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El metaverso, el internet que disfrutarán nuestros hijos

Las tecnologías para construir el metaverso ya están disponibles. Las principales tecnológicas ya están apostando por el metaverso. Pero todavía hace falta aunar criterios y un conocimiento colectivo para aprovechar bien todas las oportunidades que surgen de esta evolución del internet que conocemos

9/04/2022 - 

VALÈNCIA.- Mientras que algunos resumen el metaverso como la evolución del internet que conocemos, otros prefieren definirlo como una realidad paralela construida a base de código binario. Lo que sí comparten todos es que el metaverso es un tsunami que late por debajo y que acabará llegando en tres, cinco, siete… años.

El día que Mark Zuckerberg anunció, en octubre del año pasado, el cambio del nombre comercial de la compañía de Facebook por el de Meta, fuimos conscientes de que esto del metaverso iba en serio. Otra cosa es que acabemos de entender de qué va y las implicaciones que su desarrollo puede tener en nuestras vidas.

«El metaverso es la evolución del internet que conocemos. Hasta ahora, el contenido que consumimos en internet se enmarca dentro de una pantalla plana donde interactuamos con clics. Accedemos a él a través de un navegador y obtenemos información encapsulada en forma de texto, foto o vídeos. El metaverso trasciende ese marco plano y el contenido sale de la pantalla y nos rodea a escala 1:1. En el nuevo internet, el usuario puede entrar a ese mundo virtual, interactuar en él y explorarlo de dos formas. Una es cien por cien virtual, donde, con unas gafas de Realidad Virtual (RV), nos adentramos en un mundo desconocido para disfrutar de actividades y experiencias nuevas. La segunda es pseudovirtual donde, mediante gafas de realidad mixta, se van agregando capas virtuales al mundo que conocemos, es decir, se pinta el metaverso por encima del mundo real». La explicación corresponde a Edgar Martín-Blas, CEO y fundador de Virtual Voyagers.

Por su parte, Pablo Viedma, director de tecnología y privacidad en la firma legal Aktion, prefiere explicar el metaverso en términos de realidades paralelas construidas a base de código binario. De esta forma se estaría construyendo un nuevo mundo virtual al que se trasponen los conceptos del mundo real. 

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En ese internet inmersivo podríamos llevar a cabo, en forma de avatar, lo mismo y más de lo que hacemos en la vida real, pero sin salir de casa: trabajar, estudiar, ir de compras, ir al gimnasio, quedar con los amigos, visitar un museo…

Una economía paralela

En una conferencia pronunciada con motivo de la XIV Setmana de l’Economia d’Alzira, Viedma habló de tres grandes capas del metaverso, «una encima de la otra». Una sería la tierra, todavía baldía y pendiente de delimitar y ‘colonizar’. Sobre esa capa de tierra construida con bits se añadirían luego los contenidos. Una vez que se determina quién es el titular de esas tierras ya parceladas, sus propietarios deciden qué hacer con ellas. Tanto pueden construir una urbanización como crear una fábrica de coches, montar una sala de conciertos o cualquier otro negocio. La tercera capa necesaria para que todo lo construido tenga sentido es conseguir la interacción social. Es decir, gente dispuesta a entrar y pagar por ese terreno o por ese concierto de música virtual. 

Se genera así una economía paralela en torno a un nuevo concepto de propiedad en el que todo es digital. La tecnología blockchain sería la habilitadora principal de todo el entramado y la parcelación de las tierras; la realidad virtual, aumentada y mixta se aplicaría a la creación de contenidos; con la inteligencia artificial o la tecnología 3D los usuarios se convertirían en avatares para interactuar en ese entorno inmersivo, los NFT (Tokens no fungibles) tendrían la misión de asegurar que ese bien digital que has adquirido es original, único e insustituible, y las criptomonedas o los tokens serían la solución lógica para el pago o el intercambio de valor en el metaverso y de cuyas transacciones y titularidad quedaría constancia en un contrato inteligente (smart contract).

En qué punto estamos

«Las tecnologías necesarias para construir el metaverso ya están todas disponibles. Falta la visión final que aglutine todo eso», declara Chema Alonso, chief digital officer en Telefónica.

Lo que se ha creado hasta ahora no es un metaverso, sino muchos metaversos. Algunos centralizados y otros descentralizados. La diferencia es que los primeros los impulsan grandes compañías tecnológicas, como Meta o Earth2, que son las que dictan las normas y controlan ese metaverso, mientras que en los descentralizados el control recae en los usuarios, como en Decentraland o The Sandbox.

En cualquiera de los casos hace falta conocimiento colectivo. Ninguna tecnológica, por potente que sea, dispone de talento y herramientas suficientes para construir el metaverso definitivo, de aquí la búsqueda de sinergias corporativas. La española Virtual Voyagers, por ejemplo, ha sido la startup que ha desarrollado para Meta la parte de los conciertos musicales virtuales. Está, asimismo, construyendo el metaverso del Grupo Vodafone.

También Telefónica anunció hace pocas semanas un acuerdo de colaboración con Meta y la creación de una nueva división específica para desarrollar su negocio en el universo virtual. En esta línea, Wayra, el hub de innovación abierta de Telefónica, ha lanzado ya Open2metaverse, una convocatoria de startups de ámbito global «de búsqueda para apoyar a las empresas con las mejores tecnologías con aplicaciones metaversas». Pondrán el foco en soluciones de conectividad, dispositivos, plataformas virtuales, herramientas de identidad, NFT y marketplaces, entre otros.

Oportunidades de negocio

Como se ha dicho, lo que nos encontramos ahora son diferentes compañías desarrollando sus propios metaversos. Algunas a modo de prueba, anticipándose a lo que pueda venir, otras a título especulativo y otras habiendo generado ya oportunidades de negocio.

El sector de los videojuegos y el de los eSports ofrecen gran potencial de expansión en esta nueva realidad. Pero las oportunidades se extienden también a otros ámbitos que pensábamos más alejados, como el del mundo del arte, el mercado inmobiliario, el coleccionismo, juegos y apuestas, publicidad… o cualquier contenido que se quiera agregar.

Que en este mundo se mueve ya mucho dinero lo ponen de relieve cifras como los cuatro billones de euros que, según Viedma, mueve el metaverso de Descentraland; o los 69,3 millones de dólares que pagaron a la sala de subastas de arte Christie’s por la venta del NFT Everydays: the first 5000 days, del afamado artista digital Mike Beeple Winkelmann; o los 320 proyectos desarrollados por Virtual Voyagers para ochenta y ocho marcas, o las más de quince mil personas en Europa que, según Martín-Blas, trabajan ya para el metaverso de Zuckerberg.

¿Qué falta para que sea realidad?

Todos los referidos son metaversos, bien creados por consorcios empresariales privados, bien desarrollados de forma conjunta con fines más altruistas, que están posicionándose en distintas verticales y generando sus propios contenidos. Ese es el problema, que en este caso se ha empezado por la decoración antes que por la edificación de la casa. Por añadidura, los metaversos creados hasta ahora no son compatibles entre sí.

El desarrollo del metaverso final, lo que algunos llaman el omniverso, exige aunar una amplia variedad de tecnologías presentes y futuras, que deberán refundirse en un único sistema para que realmente sea práctico y funcional. El desarrollo de esta infraestructura es lo que ha desencadenado la carrera competitiva entre las grandes tecnológicas —Apple, Meta, Microsfoft, entre otras— por obtener la mejor plataforma que ponga orden en todos esos multimetaversos.

Para ello es preciso permitir la interoperabilidad. «Hay que conseguir que todos esos mundos virtuales sean interoperables, algo que no hemos conseguido con la web 2.0, porque no les ha dado la gana ponerse de acuerdo. Entiendo que ahora tampoco los grandes campeones de internet van a poner el camino fácil, aunque existen muchísimas startups que están apostando por ese internet distribuido e interoperable 100%», señala Chema Alonso.

Otro de los aspectos que no se ha comentado aún es que los usuarios que interactúan en ese internet inmersivo en forma de avatar no se identifican al modo tradicional, con nombre y apellidos o DNI. En este entorno, como recuerda Viedma, entras con una clave de números y letras y nadie sabe quién se oculta detrás. Así, observa el directivo de Telefónica que muchas personas «no están todavía preparadas para gestionar como identidad una dirección de blockchain». 

Por su parte, Edgar Martín-Blas apunta como otra carencia: el perfeccionamiento del hardware definitivo que permita disfrutar en plenitud de las nuevas experiencias y actividades que permite el metaverso.Cuándo se alinearán todos los astros para que el metaverso salte definitivamente al mercado de masas es una incógnita todavía. Lo que sí tienen claro todos los consultados es que esto es un tsunami que está viniendo muy latente por debajo y que acabará llegando en tres, cinco, siete… años.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 90 (abril 2022) de la revista Plaza

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