ALGUNES NOTES SOBRE ART CONTEMPORANI  

Juan de Morenilla: que un dibujo animado sea estático, que algo sólido pueda ser líquido

24/07/2021 - 

VALÈNCIA. Suena música vertiginosa. En plano: una carretera en medio de un desierto del norte de México. Sonidos de velocidad y dos manchas que compiten entre ellas. Se para la imagen. Un texto: ROAD RUNNER (ACCELERATI INCREDIBULUS). Sobre el texto, el Correcaminos en el punto álgido de su zancada. Aún con la reproducción en pausa, se produce un barrido hacia la izquierda. La segunda mancha se revela. También hay un texto: COYOTE (CARNIVOROUS VULGARIS). Con pose vencida por su obsesión, cuchillo, tenedor y servilleta al cuello, se desvive el Coyote por su cena imposible.

En las siguientes escenas el depredador armará un arco con dinamita que explotará antes de salir despedida, será aplastado por una caja fuerte y golpeado por diversos experimentos fallidos. Su plan final: pintar un gran cuadro en el borde de un precipicio simulando que la carretera sigue. El Correcaminos romperá la cuarta pared para meterse en la pintura y recorrer el camino representado por el cazador. Mientras el Coyote se lamenta mirando a los espectadores, de la pintura saldrá un camión que lo atropellará. El cuerpo del animal se estira, explota, se pisa y se deforma constantemente, dando la sensación que tiene más de líquido que de sólido. 

La carne de los dibujos animados es líquida como la tinta que la dibuja. Un estado que le permite ser un material en transformación constante y ser capaz de soportar metamorfosis imposibles. Simbólicamente los dibujos animados son una respuesta a la imposibilidad de la realidad física. Un escape que ha permitido su asociación con la sátira política. El primer largometraje de dibujos animados El apóstol, obra de 1917, dirigida en Argentina por Quirino Cristiani, era una crítica política. La película acabó consumida por un incendio y no pudo sobrevivir, a diferencia del Coyote con sus bombas. Pero esto es otro tema. 

El Coyote es un tipo nervioso, bebe mucho café y esto no le permite dormir bien. Se levanta después de haber apagado el despertador siete veces. A penas tiene tiempo para ducharse y su día empieza a contrapié. Mientras mal desayuna, llaman al timbre. La repartidora de Amazon le pide que baje a por todos los paquetes que le envía ACME. Hoy tiene suerte, ayer arreglaron el ascensor. Mientras sube con los paquetes se enchufa un cigarro para respirar tranquilo. Mientras se da ese respiro, suspira aliviado por la calma de la nicotina, abre los brazos y la punta del cigarro roza la pared del ascensor. El tiempo se detiene mientras la ceniza aun caliente cae sobre la pólvora de las cajas abiertas.

Y vuelta a empezar. Sale del ascensor, se toma una ducha y se quita el hollín. Ya llega tarde al trabajo. El Correcaminos ha pasado por los dos puntos clave por los que tendría que haber caído una jaula y ser cogido por una red. Persevera, se toma un Monster y empieza de nuevo. La historia del Coyote es la de Sísifo o la de una persona que vive dentro de bucles en los que el final es el principio. El otro día Andreu Porcar le comentaba a Juan de Morenilla que le gustaba pensar que el final del capítulo del Coyote y el Correcaminos es como cuando un artista acaba su obra. “Algo que tiene que ver con el propio medio y su necesidad de acabar y volver a empezar, del final de un capítulo y el siguiente” decía Andreu. En los capítulos de una serie de dibujos animados como el Correcaminos y el Coyote, no hay una narrativa que fije los actos a una linea temporal, cada capítulo es un reseteo y una vuelta a empezar.  

Para Juande el principio de una obra empieza con una idea, luego vienen los dibujos y cuando ese dibujo coge forma definitiva, se abre una lata de Monster y se tira al lienzo. Bebe mucha cafeína antes de empezar a pintar. “Necesito en parte un punto nervioso y taquicárdico”. Y luego empieza un proceso en el que sus capas son lentas. La pintura del artista aglutina capas que se van fundiendo entre ellas. Mientras su cuerpo está exaltado por la cafeína, la performatividad de sus movimientos es lenta. Es bonito pensar que nervio y calma se dan lugar en el mismo espacio temporal. 

“El problema es que cuando voy a pintar mi proceso es lento. No es una cosa de que me vuelvo loco. Sino que es una cuestión de control mental sobre ese nerviosismo. Es una contradicción. Y eso te lleva a ponerte en presión, lo sufres un poco, sentir que te bombea el corazón y tener que apaciguarlo”.

Es interesante pensar también que un cuerpo acelerado por la cafeína pinta dibujos animados o obras en las que se incluye esta iconografía. En los personajes cartoon siempre hay esa gestualidad o coreografía histriónica propia de personalidades nerviosas. En la obra de Juan de Morenilla las formas se llevan al límite y se sirven del estado líquido de los dibujos animados para buscar el momento de tensión más duro. En su última serie el punto límite está congelado y se trasmite con la gesto del bruxismo. “Con estas piezas tuve una temporada de dormir mal, a mí no me pasa. Y me acordaba de la gente que aprieta los dientes y se los lima. Pensé como llevar al extremo esa sensación. Siempre acabo jugando con los juegos de choque de tensión”.

Momentos de tensión que en la obra de Juande se retienen en escenas congeladas. Personajes en el pico de su movimiento, en el punto límite, que como en la introducción del Coyote y el Correcaminos se quedaron parados. Las obras del artista presentan “una acción determinada en un punto concreto que suele ser el de máxima tensión. Un instante que genera el poder imaginarte el previo y el supuesto futuro. Y la clave es ese punto de tensión máxima”. Un recurso técnico de la animación clásica y que presenta el instante decisivo del movimiento.

Cartier Bresson lo llama instante decisivo, Juande, prefiere llamarlo punto límite. Es curioso pensar como ambos buscan el frame concreto en el que un cuerpo detenido proyecte movimiento. Pausa y desplazamiento conviven en el mismo espacio, generando una dualidad que el artista no entiende como contrapuesta. Son dos energías que conviven en el mismo espacio y tiempo. Como lo sólido y lo líquido, lo estático y el movimiento, “no es una cuestión de Ying Yang, sino más bien como que ambas cosas están presentes. Son convivencias entre ambas”.