Tiene el Saxo algo de cinematográfico y por tanto, de evasión. Podría ser el plató de Cheers o el sofá del café de Friends. Todo encaja, empezando por esa puerta de aspecto clandestino con la veneciana desvencijada. La tipografía del letrero, la barra original de la primera etapa, la cabeza de «Obrero» que vigila la parroquia. Un escenario que no funcionaría sin la presencia de los habituales, curtidos la mayoría tras una barra o delante de los fogones. Siempre da alegría encontrarse a Robert y Vero, a Pablo, a Gabi, a Jose, a Pepa y Óscar. Sobre todo cuando van de civil y puedes hablar con ellos sin el exigente ritmo del servicio.
No tengo claro si Luca, Paco y sus vinos, José Manuel y sus tomates y Víctor y su plancha serían los actores principales o secundarios, pero sé que son los responsables de propiciar esa atmósfera para que se obre la magia. Las alcachofas del pasado miércoles, las últimas que comeré este año, fueron sencillamente perfectas. Solo faltó que perdiera el Madrid para que la noche fuese redonda.

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