VALÈNCIA.- Tambores de guerra. Quién sabe si guerra abierta para cuando usted lea estas líneas. O guerra cibernética de desinformación y falsas banderas, como se estila ahora. Pero, sea como fuere, pase lo que pase, usted no se preocupe. Hay alguien al volante. El presidente, Pedro Sánchez, sigue el conflicto con atención. Y no solo lo sigue. Hasta cierto punto, lo moldea. Ahí lo tienen, hablando por teléfono, quién sabe si con Putin, con Biden o con ambos, en un partyline de los que se estilaban antes. O quizás, si somos malpensados, con el buzón de voz de Biden, que ahora no se podía poner al teléfono.
Parece, de todas formas, que las negociaciones le pillaron por sorpresa al presidente, en pleno fin de semana. ¿Qué otra explicación puede tener que se plante ante las cámaras en mangas de camisa y con esos vivos colores? Toda la escena denota una dramatización que quiere transmitir improvisación; no es solo la camisa, sino esa cartera con el rótulo «Presidente del Gobierno» dejada distraídamente detrás de la pantalla del ordenador, en primer plano. Españoles, no os preocupéis: el tío bueno de jefe, vestido casual, vela por todos vosotros.
En todo caso, está claro que por Pedro Sánchez que no quede: una vez activado el modo de guerra no ha perdido el tiempo. España envía un buque de guerra al mar Negro (la última vez que pasó algo así sería con los almogávares, hace más de setecientos años) y anuncia que cazas españoles participarán en las misiones de vigilancia aérea en la zona. Es decir, España se pone en primera línea de un conflicto que, por una cuestión geográfica, nos resulta lejano, pero que quizás por esa misma razón constituye una oportunidad inmejorable de hacer méritos ante Estados Unidos, con cuyo presidente la relación no es tan inexistente como con Donald Trump, pero casi. Y así, de paso, buscar complicidades no solo en la Unión Europea, ante la próxima vez que surja un problema relacionado con el suministro de gas natural, pero que sí nos afecte directamente: Marruecos y Argelia (spoiler: no servirá).
* Lea el artículo íntegramente en el número 88 (febrero 2022) de la revista Plaza