crítica de concierto

La Orquesta de València, Liebreich y Faust despiden el año de forma brillante con Ligeti y Brahms

FICHA TÉCNICA
Viernes 22 de diciembre
Palau de la música 
Obras de Tchaikovsky, Ligeti y Brahms
 Isabelle Faust, violín
Orquesta de Valencia 
Alexander Liebreich, director musical
24/12/2023 - 

VALÈNCIA. Nos quedaríamos cortos si definiéramos como heterodoxo el programa “navideño” ofrecido por la Orquesta de València. Programa, que al fin y a la postre, resultó ser un éxito sin paliativos y que ha servido para que la formación despida junto a su público este importante año 2023, que, una vez hay que señalarlo, ha significado el feliz regreso al Palau donde nos esperan tardes memorables los próximos años. 

El Palau de la Música y la Orquesta de València tienen el honor de haber sido quienes, en el año 1997, con el excelente violinista Frank Peter Zimmermann y la batuta de Jan Latham-Koenig, estrenaran en España una obra maestra como es el Concierto de violín de Ligeti, apenas cuatro años después de que Pierre Boulez protagonizara el estreno absoluto. En esta ocasión la solista ha sido la magnífica violinista germana Isabelle Faust, con una lectura apabullante, lo que, a pesar de no ser una obra fácil para la mayoría del público, al finalizar el concierto, este premiara con una gran ovación a unos y a otros. Por ello, las más sinceras felicitaciones por una versión valiente, transparente y precisa en la que los solistas estuvieron a la altura en sus comprometidas intervenciones de las que esta obras está trufada. Una vez más Liebreich mostró sus excelentes capacidades en este repertorio, no limitándose a ordenar una música que se metamorfosea continuamente sino también permitiéndose el “lujo” de moldear el sonido dinámicamente desde el forte al pianissimo. Los músicos no se arredraron y mostraron su gran valía en una obra tan expuesta para todos. Faust domina el intrincado edificio ligetiano con insultante solvencia culminando con cadencia final, de su autoría, verdaderamente deslumbrante por lo imaginativo. Como curiosidad, toca un Stradivarius llamado “La bella durmiente del bosque”.

Seguidamente, sin descanso de por medio, el contraste con lo escuchado vino de la mano de una selección del Cascanueces de Tchaikovsky en la que Liebreich quiso sacar a relucir el carácter aristocrático de esta música, lo cual ya se percibió en la Marcha inicial llena de contención y elegancia. Memorable Luisa Domingo en el arpa en la introducción Vals de las flores así como magníficas las tres flautas en la Danza de los Mirlitones y la celesta en la Danza del hada de azúcar.

Una de las virtudes del director titular de la orquesta, que día a día se le ve más cómodo y cómplice con sus músicos, es su polivalencia pues además de su excelencia con la música del siglo XX y XXI sus lecturas del repertorio clásico, con notables Haydn o Mozart, merecen todos los parabienes. Con ello la orquesta tiene la fortuna de trabajar con un maestro de “amplio espectro” con el fin de abordar con plenas garantías repertorios de lo más variado. Ello, tras una primera parte cuyas dos obras programadas no podías hallarse en mundos más diversos, con una segunda ocupada por una sinfonía del gran repertorio como es la segunda de Brahms con las exigencias de conjunto y de interpretación que demanda esta música.

Cerró el concierto la citada sinfonía brahmsiana conocida como su “pastoral”, con la que podemos concluir que, al menos en esta “etapa Liebreich”, tras haberse ya ofrecido la primera y ahora la segunda sinfonía del compositor de Hamburgo, tras un largo período de demasiados titubeos, la orquesta, se puede enfrentar a un catálogo sinfónico, el de Brahms, que se le había resistido con algunas lecturas un tanto decepcionantes. Liebreich plantea una sinfonía con enorme coherencia interna a través de la relación de unos motivos con otros y poniendo en relación las distintas voces que afloran a lo largo y ancho de la partitura. Pidió con vehemencia, en no pocas ocasiones, intensidad a las distintas familias de las cuerdas y respondieron los músicos sin titubeos disfrutando de esta gran música. Destacaremos el viento entre los que citaremos el oboe de José Teruel en el tercer movimiento, la flauta de Salvador Martínez. a lo largo y ancho de la obra. No podemos olvidarnos de todo el metal en una participación que exige control y permanecer siempre dentro del sonido global, y no exhibición de poderío, o los timbales de Javier Eguillor en una coda de gran brillantez e intensidad emocional. Gran y merecido aplauso de una sala prácticamente llena en su aforo. 

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