Siempre hay tendencias más o menos apreciables en la facturación de productos audiovisuales, ya sea en el cine o en la televisión, pero entre mediados de los 70 y hasta finales de los 80 incluso entrados los 90 hubo un aluvión de series cuyo argumento giraba en torno a medios de locomoción
VALENCIA. Se pregunta mucha gente si ya no volverá a haber series como Los Soprano, A dos metros bajo tierra, The Wire, In Treatment o Mad Men. Dicen los espectadores quejumbrosos que estas eran las buenas de verdad, pero pongámonos en perspectiva. Más que buenas, estaban cortadas por el mismo patrón: eran series sobre la depresión.
Por lo que fuera se puso de moda y lo que se llama la edad de oro de la televisión no es otra cosa que la retransmisión, el seguimiento del día a día de personas con depresión. En cofre de lujo, con mafiosos de por medio, la intensidad de un entierro por capítulo, el colorido de los años 60 y su inigualable banda sonora, casos de violaciones infantiles y la introspección del diván o el tráfico de drogas con la desmantelamiento industrial. Pero en el fondo, a lo que nos enganchábamos era a personajes amargados que en la vida iban de culo y cuesta abajo. ¿Nos vendría la empatía de ver nosotros también que la vida es una mierda y que nada tiene sentido? Puede ser. El caso es que fue una moda
Porque, de hecho, lo que llegaron después fueron otras modas. Una, el formato "what if", como en los comics de Marvel. Ejemplos: ell "qué pasaría si una tía pija blanca de repente se queda viuda y no le queda otra que ponerse a traficar marihuana", de Weeds (2005). Su versión masculina, Hung (2009), con un entrenador de baloncesto que atraviesa una mala etapa económica y se tiene que prostituir. Que pasaría si un químico que sabe fabricar droga tranquilamente se pone a hacerlo, aunque sea porque cree que va a morir y tiene que dejarle algo a su familia, Breaking Bad (2008); Qué ocurriría si un psicópata despiadado mata, pero para hacer el bien, es decir, a otros psicópatas, Dexter (2006). En fin, que "What if?"
Y cuando uno se pone a pensar qué fenómeno habría en el eterno revival, diecisiete años llevamos ya celebrando los años ochenta, cae en la cuenta de que las series más recordadas de entonces eran sobre medios de locomoción. Hubo una oleada de series que se basaban en eso, en vehículos. Ese era su eje argumental, por raro que pueda parecernos ahora. Por ejemplo, todo el mundo nacido en los setenta recuerda o debería recordar "El trueno azul" (Blue Thunder, 1984)
Con una banda sonora que perfectamente podría haber terminado de himno del Partido Popular, el Trueno Azul era un helicóptero que resolvía los problemas ametrallando a discreción. Cómo quitaba el piloto el seguro del fusco del joystick era lo más emocionante en una época en la que la competición entre vendedores de joysticks para ordenadores, antes de la llegada de Telemach 200, pasaba por sofisticados y futuristas cacharros de plástico como los de un avión. Y que se estropeaban en seguida
Pues bien, "El Trueno azul", que contaba en su elenco con varios jugadores de fútbol americano, compitió con "Helicóptero" (Airwolf, 1983) y salió derrotada. En España no nos enteramos hasta 1991, cuando Telecinco y Antena 3 iniciaron una lucha sin cuartel enfrentando series antiguas y se emitió en 1991 por la cadena amiga. La sintonía tiraba más hacia los intelectuales alemanes del Krautrock y parece que el cacharro hacía bastante más cosas que el Trueno. Y además, en la cuarta temporada, el encargado de dar las órdenes al aparato, "Arcangel", era tuerto con parche y llevaba bigote. Sin duda molaba más.
Antes, en 1979, ya había aparecido un helicóptero como eje central de un argumento en 240 Robert una serie de la ABC sobre un equipo de rescate motorizado, tenían un 4x4 (Ford Bronco) y una de estas aeronaves con hélices. La apuesta no estaba mal pensada, era un equipo de rescate con paramédicos. Los médicos siempre lo han petado en el mundo de las series, montarles en helicóptero podría haber sido una gran idea, pero solo duró una temporada y tres capítulos.
Pero en Australia recogieron la idea con una ligera variante a ver si colaba. En 1986 se grabó Flying Doctors, sobre unos médicos que salían pitando a cubrir urgencias en pueblos recónditos en mitad de la nada. Debían ser tiempos en los que el FMI no condicionaba la financiación de tu deuda a la eliminación de estos servicios que los neoliberales y psicópatas de diverso pelaje no dudan en calificar como innecesarios.
La variación era que estos médicos no iban en helicóptero, sino en avioneta. Iba para miniserie, pero al final estuvo ocho años en la televisión australiana. En este país tenían estilo para hacer estas cosas, qué duda cabe. De hecho, en 1977 ya había emitido Bailey´s Bird sobre un tipo duro y uno más jovencito, no al estilo de Batman y Robin, este era su hijo de 14 años, que pasaban aventuras por el sudeste asiático encontrándose con muchas diferencias culturales a lomos de nada menos que un hidroavión. Así se tradujo en el mundo latino, "El hidroavión de Bailey"
La BBC había hecho solo dos años antes una serie sobre los pilotos de I Guerra Mundial y su concepción caballeresca de la batalla en Wings, en 1977, pero al igual que las series de médicos desembocan en las de hospitales, dos años después, en 1979, se hizo una sobre un aeropuerto australiano, Skyways, y el ejecutivo agresivo que lo gestionaba. Aunque el éxito llegó en 1990 cuando el creador de Cheers grabó Wings, sobre un pequeño aeropuerto estadounidense en la isla de Nantucket, aguantó ocho años de nada en la cadena NBC. Aquí la dio Telecinco con el título de Dos en el aire.
El culto a la motocicleta también dio para varios productos. En 1977, Chips ("Patrulla motorizada"), siglas de California Highway Patrol, nada que ver con las patatas fritas, estaba diseñada para admirar a los policías californianos. Lo más curioso es que sacaban una Kawasaki KZ 1000 que luego fue una moto que triunfó más que la Cocacola al aparecer en Mad Max.
En 1985, el Halcón Callejero (Street Hawk) voló las cabezas de los niños españoles. Jesse Mach era el que la conducía y su nombre se nos quedó grabado en el cerebelo. En el rodaje se emplearon diferentes Honda con la particularidad de que podían coger más de 400 kilómetros hora, saltar no sé cuántos metros, atravesar los sembraos sin inmutarse por su sistema de suspensión y tirar rayos láser a los enemigos de la ley y el orden. La música era de intelectuales alemanes, pero esta vez en serio, obra de Tangerine Dream.
Más éxito que el Halcón, que duró solo una temporada, tuvo Super Force, en 1990, que lo hizo dos. Aquí se iba más a saco, no había programa especial del gobierno para combatir el crimen, sino que estábamos en el año 2020 y Zachary Stone era un superhéroe enmascarado que vengaba la muerte de su hermano policía. Lo de siempre.
Alrededor de coches, por supuesto, ha habido de todo, pero centrados exclusivamente en los coches, en 1980, Aaron Spelling hizo sus primeros pinitos como héroe de la televisión barata pasando el espíritu de la película Cannonball, 1976, a la televisión con menos posibles. En B.A.D. Cats unos pilotos de carreras se metían a policías y detenían a los malhechores a hostias con los coches. Muy edificante.
Pero como es sabido la mayor cota de éxito de un vehículo fue "El coche fantástico", Knight Rider, en 1982, que nos mostró el sueño de todo hombre de hoy, tener una relación de tú a tú con tu propio coche que habla, en este caso se llamaba Kitt. Michael Knight estaba interpretado por David Hasselhoff, el actor elegido por la CIA para ir al muro de Berlín recién derribado para burlarse de los comunistas en su cara y después ser vigilante de la playa. Un fanzine valenciano, Le Bon Vivant, explicó que le jefe de Michael, el señor Devon, vivía en un trailer siempre en movimiento para "eludir las leyes contra la pederastia". Por ese comentario mereció la pena sufrir la serie.
Aun en los 90, hubo otro coche, ahora aún más olvidado. Se llamaba Viper, apareció en 1994 y se habla menos de él pero también tuvo cuatro temporadas en antena. La cosa iba de lo mismo. El crimen se había ido de las manos en Metro City, una ciudad ficticia en California, y las autoridades habían hecho el Viper project, un coche para acabar con todos los criminales.
Antes, en 1978, también hubo una serie de taxistas, con el original nombre de Taxi, pero en la que estos eran más una excusa para desarrollar unos personajes. Más al estilo de Hill Street Blues. El dato es que por ahí estaba un joven Dani DeVito manejando el cotarro de la compañía.
En Alemania por las mismas fechas triunfaba una de camioneros, Auf Achse, que también tenía un concepto gremial del guión. Y tanto de culto fue que el pesado de Franz Ferdinand le dedicó una canción en su disco de debut.
En 1983, en Australia, se grabó Five Mile Creek ("Parada de postas" para el mundo latino) que iba sobre diligencias del oeste, solo que en Australia. Tenía el componente gremial, pero a la antigua usanza, era una familia la que llevaba el negocio.
No ha faltado ni un solo medio de locomoción sin su serie. Desde el globo aerostático de Willy Fog, que tuvo su serie con humanos en 1989 al Megavapor de la serie Profesor Poopsnagle, un autobús que volaba, la predecesora del excelente Valle Secreto. Sin embargo, lo que no es tan conocido es que un mísero y cotroso autobús ochentero para tour turísticos tuvo su propia serie. Era Masquerade, de 1983, y no eran turistas a los que se trataba como en Vacaciones en el mar, por cierto, sobre un barco, sino que en el bus iban espías americanos de incógnito en busca de agentes soviéticos.
"Narraba los viajes que llevaba a cabo un tren futurista de lujo cuya velocidad, generada por energía atómica, superaba incluso a la del tren bala. Además estaba equipado con todo tipo de avances tecnológicos e incluía restaurante, piscina, sala de cine, discoteca, peluquería y gimnasio, entre otras comodidades" (Filmaffinity)
Al final, que fuera andando por la cuneta solo se conoció al protagonista de "Autopista hacia el cielo" (Highway to heaven, 1984), Michael Landon, que era un ángel que iba por ahí haciendo milagros. Aunque también él tuvo competencia con la llegada de Starman en 1986, si bien este era más dado al autoestop.