No son nada nuevo. Los eventos gastronómicos alrededor de un producto concreto existen desde hace décadas. Algunos nacieron a principios de los años sesenta cuando España despertaba al turismo y alguien con bastante buen ojo se dio cuenta de que la paella podía ser un polo de atracción para Sueca —su concurso internacional lleva 64 ediciones—, el marisco para O’Grove (62 años), la fideuà para Gandia (este año ha soplado cincuenta velas) o el ajo para Las Pedroñeras (52 ediciones). Hoy una ardilla podría cruzar España de celebración en celebración en torno al queso, el jamón, la trucha, el pulpo, la sardina, las setas, los garbanzos con conejo, la coliflor, los calçots, las cerezas…
Este tipo de encuentros podrían ser los padres, o abuelos, de los actuales festivales gastronómicos que hoy se celebran por todo el territorio nacional. Solo que los herederos han dado un salto cualitativo —es ley de vida— y se han adaptado a lo que demanda el mercado: food trucks, neones, música en directo, influencers y una diferencia notable. Mientras la mayoría de veces esos eventos estaban impulsados por los ayuntamientos, los actuales salen adelante con dinero privado y un modelo diferente de retorno en el que gana la organización pero también los establecimientos participantes.
La Champions Burger, el que probablemente sea el mayor festival gastronómico 5.0 en España —es capaz de cerrar el Mestalla durante diecinueve días— nació de la mano de un grupo de amigos en València provenientes del mundo de la empresa y el marketing. Por allí pasaron 350.000 personas el pasado año. Si sumamos el público de las cuarenta ciudades españolas por las que rodó, son cuatro millones. El origen de este campeonato fue un food truck de tartas y burgers con el que los socios participaron en el Amstel Market, uno de esos eventos de segunda generación en el que una serie de locales sobre ruedas ofrecían desde sushi, a hot dogs, pasando por opciones vegetarianas. Allí tuvo lugar la primera edición de The Champions Burger. José Morales, Alejandro Soriano y Nacho Martínez se dieron cuenta de que aquello podía ser el germen de algo potente. En 2019, el evento se celebró durante más días e hizo un tímido intento de salir de València. El campeonato fue creciendo, con una pandemia que truncó el tour por varias ciudades españolas por motivos obvios. Cinco años después, en 2022, dieron el salto a un recinto mucho mayor. «Surge la posibilidad del estadio de Levante, teníamos muchas dudas porque veníamos de la pandemia, pero somos futboleros y sabíamos que a la gente le iba a encantar. Durante cuatro días congregamos a 80.000 personas y nos dimos cuenta de que este campeonato tenía más recorrido, no solo a nivel local. La gente conocía la marca aquí, pero no fuera de València», explica José Morales, codirector de The Champions Burger y su director de comunicación. En 2023 salen de València y lo que iban a ser cuatro o cinco ciudades se convirtieron en nueve. «La marca creció a lo bestia», señala Morales. Al año siguiente fueron cuarenta (Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza, San Sebastián…) y The Champions Burger se convierte en el mayor evento gastronómico de Europa si hablamos de participación y duración.

¿Qué atrae a tanto público a este tipo de eventos? «La gente en España busca una experiencia que sea brutal. Este tipo de festivales siempre han tenido un precio; nosotros decidimos que la entrada sería gratuita, por lo que ya estamos atrayendo un público que puede que no consuma la primera vez, pero después de vivirlo vuelve y consume. Además, el precio es muy competitivo, por veinte euros comes o cenas. Y el resto de cosas que llaman la atención: actuaciones, espectáculos circenses, actividades paralelas…», aclara el director de comunicación. Gastrosueños, la empresa detrás de la Champions, y de la que son socios los tres amigos, es las encargada de elegir a los restaurantes participantes según «unos estándares de calidad». Los restaurantes no pagan un canon por estar allí, sino que destinan un porcentaje de las ventas, que se queda la empresa organizadora. Este año tienen 653 food trucks en lista de espera.

Las hamburgueserías participantes, más allá de las ventas, destacan la visibilidad que dejan estos macroeventos. Sobre todo si alguna de sus hamburguesas llega al podio de la mejor hamburguesa de España. La notoriedad que puede llegar a alcanzar es brutal. Fue el caso de Soul Coffee Beer, una pequeña hamburguesería de Paiporta que ya empezaba a sonar en el mundo burger, pero que aún estaba lejos de alcanzar la fama posterior. Invirtieron todo lo que tenían en el banco para participar en la segunda edición de The Champions Burger, que en ese momento aún se celebraba en el río. Su propietario, José Manuel Barroso, reconocía que ese primer año «palmamos un montón de pasta, pero fue un punto de inflexión. Pasamos de tener treinta reservas los viernes a tener 75». Para esta hamburguesería, participar en el campeonato fue un antes y un después. «La Champions ahora mismo es casi nuestra familia. Sin ellos me costaría entender mi vida», admitía José Manuel hace unos meses.
Para José Morales, The Champions Burger le ha dado «al mundo burger mucha más visibilidad, en especial a la burger gourmet. València es en estos momentos una de las ciudades con mayor influencia». Sus previsiones son las de seguir creciendo. Ahora miran a Europa, pero en sus planes está cruzar el charco y hacer una marca que se conozca a nivel mundial.

La visibilidad de los eventos gastronómicos
Otro de los festivales gastronómicos que tiene sello valenciano es The Best Tortilla, que celebró su primera edición en València en octubre de 2024. Este año visita Málaga, Barcelona, Castellón, Murcia, Zaragoza y Madrid, además de repetir en la capital del Turia.
Javier Tejedo, uno de los creadores del campeonato que elige la mejor tortilla de patatas de España, nos cuenta que la idea surgió en las cenas entre amigos donde siempre acababan hablando de cuál era para ellos la mejor tortilla. «Un día se nos encendió la luz. Dijimos: ‘‘Con lo que nos gusta la tortilla, ¿y si compartimos esta pasión con más gente?’’ Pensamos en montar un evento que pusiera la tortilla en valor, en el sitio que merece», explican. Hablaron con el Grupo Gastroadictos, que ya tenía experiencia en montar eventos de este tipo, y se lanzaron. Durante la primera edición, quince restaurantes de toda España participaron durante seis días en los Jardines de Viveros. Se vendieron más de cien mil pinchos de tortilla, y la valenciana Queen Potato se coronó como la mejor tortilla tradicional.

En este campeonato, el segundo lugar fue para Sibarita, empresa valenciana especializada en tortillas y croquetas con tres locales en la ciudad. No era la primera vez que conseguían uno de los premios gordos. En el Kroqueta Fest, celebrado el pasado abril en València, se alzaron con la victoria de la mejor croqueta con una receta de rabo de toro al Pedro Ximénez, un guiso que tarda seis horas en prepararse. «Estos festivales son un escaparate perfecto para darnos a conocer. Además, si conseguimos premio —como ha sido el caso—, el impacto es todavía mayor», explica Iván Fernández, CEO del grupo. En The Best Tortilla, Sibarita vendió cerca de mil tortillas, mientras que en Kroqueta Fest fueron unas ocho mil raciones de croquetas, es decir unas 24.000 croquetas. ¿Es rentable para los restaurantes participar en este tipo de eventos? «Puede serlo, siempre que haya un volumen alto de ventas. El ticket medio es bajo, así que necesitas mucha rotación. Si hay afluencia, es rentable y además te posiciona muy bien», añade Iván Fernández. La visibilidad que se consigue en estos eventos sirve como reclamo para mucho cliente que acude luego a los locales en busca de la croqueta, la tortilla o la pizza ganadora. «Sí, se ha notado cierto aumento en las ventas tras el evento. Hay curiosidad, la gente viene a probar lo que ha ganado el premio, y eso siempre ayuda a fidelizar», remata Iván Fernández. El año que viene tiene claro que repiten.
Mamma Pazzo es otro de los locales hosteleros que participaron y ganaron, esta vez en el Pizzas Fest de València a finales de mayo con una pizza de estilo romano y una salsa brava, dulce, picante y secreta. Decidieron participar «por las ganas de competir y conocer la opinión de miles de personas sobre nuestro producto. En segundo lugar, por la exposición mediática y la capacidad de darnos todavía más a conocer», asegura Jorge Herrero, socio gerente de Mamma Pazzo. Ellos vendieron alrededor de quinientas pizzas, pero, destacan sobre todo «el beneficio intangible, la exposición mediática y la capacidad de darte a conocer a más gente. Si los eventos son potentes, bien producidos y con buenas campañas de comunicación, siempre pueden ayudarte en el reconocimiento de tu marca. Es cierto que los dos últimos eventos a los que hemos acudido no han cumplido con sus expectativas de venta, pero hemos conseguido equilibrar los costes para que sean rentables», apuntan. Igual que Sibarita, sí que han notado una mayor demanda de la pizza, en concreto una vez pasado el evento. «Sí que hemos notado de forma notable sus ventas. Hay gente que viene expresamente a probarla y otra que, al explicarle el premio, deciden pedírsela para comprobarlo por ellos mismos», subrayan.

¿Compensan las colas?
No soy público objetivo de este tipo de eventos. Desde fuera me parecen incómodos, sobre todo en lo que a colas y esperas se refiere, así que me interesa saber qué es lo que atrae a tantísima gente a acudir a este tipo de festivales. Hablo con una de esas 350.000 personas que el año pasado acudió a la Champions Burger. «Voy porque me gustan mucho las hamburguesas, las disfruto mucho y hay mucha variedad», dice Oriol. Este joven de diecinueve años, asiduo al campeonato, cuenta que acude con amigos, que se come entre cuatro o cinco hamburguesas y que se gasta entre treinta y cuarenta euros. No le importan las colas, que pueden llegar a ser de media para acceder al recinto y de otra media hora «como máximo» para los food trucks. Probablemente ese aguante sea cosa de la edad. Saray, de 24 años, explica que va a la Champions Burger atraída «por el ambiente y la comida. Las hamburguesas son innovadoras, les inyectan salsas con jeringuillas, les ponen oro o las hacen negras; y las suben mucho los influencers. Además, con los rankings te pica probar la mejor», sostiene. Sé de mucha gente que ha ido dispuesta a acudir a estos festivales y ha acabado volviéndose a casa o cenando en el bar de enfrente. Por su parte, Esther confiesa que «en alguno de estos eventos la cola ha sido tan larga que hemos terminado marchándonos sin entrar».
Publicado en la revista Plaza del mes de julio