VALÈNCIA. No sé si recordarán el documental de HBO sobre el mundo de las cosquillas que reseñamos el año pasado. No solo era un documental espectacular, sino que descubría algo más de lo que era su propósito, una historia inenarrable. Ahora nos hallamos ante algo similar, pero con personajes famosos y una conspiración mundial para destruir la democracia. Es el caso de Nobody Speak, Trials on the free press
Inicialmente, el documental parece que trata sobre el vídeo porno de Terry Bollea, el hombre que está detrás del personaje de Hulk Hogan, que en España recordará "la generación más preparada de la historia" por ser derrotado ante El último guerrero en el primer Wrestlemania que emitió Telecinco. Un drama que separó a grupos de amigos, hermanos y familias completas, en las que cada miembro tomaba partido por uno de los dos contendientes. Hulk Hogan era un señor calvo con bigote que se rompía la camiseta antes de cada combate. Eso también costó muchos dramas en la generación que creció toda su vida en democracia, se destrozaron muchos niquis, muchas madres se cabrearon bastante.
Resulta que de este hombre, como de muchas celebrities, apareció recientemente un vídeo porno. En su caso, se estaba acostando con la mujer de un amigo, el locutor de radio Bubba The Love Sponge. Un servidor desconocía nada de este periodista, pero en el reportaje te ponen tras la pista: El FBI le rogó que no quemara un Corán en antena porque su gesto podía afectar a la seguridad nacional. También se había hecho famoso por simular en antena que mataba a un cerdo.
La mujer de este locutor se llama Heather Clem. Según cuentan, a Bubba le gustaba mirar mientras otros tenían relaciones sexuales con ella. Hulk era el padrino de su boda y, de vez en cuando, era uno de ellos. Asímismo, Hulk tenía un reality en el que vendía la intimidad de su familia y sus problemas, que derivó en un divorcio.
Comoquiera que fuese, al portal de noticias Gawker le llegó un vídeo editado de Hulk en la cama con Heather Clem. Sin dudarlo, lo publicaron. Este portal, de los mismos autores que Gizmodo, tenía un pasado, su estrategia consistía en ser extremadamente sensacionalistas. Iban a saco a por los famosos y les insultaban. Su filosofía, dicen en el documental, era más romántica, pretendían "burlarse del establishment". Una de sus noticias estrella fue que el alcalde de Toronto fumaba crack.
No obstante, también habían dado pistas de valor sobre el hackeo de los ordenadores de Hillary Clinton, las acusaciones de acoso sexual de Bill Cosby y las relaciones de Tom Cruise con Cienciología.
A partir de aquí, sucedieron varios hechos. Uno, que Hulk pidió que se retirase el vídeo a través de su abogado, David Houston, y que en Gawker no quisieron hacerlo. Los argumentos, según su director: "es divertido, es un héroe estadounidense, un modelo para los niños". Kim Kardashian le debe su próspera e interesantísima carrera a haber saltado a la fama con un vídeo porno. La amiga gracias a la cual había saltado antes a la mini fama, París Hilton, también tuvo otro. Y qué decir de la madre de los vídeos porno con famosos, Pamela Anderson, que inauguró la disciplina con el rockero Tommy Lee. Le siguieron Bret Michaels, cantante de Poison, y Vince Neil, ex compañero de Sixx, que aparecía con Janine Lindemulder.
Un segundo hecho, fue que un abogado de Los Angeles se enriquecía con este tipo de vídeos de famosos. El que envió al medio para su publicación era solo un resumen. Había uno más largo y, según dicen los periodistas, Hulk estaba aterrorizado si salía, porque en él pronunciaba palabras racistas y homófobas. Algo que para un personaje que a estas alturas se ganaba la vida en galas benéficas y vivía de su imagen de héroe de los niños hubiese supuesto el final de su carrera.
El FBI diseñó una operación encubierta para pagar a este abogado lo que pedía por no sacar el vídeo entero y lo detuvo. Sin embargo, los periodistas se quejaron de que en numerosas ocasiones Hulk había presumido de lo que hacía en el vídeo en medios públicos, le había sacado rentabilidad.
Hasta ahí, bien. Un conflicto sobre la libertad de expresión en este mundo moderno de medios agresivos, con la frontera de la intimidad y la imagen pública un tanto difusa. Pero había más. Bastante más. A mitad de proceso, los abogados de Hulk retiraron la demanda por "daño emocional", lo cual impedía que Gawker estuviera cubierto por el seguro que tenían. Tendrían que responder ellos mismos. Es decir, sería el fin de su medio.
Al mismo tiempo, se descubrió que los abogados de Hulk estaban pagados por un magnate. Un millonario de Silicon Valley, Peter Thiel. Podría ser que a este hombre no le gustase Gawker porque habían publicado una noticia titulada "Peter Thiel es completamente gay". Aunque otra periodista, más incisiva, comenta que lo que le molestaba realmente a Thiel es que el medio publicó información sobre sus fondos de capital riesgo. Uno había perdido un 90% de su valor.
¿Y qué tenía de particular este millonario? Al margen de tener publicados una serie de artículos que se podrían encuadrar en la extrema derecha, consideraba que la democracia estaba obsoleta desde que empezaron a votar las mujeres, también promovía la creación de una isla, construir una sociedad en alta mar, que estuviera al margen de las leyes internacionales. "Un lugar para hacerlo todo nuevo".
El medio desapareció, fue condenado a pagar doscientos millones de dólares. Más de lo que se pide en homicidios. Y Thiel dijo que cargarse el medio fue "lo más filantrópico" que había hecho en toda su vida. Hulk, al escuchar la sentencia, rompió a llorar. Y no por postureo. La investigación al final implica a Sheldon Adelson. Los autores terminan relacionando la publicación de ese vídeo de Hulk acostándose con la mujer de su mejor amigo con las invectivas de Trump contra la prensa y el declive de la democracia en estos tiempos inciertos. El fin de los tiempos y el mundo conocido todo gracias a un polvo de Hulk Hogan. No se puede dar más.