Crítica del concierto

El maestro Jaroussky destapa en Les Arts el barroco más agitado y oculto de Metastasio

FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía. 30/11/2023
Recital barroco
Obras de Hasse, Leo, Valentini, Traetta, Bernasconi, Ferrandini, Bach, y Jommelli
Textos, Pietro Metastasio 
Contratenor, Philippe Jaroussky 
Orquesta, Le Concert de la Loge
Director, Julien Chauvin
2/12/2023 - 

VALÈNCIA. Fue el momento más sobrecogedor de la noche. El recital anunciado ya había terminado. Como tantas veces sucede, el solista abrió el tarro de sus esencias y dijo que, además de lo anteriormente interpretado, nunca debemos olvidar el barroco que siempre le ha acompañado, porque es el de mayor deleite. Y entonces, el gran Philippe Jaroussky entonó, -acompañado de forma admirable por Le Concert de la Loge-, las míticas, majestuosas, y soberbias arias da capoChe farò senza Euridice” de Orfeo y Euridice de Gluck, y “Vedrò con mio diletto” de la ópera Il Giustino de Vivaldi con el espectador sujeto a su butaca y con el corazón tocado. 

Las emociones barrocas que afloraron durante el recital, ahí se convirtieron en un suflé de embeleso general, que levantó al público, para enfervorecido y puesto en pie, agradecer con aplausos y apasionados vítores tantos momentos de placer.

El consagrado falsetista francés nunca falla, y siempre sorprende. En esta ocasión presenta su espectáculo titulado Forgotten Arias, como resultado de la investigación, búsqueda, estudio y grabación de partituras barrocas pertenecientes a óperas de autores poco habituales en nuestros días. Esta labor es de agradecer siempre, y además, si se canta con el gusto y la autoridad de Jaroussky, constituye un acontecimiento de atractivo doble.

Al rescate del barroco oculto

Las olvidadas arias escogidas para el recital son todas pertenecientes al estilo napolitano del XVIII, melodioso y brillante, con el foco dirigido al virtuosismo del cantante. Precisamente las arias da capo fueron buena muestra y ocasión para el lucimiento de los castrati más famosos como Farinelli, Carestini, o Senesino. Pero la figura más influyente de esa escuela no fue un cantante, ni un compositor, sino un libretista: el poeta y dramaturgo Pietro Metastasio, quien llegó a ser una auténtica celebridad en su tiempo. 

El literato escribió cerca de 30 textos para ópera, suficientes para que todo compositor recurriera a su pericia, contabilizándose cerca de 900 óperas con sus letras, de autores entre los que se encuentran los mencionados Vivaldi y Gluck, pero también el propio Mozart…y, por supuesto, los compositores cuyas partituras, -todas ellas rescatadas-, lucieron ayer en el Reina Sofía.

Y lucieron con brío exacerbado a veces, y siempre fina sensibilidad, gracias a la sapiencia y enorme musicalidad del excelente conjunto instrumental especialista parisino Le Concert de la Loge que fundara y dirige Julien Chauvin con enorme precisión. El impetuoso director, -virtuoso del violín además-, consiguió un control magnífico de colores, de ritmos, y de dinámicas, para un diálogo perfecto con el solista, en equilibrio decibélico admirable, indispensable para el trato tête-a-tête establecido ayer con Jaroussky

Era el segundo recital del maestro en el Palau de les Arts de los últimos años, y la sala principal se llenó el jueves de aficionados ansiosos por escucharlo. Si en 2020 vino a decirnos que también se atrevía con el lied más genuino, -incluso con Schubert-, ahora se ha centrado en su especialidad, destapando el baúl de las partituras más olvidadas del barroco tardío.

Pero enfrentarse a las exigencias de ritmos agobiantes de conciertos consecutivos, y a obras de extrema dificultad como las cantadas ayer, y además abordarlas con la exigencia profesional que imprime el contratenor francés, es empresa para jóvenes héroes. Y el maestro galo ya no es ese joven de voz fresca, -casi infantil-, de fiato exultante que le permitía resolver con dulzura y facilidad las partituras más intrincadas de audaces matices, y que abordaba con brillante perfección.

Ayer apareció, en cualquier caso, en el coliseo del Turia un Jaroussky cansado. Y solo gracias a su escuela, y a su mochila cargada de sabiduría y experiencia, pudo salir airoso del más que comprometido recital. Su fiato no respondió ayer como otras veces, y con ello, dejó de redondear las frases, de completar los arcos expresivos, y de alargar los finales, y aunque ya no hay igualdad en el color, persiste la homogeneidad en la colocación en la cabeza con independencia del registro. El tiempo va pasando, y ahora, sabiamente, el contratenor ha reelaborado su excelencia.

Festival del aria da capo

Y es que Philippe Jaroussky es un juicioso cantante adulto de sello profesional inconfundible, y de cautivadores efectos. Y con gran musicalidad, ofreció permanentemente un canto elegante ejecutado con delicada y sensibilidad exquisitas, al igual que Le Concert de la Loge, que inició el concierto con la obertura de la ópera Demofoonte de Johann Adolf Hasse, con una interpretación llena de vigoroso candor.

De la misma ópera, Jaroussky abordó dos arias: “Mache vi fece” y “Misero pargoletto”, con las que comenzó un verdadero festival del aria da capo, y en las que demostró buen fraseo, decidido matiz, y colocación perfecta en su siempre entregado ejercicio de canto braceado pero sabio, que tuvo que tramitar falto de fuelle, y recurriendo a la voz de pecho golpeada, al estar desprovisto de graves.

Dificultades aparte, hay que resaltar la gestión inteligente y musical de la sección final de cada aria da capo de Jaroussky, momento dulce en el que sabe hacer flotar las melismáticas notas, como hizo con las de “Se mai senti spirarti” de La clemencia de Tito, de Michelangelo Valentini, o las de “Dove son?” de L’Olimpiade, de Tomasso Traetta dichas con un canto escenificado por parte del fiero contratenor.

Preciso y decidido se mostró el conjunto instrumental en “Siam navi all’onde algenti”, también en L’Olimpiade, pero ahora de Andrea Bernasconi, que Jaroussky acometió con gusto refinado, sin fluidez, y con brillo ciertamente tamizado. Quizá lo mejor de la noche llegó con el aria “Gelido in ogni vena”, de Giovanni Battista Ferrandini impregnada de portentosos ritmos marcados para la emoción, en la que el contratenor francés demostró que es un único manejando los silencios para acrecentar la tensión dramática. ¿Y qué pianísimos, los de la orquesta!

Y con Artaserse se cerró el recital interpretándose dos arias. La primera “Per quel paterno amplesso” de Johann Christian Bach, -el menor de los 20 hijos que tuvo el gran Sebastian-, resuelta con enorme musicalidad. Y la segunda “Fra cento affanni” ya en la versión de Niccolò Jommelli, con la que el contratenor transportó al público al deleite con sus agitadas agilidades y su final precipitado.

El maestro Philippe Jaroussky, ya en la madurez de su carrera profesional, quizá no tenga la suavidad en la transición que tuvo algún día, ni el brillo en sus agudos, …pero sigue siendo un maestro de la elegancia, la expresividad y la coloratura, deseoso por deleitar con su arte canoro.

Más implicado que nunca en su labor, como todos los grandes, es generoso, y regenta una escuela gratuita para niños cantantes, donde pretende transmitir sus conocimientos. Seguro que les dice a sus alumnos que intenten apreciar el barroco más olvidado, como ha hecho aquí. 

Porque seguro que gracias a su iniciativa, y a su excelencia artística, el aficionado de Les Arts no olvidará recitales como el de ayer.

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