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Horno Lluna, donde todos los productos tienen un toque particular

En los límites de Patraix, el Horno Lluna consigue darle un toque especial al recetario clásico de los hornos tradicionales.

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Tras visitar decenas o centenares de hornos, es difícil que un horno de barrio, de esos que no acaparan portadas ni reels de influencers, te sorprenda. Y eso consigue el Horno Lluna: sorprender con su particular manera de hacer las cosas. “Soy puntilloso, un poco peculiar”, nos dice Javier Lluna, tercera generación al frente del negocio. Se nota que a Javier le viene de cuna el oficio, y se nota que le gusta y que no se conforma con hacer lo mismo que todo el mundo. El resultado: en esta esquina de Patraix, donde “cuando llegamos aquí todo lo que hay ahí delante era huerta”, se hacen las cosas de siempre, con un puntito diferente y, en algunos casos, diferencial.

 

Unos pastelitos de manzana, “el producte senyera del forn”, llaman rápidamente la atención del visitante. “Manzanitas se llaman, y son como las clásicas tartaletas de manzana, pero redonditas, más fáciles de comer”. Hojaldre, crema pastelera, manzana… en un formato diferente. Lo mismo pasa con los típicos palitos de anchoa y sobrasada, Javier hace también el palo en formato “de palmo”, y triunfan casi tanto como sus empanadillas. “El pisto lo hacemos a fuego lento, se queda toda la noche en el horno cociendo con el calor residual”. Se nota el sabor de las cosas caseras y que buscan, siempre, la calidad. De hecho, recuerda de su padre, Francisco Lluna, una frase tantas veces pronunciada:en farina no escatimes, sempre les més bones” y así lo hace.

 

 

  • - Kike Taberner

Un pensamiento de otra época, de cuando el pan se compraba en grandes cantidades a primera hora de la mañana. Ahora solo baja una abuelita a por pan para los almuerzos de los nietos cuando abren, a las 7:30 h; antes abrían aún más pronto porque había clientela más madrugadora. También han cambiado los productos y, si bien el pan se consume menos, Javier se ha formado con los cursos del Gremi de Forners i Pastissers y, tras tantos años en el oficio, es un maestro de las tartas y la bollería. Por cierto, una bollería que también tiene un toque especial, ya que se fermenta en cámaras de madera, a la vieja usanza, “como si fuera bollería de barrica”, y en el resultado se nota.

 

Amparo Fernández es la otra parte fundamental del negocio. Empezó el siglo pasado a despachar, antes de casarse, y ya lleva unos 30 años repartiendo sonrisas en el barrio. Su suegra, la madre de Javier, también Amparo, pasa a saludar cada tarde por el negocio, que desde 2004 ya regentan Javier y Amparo en solitario. Son ya más de 50 años en la actual ubicación, aunque el horno antiguo de los abuelos estaba en la calle del Progreso, en el barri del Cabanyal, y en Patraix tuvieron antes otro obrador en la calle Humanista Mariner, unos años antes de abrir, en 1973, en la actual ubicación. Un horno Lluna en el que, obviamente, hay lunas decorando las puertas de madera y las vitrinas, y que se respetaron tras la última reforma, hace cinco años.

 

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También hay medias lunas, que se hacen con la misma pasta de las magdalenas de biscuit, “receta de los abuelos”, y se rellenan con crema pastelera. “Ahora no las tenemos en el mostrador por la campaña de Navidad, que estamos con los polvorones, mantecados, hojaldrados… pero en enero vuelven”. De hecho, este horno es tan particular que uno de sus productos estrella navideños no tiene tanto glamour como el panettone, pero sí mucho más sentido: el pan tostado. Bolsas y bolsas encargadas de un pan “que se tuesta siete minutos exactos a 200 ºC en el horno, y que dura un montón crujiente”. Sin duda, tener pan tostado de horno para acompañar los entrantes de las cenas y comidas navideñas debería ser obligatorio.

 

Repasando el mostrador encontramos rosquilletas “con llavoretes, como se hacían en el Cabanyal”, o de pipas. Panes diversos, entre los que hay rollos o zapatillas, para los que Javier busca siempre harinas de máxima calidad: “a ser posible de pequeños productores; traemos harina de Jérica y de Navarra”. Esa búsqueda constante de Javier hace que traiga la manteca de Chiva, las naranjas de su huerto en Bétera, las calabazas de Llíria y las almendras marconas “de Osuna, en Bétera, tienen las mejores almendras de toda España”, afirma convencido. Y el resultado “se nota mucho; los mazapanes con esa almendra són una maravilla. Al final lo que vemos allí es el resultado de una filosofíamillor poquet i bo, que fer massa cosa, una frase que Javier convierte en lema.

 

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Todavía venden huevos, harina, nata… Hacen bastantes tartas, con base de bizcocho de almendra y nata, trufa, yema o chocolate, un poco al gusto del consumidor. Cosas habituales en los hornos de barrio como Patraix, donde los vecinos acuden a por las tartas para las celebraciones familiares o a comprar harina si se han quedado cortos. El hecho diferencial es que en el Horno Lluna, de repente, se encuentran con una palmera multicereales. Sí, Javier le ha dado la vuelta también a la palmerita clásica; cosas de pasar tantas horas en el obrador, “demasiadas horas, la familia me riñe”, comenta divertido. Una familia, las dos hijas del matrimonio, que les ayudan en alguna cosa —más de papeleo que nada—, pero que ya no seguirán en el negocio familiar. Por desgracia, un clásico de los hornos tradicionales: la falta de relevo generacional.

 

Este año, al tradicional pastisset de boniato le han añadido un hermano de naranja. Pero, a pesar de que en el barrio cada vez hay más diversidad, “algún día nos toca chapurrear inglés”, siguen sin ceder a las modas de brownies ni carrot cakes. Allí son más de lionesas, que, como no puede ser de otra manera, Javier prepara con masa distinta, hojaldrada para darle su toque personal. En sus casi 40 años en el horno ha cambiado la manera de fermentar el pan, los hábitos de consumo y el barrio, pero lo que se mantiene intacto en Javier y Amparo son las ganas de hacer el mejor pan cada día, de tener el mejor producto para sus clientes y de buscar darle una vueltecita, pequeña y con sentido, a los productos tradicionales de horno. Pequeños tesoros, mordiscos de cariño, compañeros de momentos felices, productos que el día que no estén añoraremos. Así que entre todos, cuidemos los hornos tradicionales, como el Horno Lluna, que son un patrimonio gastronómico único.

 

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