En 2003, cuando el nombre de El Bulli era sinónimo de modernidad, ella abrió Qüenco de Pepa en una tranquila calle de Chamartín junto a su socia Mila, convencida de que el futuro pasaba por mirar atrás: por cocinar con memoria, con producto y con huerta.
Lo que entonces parecía una excentricidad es hoy una tendencia: la de la cocina honesta, desnuda, que defiende el sabor del origen sin artificios. Desde La Huerta de Ávila, donde rescataron semillas del abuelo de Mila, y con la valiosa ayuda de su hortelano José cultivan las verduras que llenan sus platos. Su tomate al corte con sal y AOVE —uno de esos platos que no necesitan nada más— resume su filosofía: la sencillez bien entendida. A la vuelta del restaurante se ubica la Tienda de Pepa que acerca a las cocinas domésticas el mismo producto que usa en su restaurante, entre platos y tienda vende una tonelada de tomates cada siete días.
Esta semana, Pepa subía al escenario valenciano como embajadora de World Central Kitchen, en el homenaje de Hostelería Valencia a la labor de la ONG durante la DANA. Dos décadas después de su primera siembra, su mensaje sigue vigente: cocinar también es cuidar.

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