EL CABECICUBO

La obesidad, el espectáculo más rentable de la televisión basura

La cadena estadounidense TLC dedica buena parte de su parrilla a programas que juegan con el pánico al sobrepeso de un tipo de espectador propio de una sociedad enferma

11/04/2016 - 

MADRID. Leo en Aragon TV cómo se presenta el programa 'La Báscula'. Dice que durante un año han conseguido "más de 840 kilos perdidos por 29 participantes". No es el único programa de esas características. Pasamos a otra cadena asentada en España, MTV, y tenemos 'Ya no estoy gordo' (I use to be fat). Durante un verano, unos jóvenes "transformarán sus cuerpos" para poder llevar una vida "más sana", vale, y "feliz". En Argentina hubo hace años durante cinco temporadas una especie de Gran Hermano, 'Cuestión de peso', en el que los concursantes tenían que adelgazar públicamente. Antena 3 lo intentó adaptar en España y no funcionó, a dios gracias. Para que luego digan que tenemos mal gusto.

Aunque quizá la adaptación más sonada en nuestro país fue el programa de asqueroso título 'No seas pesado', en Telecinco, que comentamos en su día, que tuvo que convertirse luego en una sección de otro programa porque afortunadamente no dio el dato de audiencia esperado. En él, Emma García interrogaba a los obesos concursantes sobre lo desgraciados que eran pasados de kilos. Era un espectáculo propio de psicópatas.

Sin embargo, donde sí que funcionaron estos modelos fueron en las autonómicas, como en el aludido caso de Aragón, y también en Galicia, donde 'Gran Cambio' aguantó dos temporadas. Pero fuera de España es un fenómeno de masas. Hay para dar y tomar. Ha habido espacios de este tipo en la BBC, también competiciones por adelgazar en Discovery Channel, o de cocina dietética, como "Cook yourself thin". La eclosión de este tipo de formato empezó hace diez años y ahora, en el caso que vamos a comentar de la cadena TLC, posiblemente la más bochornosa del mundo, están llenando la mayor parte de la parrilla.

Sintonicémosla durante una semana. Primer programa. 'My 600 lb. life' (Mi vida con 270 kilos). Aquí fabrican un melodrama a partir de la experiencia de una persona con problemas físicos y psicológicos. En el capítulo que vemos, Chay es un chico cuya madre y padrastro son alcohólicos. No le querían a su lado y acabó viviendo con sus abuelos. Su madre le decía que si nació era porque se le rompió el preservativo. El chico tiene problemas de depresión. Además, su abuela se está muriendo.

Con todos estos problemas Chay come compulsivamente. Se levanta, y solo para desayunar, se mete una fritanga con medio litro de aceite. Dice que hace eso porque cuando come no está pensando en sus sentimientos, solo en comer, y así consigue encontrarse seguro, confortable.

Entonces llega el programa al rescate. Le llevan a un médico que le dice que para operarle antes tiene que adelgazar por su cuenta unos cincuenta kilos. El chico se pone a ello haciendo pesas, pero el doctor revela al programa que su problema no es físico, sino mental, que es más importante arreglar lo del desprecio que siente por él su madre que el desarreglo fisiológico.

Al final la madre admite que ha sido mala, hay ahí un conato de reconciliación y, tras un año rodando al chico, parece que las cosas se han enderezado mínimamente. Si se puede aprender algo de este programa, aunque sea psicología de baratillo, pues vale. Pero desde el punto de vista del entretenimiento ¿Me pueden explicar dónde está? ¿En la miseria humana. En la búsqueda de las profundidades insondables de la tristeza?

Más festivo es 'My fat fabulous life', que pretende mostrar la obviedad de que con sobrepeso también se puede ser feliz, pero lo hace con trampita. La protagonista es Whitney Way Thore. Conocida en el mundo gracias a un vídeo en YouTube en el que aparecía bailando alegre y feliz siendo gruesa. Le demostraba a una sociedad enferma que si estás gorda también puedes bailar, que no pasa nada.

A raíz del vídeo, que se hizo viral, TLC le ofreció un programa. En él intenta alimentar una campaña que promueve en la que, de nuevo, quiere demostrar que una persona gorda puede llevar una vida perfectamente normal, además de intentar difundir la idea de que no solo los cuerpos esqueléticos deben ser modelos de belleza. Aberrante. No ella, ni su campaña, sino la sociedad destinataria de ese mensaje.

En su caso, ella era delgada, pero en la universidad, por un problema en los ovarios cogió muchos kilos. El programa es muy alegre y simpático, pero es perverso. Porque mientras nos cuelan ese mensaje filantrópico, lo que en realidad quieren mostrar es algo así como "no se crean, la gorda esta no es tan alegre, en realidad tiene muchos problemas".

Eso es lo que nos mostraron en la última entrega, cuando le llega una carta del médico que le dice que se encuentra en un estado prediabético. Además, está luchando para bajar de peso, pero no lo consigue. Es ahí donde el programa intenta mostrarnos que no todo es de color de rosa en la vida de un persona con sobrepeso que es se cree feliz. ¡Nunca podrá serlo! -parecen querer concluir-. De hecho, aunque están ahora con la segunda temporada, han recibido muchas críticas por, según la sociedad enferma, "promocionar la obesidad".

Y el tercer ejemplo es 'Curvy Brides', quizá el menos deleznable de todos. Aquí dos hermanas venden ropa para gente grande o con sobrepeso. Una de ellas tuvo que ir a una boda y descubrió que no había vestidos de su talla. Cogió el más grande y aún así se le salían las tetas y las carnes y pasó una vergüenza horrible. Llegó a la conclusión de que habría una gran demanda de vestidos de grandes tallas si a ella le había pasado eso, montó entonces con su hermana una empresa orientada a ese mercado y funcionó.

Dentro de esto, hacen pases de modelos de tallas grandes para sus clientes y ayudan psicológicamente a las chicas grandes para que, en lugar de sufrir por su tamaño, encuentren un vestido ideal que las siente mejor.

Normalmente los programas de televisión se han apoyado en sentimientos mezquinos para vender emociones. Ejemplos: las apariencias, para los diez mil programas sobre casas y reformas del hogar que hay; también el amor, para los que no lo tienen y lo buscan desesperadamente, o los celos, porque nos excita y divierte ver a alguien sufrir posesivamente. Y así, todos los pecados capitales. Pero ahora parece que se está imponiendo el morbo de ver cómo se desenvuelve la gente obesa, si llorarán a escondidas o si por el contrario son felices, o si aparentan ser felices y en realidad lloran. Sobre todo abunda el happy end, el intentar salir de la "pesadilla" de su peso y diferentes variantes que pasan todas por el vértigo, por el pánico que siente esta sociedad a no encajar en el rol de perfección con el que se nos martillea. Lo único bueno que podemos decir de semejantes engendros es que en las cadenas españolas de alcance nacional no funcionaran estos formatos. 

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