para que un grupo de Valencia acabe haciendo literal aquello de de aquí a Lima. Pero no lo es todo. La ciencia es magia que funciona, que decía Kurt Vonnegut, y las giras latinoamericanas son promoción que funciona; algo que aquí camina en muchas ocasiones, precisamente, con demasiada fe en la magia. “Son promotores destacados y solventes, acaban de hacer el primer show de los Stones en la historia de Perú”, explica Roberto El Gato, que sí abunda en la magia o la fortuna de Chris Wilton en Match Point al recordar cómo conoció a su oficina en Perú, Alejandro Kandavu. “Un día fui a recoger a unos peruanos a Barcelona por asuntos laborales no relacionados con la música. Comimos, bebimos vino y hablamos de Social Distortion, y a media tarde les dejé en su hotel con un disco de Los Vicentes”.
La magia, en realidad, es la oda a lo tangible de Roberto El Gato: “promoción bárbara, buenos hoteles, transporte interno para el grupo, dietas, moloneo y rock and roll”. “En Latinoamérica nos dan mil vueltas en cuanto a rock and roll se refiere”, sentencia el músico, que finiquita la cuestión con un revelador “cantar en español no es delito allí”. Sin duda, el idioma es uno de los móviles más verosímiles de la escena, pero no el único. “El nexo es el idioma, y la gasolina es el hartazgo de chocar siempre con las mismas paredes en tu casa”.
“El día que nos confirmaron que íbamos a tocar en Pianos, en el corazón de Manhattan, dábamos saltos de alegría”. Aunque parte de su sonido podría encajar en la fórmula Radio 3, los valencianos Moonflower no son precisamente asiduos en el programa de Virginia Díaz, y a la hora de buscar conciertos tampoco es que les resulte demasiado sencillo. Como a la mayoría de los que cumplen la anterior premisa. “Montar la gira de nuestro segundo disco por España, con 13 conciertos, fue gracias a Sello Salvaje, nuestra discográfica, que abrió bastantes puertas en el sur, y otros conciertos salieron por nuestra trayectoria”, explican María López y Josep Bartual, que precisan: “pero con mucha dificultad”. Esa gira contrasta especialmente con los más de 20 conciertos ofrecidos en la Costa Este de Estados Unidos entre 2013 y 2014.
Una vez más, a la magia le asoman los hilos por todas partes: María López estuvo viviendo dos años en Wilmington (Delaware) como profesora visitante, y Josep Bartual se unió de manera fija el último medio año, lo que propició una primera serie de conciertos en formato solo o dúo. “Viviendo allí, hubiera sido un error imperdonable no haber intentado hacer una gira al completo”, explican ambos, “se lo planteamos al grupo como una de las oportunidades de nuestra vida, una experiencia tal vez única”. La presencia previa de la cantante “fue esencial para hacer contactos y saber cómo funciona aquel país” y, a pesar de eso, “la organización fue un caos” para una gira costeada y planificada por el propio grupo. “Hubo que pedir vacaciones en los trabajos que, al ser en fechas muy especiales, no confirmaron hasta casi una semana antes… pese a tener los billetes comprados”, explican.
“Fue una de las grandes experiencias de nuestras vidas musicales: Estados Unidos es un lugar fantástico para tocar”. A pesar de que la logística de una gira valenciana por Norteamérica no es precisamente lo que sueña toda banda (“fue lo más complicado”), algunas realidades se revelaron ante el grupo como sorpresas muy gratas, como el hecho de acabar vendiendo “porcentualmente más discos que en España”. Al final, el resultado “esperado” (“en algunos locales tuvimos poco público, pero en otros estuvo muy bien”) no esconde que la conciencia de club que en Valencia se fue con Roxy (y que hoy intentan recuperar salas como Loco Club) mejora la salud de la música en directo de una ciudad: “afortunadamente, en Estados Unidos los garitos que programan música suelen tener un público fiel”.
“En general, encontrar bolos en España con unas mínimas garantías de rentabilidad, es decir, por lo menos no palmar, es una tarea ardua y complicada”, confiesa Roberto El Gato. En Moonflower, más arriba cartográficamente hablando, coinciden: “en Estados Unidos muchos locales o promotores pagan a los músicos y, en el peor de los casos, se va a taquilla; no hay alquiler como en España, que es el mundo al revés”. María López y Josep Bartual inciden en la palpable diferencia de realidades al recordar que, en España, “nadie quiere programar a grupos que no son capaces de arrastrar a una buena cantidad de público”. “Comparativamente, girar en Estados Unidos parece más fácil, aunque económicamente es una ruina por el coste del viaje; en España también es una ruina, pero porque no va nadie a los conciertos”.
El cantante de Los Vicentes asegura que, más allá de la rentabilidad, al final “la dificultad es la misma”, aquí y en Lima. Sin embargo, reconoce que, en general, las condiciones técnicas y económicas son “mejores, sin duda”; algo en lo que vuelve a coincidir con la radiografía de Moonflower, que “técnicamente” ubica a Estados Unidos muy lejos de España, mucho más de lo que lo hace el mapa. Concretamente, “a años luz”: “muchos locales pequeños tienen su propio backline para las bandas, y eso facilita mucho las giras, porque te puedes permitir el lujo de viajar sólo con guitarras, bajo y poco más”.
“En Estados Unidos las oportunidades de tocar y que te escuchen son mucho mayores que aquí en casa: muchos locales, pequeños, medianos y grandes, programan actuaciones, así que eso abre mucho el abanico de poder girar por allí”, cuentan desde Moonflower, aunque tienen claro que no existe una ola de grupos valencianos en Norteamérica “básicamente porque es muy costoso dar el salto a la otra parte del charco”. Sin embargo, Roberto El Gato concluye que, en el caso de Latinoamérica, “el trasvase es cada vez mayor”, recuerda que “la subida del IVA partió por la mitad buena parte del negocio” y pone el dedo en la llaga española: “la cosa es no esperar a que suene el teléfono, hay que provocar esa llamada porque, como en cualquier otro campo profesional o social, en la música ya no se puede sobrevivir en la clase media”.