No sé cuantas veces habré pasado por delante, fijado en su nombre y seguido mi camino. Bataraza estaba ahí, pero no entré por la puerta hasta hace bien poco. Fue acceder a su interior, sentarme en la mesita que hay pegada al escaparate y disfrutar de una comida argentina. Y sí, de una milanesa extraordinaria que se convierte en plato de la semana.
De entrantes conviene probar la trucha ahumada, típica de la Patagonia. Llama la atención su color rosado y, al primer bocado, su textura firme, suave y magra, con ese toque de ahumado —artesanal— que realza su sabor natural. Es sencillamente buenísima. Después llega la milanesa: crujiente por fuera y tierna por dentro. Aquí no está hecha con rebanadas finas, sino con piezas gruesas y sabrosas de lomo bajo de ternera, cortadas a cuchillo y empanadas al momento. El rebozado es artesanal, ligeramente especiado, y se nota que lo fríen a buena temperatura, porque queda dorado, seco y bien adherido a la carne. Además, el tamaño impresiona: ocupa media bandeja, como mandan los bodegones porteños —menos mal que avisan antes—. Se puede acompañar de puré o ensalada, pero lo esencial es esa milanesa que, en tiempos de modas, destaca porque sabe a tradición y está hecha con buenas materias primas y mimo.
Como final dulce, su flan, dulce de leche y nata, o su mousse de chocolate son una muy buena opción. Además, su carta de vinos y cócteles también es muy interesante. Por supuesto, la mayoría son vinos argentinos, aunque también hay tragos de autor como, por ejemplo, el Ferroviario.
Bataraza está ubicado en pleno centro. Desde su gran ventanal se ve el ir y venir de la gente, muchos de ellos viajeros y turistas —el restaurante está en la calle Hospital—. El interior es acogedor, con un estilo ecléctico, pero lleno de personalidad: una decoración rústica, sillones de terciopelo, mesas de madera maciza, botellas de vino y una radio antigua. El acento del personal es argentino, así que si no sabes muy bien dónde te has metido esto te da una pista. Y hay otra todavía mejor: muchos clientes también tienen ese acento dulce de mil kilómetros de aquí.
Detrás de este restaurante argentino están Felipe Mendiguren y Ariel Petitto y sus familias, que han traído un bodegón de Argentina, donde disfrutar de un trocito de Argentina en Valencia. Un hallazgo fortuito al que seguro volveré.
Dirección: Carrer del Hospital, 18. 46001 València
Precio medio: 20-30 euros