Las listas de propósitos no siempre nos hacen bien. De hecho, me propuse eliminar cada fin de año aquellas que giraran en torno al trabajo, gimnasio, amor, superación personal y un largo etcétera. ¿La razón? Porque más que objetivos parecía una lista de tareas pendientes que cuando no se cumplían, las expectativas, la decepción y la autoexigencia cada vez eran peores.
Por lo que ahora, desde hace tan solo unos años mis propósitos de fin de año solo hablan de todo lo que me hace feliz en esta vida: un viaje, una comida o una botella de vino (en mi caso blanco y dulce, a poder ser), y que si al final no acontecen, siempre tendremos el año siguiente para tomar cartas sobre el asunto y solucionarlo. Pero sin frustraciones constantes de por medio.
Para este 2026, he liado a la redacción de esta cabecera para que me confiesen por adelantado su wish list hedonista en este nuevo año que está a la vuelta de la esquina. Y quién sabe, quizá encuentres aquí esa inspiración con la que continuar comiéndonos la vida, bocado a bocado. Porque no es momento de echar el freno. ¡Eso ya llegará!
Sin más dilación, a continuación los propósitos hedonistas de la redacción de Guía Hedonista para este 2026. Te adelantamos muchas mesas en las que sentarnos, algún que otro avión, tren o coche por coger y muchas botellas que descorchar. ¡Apunta!
Carla Centelles
Menos mesas en solitario y más compartidas, siempre presumiendo de Castellón. Este 2026 quiero volver al muy laureado Llavor en Oropesa, con Marina Vega, donde las vistas al Mediterráneo se mezclan con una cocina que habla del talento rural de la provincia. También está en mi lista Cal Paradís en La Vall d’Alba, junto a la Academia de la Gastronomía de la Comunitat Valenciana, redescubrir a Miguel Barrera y su cocina vegetal, y llevar a Sergio a ver los olivos milenarios del Maestrat y comer en Lo Sarao (Canet Lo Roig).
Pero no todo serán mesas pausadas: este año me llevará de viaje por Castellón, y no al revés, porque ahora vivo en Madrid, y muy enamorada de la ciudad. Tengo la suerte de poder traerme a la capital algunos de los tesoros de mi tierra: quesos de Formatgeria La Planeta, tomates de penjar Herrera, chocolates de Mar Negre, aceites fantásticos de Malaerba, Varona la Vella y Cooperativa de Viver (aunque solo unos pocos de los muchos que hay en Castellón). También me acompaña el jamón de embutidos Flor, en Villahermosa del Río, que espero visitar pronto: artesanos que crían sus propios cerdos, curan en su secadero y venden en carnicerías propias, un lujo raro de encontrar en España. Y aunque siempre cae algún elaborado como el pan de miso de Homo Panis, quiero perderme por los pueblos en busca de hornos tradicionales, rastreando sabores auténticos que aún respiran historia viva.
Y aunque mi despensa madrileña huela a Castellón, no quiero perderme la riqueza local: recorrer todos los mercados de productores de Madrid y cocinar más en casa. Este año promete sabores, encuentros y pequeños descubrimientos que reconcilian lo cotidiano con el placer de comer bien.

- - Llavor (Oropesa)
Vicent Molins
De Lux a Los Domingos, es una dulce patraña aquello de que nos estemos volviendo más creyentes, pero es una verdad –me temo– que necesitemos quietud ante una inmediatez que todo lo exprime, en pos del fordismo ciudadano.
Me doy cuenta que es por eso que en 2026 tengo dos visitas en el calendario que para mí son lo más cercano a un encuentro espiritual. Por invierno el Landa, en Burgos, que es el camino más directo al norte y en cuya piscina se puede hacer un desayuno que no hay dios que lo supere (y leer y leer y leer). Y en verano, l’Abbaye des Vaux-de-Cernay, cerca de París, donde celebrar con mis amigos en una antigua abadía cisterciense, con cocina de granja y un pollo celestial. Ojalá sea así. Pero sin exigirlo demasiado, porque ya se sabe que los caminos del Señor…
Paula Pons
Mis propósitos para el próximo año van a ser saltarme los propósitos. Dejar que el 2026 me sorprenda como lo ha hecho el 25. Aparcar las expectativas y dejar que las cosas pasen. Insistir para que que este invierno y esta primavera sigan teniendo algo de verano.
Pese a tratar de no planear, sé que hay destinos a los que volveré y cenas en lugares que, de nuevo, serán importantes. No tendré que subirme a un avión. El turismo desaforado de los últimos tiempos me está quitando las ganas de viajar lejos. Repetiré Pirineos el próximo verano; volveré a la Formentera que no sale en Instagram en junio –y les preparé a mis amiga la primera noche una tortilla de patatas–; asistiré al Portamérica por primera vez; y ojalá podamos volver al bosque del pasado agosto con las ganas intactas.
Espero que los bares y restaurantes que visite en 2026 sigan siendo un medio y no un fin. Que la comida sea la excusa para estar más cerca de mi gente. Que sea más importante las confidencias, la conversación y las risas que el besugo, los guisantes o el steak tartar. En Valencia, repetiré en los que me siento en casa –unos cuantos–. De fuera, ya tengo reserva en Disfrutar. Salir un poco más de la ciudad, recorrer las casas de comidas de los pueblos. Seguir con la costumbre de comprar en el mercado de Rojas Clemente los sábados por la mañana. Cocinar más, y devorar todos los quesos que me permita el cuerpo. Seguir contando historias que hablen de la búsqueda del placer. Quizás, sí, este 2026, llegue con propósitos

- - Foto: Embosca't Festival
Marina Vega
A 2026 le pido un gran viaje con mis amigas (¿por qué esperar a los 40?); un viaje sola, que es algo que disfruto muchísimo; y por supuesto otro con mi pareja, que lo estoy deseando. Llevo tiempo queriendo ir a Indonesia, me gustaría volver a París, hacer la tradicional escapada a Formentera en junio, conocer Berlín e ir a comer a CODA Dessert Dining, recorrer la Puglia italiana, ir a Portamérica (que Paula Pons y yo ya lo tenemos agendado) e ir a comer a Culler de Pau.
También hacer un viaje gastronómico al Delta del Ebro (Citrus del Tancat, L´Antic Molí, L´Algadir del Delta...), ir a Rota (Cádiz) a conocer –por fin– a la familia de mi cuñada (y ya de paso, ir a Aponiente), pasar unas semanas en Mallorca, unos días en el pueblo de mi padre –Fuentes de Nava, en la comarca palentina de Tierra de Campos-.
¡Quizá soy muy optimista y necesite repartir tantos deseos viajeros en más de un año!

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Marta Moreira
Tengo planeado un viaje a República Dominicana en febrero para visitar a unos amigos. Será mi primer contacto ‘real’ con la comida caribeña; un tipo de cocina que, si soy sincera, nunca ha llamado mucho mi atención. En cualquier caso, estoy segura de que, con ayuda de una buena investigación sobre el terreno, saldré de allí con más de un descubrimiento gastronómico en el bolsillo.
En cuanto a mis planes hedonistas en España, tengo muchas deudas pendientes; demasiadas para embutirlas en un par de párrafos. Algunas de ellas, de hecho, están dentro de la Comunitat Valenciana. No he visitado todavía Arrels, aunque parezca mentira, y tengo muchas ganas de probar Ausiàs y Cuc, el nuevo proyecto de Miquel Ruiz.
Y, claro está, en mis planes hedonistas siempre hay espacio para repetir en sitios que me han dejado huella, como Kaido y Toy, en Dénia.

- - Miquel Ruiz en Cuc
Olga Briasco
Desde hace muchos años, en mi mapa del mundo tengo una chincheta roja, la que marca los destinos que sueño visitar, clavada en Argentina, Madagascar y Japón. Y, la verdad, creo que es lo único que tengo señalado en mi vida. Sin fecha, sin prisa, simplemente como una quimera que me acompaña. No sé si en 2026 alguno de esos lugares pasará del rojo al verde, pero si la vida me lleva a otro sitio, también seré feliz. Lo seré regresando a Gandía, adonde siempre vuelvo, y a otros rincones de la Comunitat –que no siempre hace falta coger un avión–.
Por eso no puedo decir qué destinos o experiencias tengo apuntados para este nuevo año: no los tengo. Sentiría que convertirlos en lista sería una obligación y, eso, no va conmigo. Sí sé que me apetece volver a bucear entre bancos de peces y tortugas, sentir el aire frío de las montañas y disfrutar de atardeceres sin mirar el reloj. También de seguir haciendo fotos. Y sé que, hablando de restaurantes, regresaré a muchos donde soy feliz, descubriré otros nuevos y visitaré aperturas a las que aún no he ido, como La Colonia de Carmela. En fin, que la vida fluya, que en nada ya estamos dando la bienvenida al 2027.

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- Foto: Olga Briasco
Macarena Escrivá
Si echo la vista atrás, 2025 ha sido un buen año. No ha habido grandes sobresaltos, hemos tenido salud, amor, trabajo... Me agarraría al manido "Virgencita, que me quede como estoy" para 2026. Más allá de sueños personales en el próximo año quiero seguir viajando, pero quizás hacerlo de manera más consciente y aunque suene raro, hacerlo menos. Menos y mejor. Cuando haces una media de 35 viajes al año, llega un momento en el que pierdes un poco el norte y estás tan cansado que hasta disfrutar se hace cuesta arriba.
Quiero volver a Japón. Siempre quiero volver. Afortunadamente, esto se hará realidad, porque hace ya unos meses que cogí mis billetes. Quiero volver a perderme por las calles de Tokio y seguir con el Duolingo a ver si soy capaz de articular más de una frase en japonés. Otro de mis propósitos es seguir recorriendo España. En los últimos meses del año he estado en Salamanca, La Rioja, Navarra... Y qué país más fabuloso tenemos. Hay que apreciar esta maravilla con tanto y tanto que contar.
Por supuesto, quiero seguir comiéndome la vida a bocados. En sentido figurado y literal. Se me han quedado unos cuantos en el tintero en 2025 y en 2026 pienso remediarlo. Quiero volver a Ricard Camarena, a La Salita... En Madrid, a DiverXO y a El Invernadero. En definitiva, menos y mejor para todo. Ese es mi lema para el año que viene.

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Jesús Terrés
Este veinticinco ha sido glorioso pero la vida solo es p’alante así que vamos allá, las cinco experiencias gastronómicas que más me ponen, que más me apetecen, que tengo ahí marcadas en rojo: Extebarri como todos los años de la última década porque cumplir años es importante y en Atxondo siempre (siempre) soy feliz.
Plénitude de Arnaud Donckele en el hotel Cheval Blanc de París porque me sopló Dabiz Muñoz que: “Tienes que ir, Terrés”. Y narices, que París es siempre una buena idea.
Un viaje que me apetece muchísimo: Jordnær de Eric Kragh Vildgaard en Copenhague y luego un tren de cien horas a través del bosque de Dyrehaven hasta el restaurante Knystaforsen, en Suecia. Brasa, caza, verdad. Una cosita más, sin movernos de lo nórdico: el restaurante Iris, en el fiordo de Hardanger, cerca de Rosendal, en Noruega.

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Silvia Ruiz de la Prada
Al 2026 le pido viajar lejos, pero también quedarme cerquita de casa. Por pedir, lo pido todo. Pero sobre todo, pido estar presente y emocionarme con cada cosa donde el hedonismo haga acto de presencia. No quiero pasar por la vida de puntillas, quiero eso del ‘aquí y del ahora’.
Siguiendo un poco los pasos de mi compañera Carla Centelles, tengo muchas mesas pendientes en Castellón: Llavor en Oropesa y Atalaya en Alcocebre. Llevo años queriendo ir a La Farola en Altura y no hace mucho, una amiga me chivó que en Farga en Sant Mateu se come de lujo. Repetir en Barriga (Castellón) porque de ahí siempre sale una contenta y ya de camino visitar a Vicky en Arrels (Sagunto).
En Valencia, así más inmediato tengo pendiente descubrir Sutil, el nuevo proyecto de mis ‘raros’ queridos Sergio, Ibai y Sara; además de ir por primera vez (y última) a Forastera. ¡Con ellos vaticino el más cortos de los idilios! Volver siempre a Cocleque, Sardo, Mengem, Bar Badis, Barbaric y a Nozomi cuando lo vuelvan a abrir. Y por supuesto, todas las nuevas aperturas de la ciudad y poder contarlas en esta cabecera.
En primavera algo que quiero hacer desde hace tiempo, es ver la floración de Vall de Gallinera y disfrutar de una comida en Miró Cuina. ¿Lo conseguiré este año? Y en el sur de la Comunitat no puedo acabar 2026 sin darme un homenaje en CUC de Miquel Ruiz (Dénia), Ona Cuina Oberta (Gandía) o Ausiàs (Pedreguer).

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Si nos lanzamos a la carretera, ya tengo organizados Granada en marzo y El Priorat en abril. ¿Y aviones? Menorca y Berlín seguro. Cada vez tengo más claro que las Islas Feroe me apetecen mucho, pero también Cinque Terre, Canarias, Edimburgo y Marruecos (Rabat y Tánger). Espero hacer Filipinas con mis amigas y quién sabe si Nueva York-Boston, Praga o Alsacia + Baden-Baden, en familia. ¡Ah! Y los nuevos hoteles, esos los quiero visitar TODOS.
Y que nunca falte la salud, la nuestra y la de nuestros seres queridos. Porque sin ella, esta lista de propósitos dejaría de tener sentido.
2026… ¡pórtate bien que allá vamos!